Las mariposas negras de peña vieja
Pablo Mazariegos Torrejón
Quemad viejos leños,
Leed viejos libros,
Bebed viejos vinos,
Tened viejos amigos
Alfonso X El Sabio
Prólogo
Es este un relato cuya pretensión inicial estaba orientada simplemente a la descripción de lo sucedido en una experiencia montañera, pero no he sido fiel a esa idea inicial, o simplemente no he sido capaz de llevarla a efecto y me ha salido algo distinto.
Es verdad que he utilizado la montaña como decorado, y lo que aquí cuento acerca de esta actividad tan peculiar puede llevar a una reflexión y preguntarnos: Los montañeros, ¿Estamos locos? ¿Estamos cuerdos? Me consta que mucha gente pensará que esta pasión por la montaña es un insensato y absurdo recorrido para llegar a ninguna parte. Yo creo que esto que hacemos podría definirse como “la cordura que cabe en la locura”. Pero en realidad el argumento principal de esta historia, el que he sido capaz de escribir torpemente, pero lo mejor que he sabido, finalmente ha sido un relato de sentimientos, de humanidad y principalmente un relato de amistad.
Es triste pensar que pueden existir personas desdichadas que pasen por la vida sin haber experimentado en algún momento sentimientos y emociones que suponemos privativas de los seres humanos exclusivamente. Podemos convenir que a la cabeza de estas experiencias situaríamos la de amar y después como no puede ser menos, la de sentirse amado.
Hay una relación entre algunas personas que contienen de una manera muy especial los dos sentimientos citados, aliñados de una forma muy particular. Son esa familia que se elige, que no las une ningún documento ni compromiso que las obligue a nada, son esas personas que nos complementan. “Son probablemente el otro yo que nunca vamos a ser”, -como dice Francisco Umbral en su casi olvidada novela Las Ninfas-. En ocasiones incluso tan distintos a nosotros que resulta difícil entender las razones que expliquen la existencia de esa sublime experiencia que llamamos amistad.
Puedo sentirme afortunado, la vida me ha regalado estas experiencias que me acompañarán siempre, independientemente del final que puedan tener, nadie me las puede arrebatar.
Como ya he dicho, este es principalmente un relato de amistad. Es difícil tener amigos como los que yo tengo, así lo creo, y como es difícil tengo pocos, pero por supuesto de gran calidad.
La experiencia que aquí se narra podría haber servido para quebrantar una amistad que no fuera muy firme. En este caso no ha sido así, más bien ha sucedido lo contrario, si cabe somos aún más amigos.
Yo así lo creo sin temor a equivocarme.
Se dice que en los Alpes, el ocho de Agosto de 1786 con la conquista del Mont Blanc realizada por Jacques Balmat y Michel Paccard, nace esa mezcla de pasión, deporte, y filosofía de vida que llamamos Alpinismo.
No se puede saber qué día exactamente fue el primero, en el que el hombre sintiera la necesidad de aceptar el reto que supone subir a lo más alto de una montaña, pero ese día se reproduce constantemente en muchos hombres.
-No sé cuantos años hace que os estoy oyendo decir que vais a subir el espolón de los franceses de Peña Vieja.
-¿Creéis que lo haréis algún día?
-O tendré que seguir escuchando: “De este año no pasa”.
Así, de esta forma burlona, se dirigía a Tino y a mí nuestro buen amigo Armando en una conversación que manteníamos el día primero de este año mientras realizábamos el que ya es nuestro tradicional paseo en la Pedriza, que discurre desde Canto Cochino al Collado de la Dehesilla, que hace ya bastantes años empezamos a disfrutar, justo en este señalado día.
El invierno deja paso a la primavera y ésta al verano, y es aquí en pleno estío cuando lo decidimos.¡¡ De aquí no pasa!!
Se acabó la espera. Ha llegado el momento de hacer realidad este reto, que aunque sea modesto, para nosotros supone un auténtico desafío, ya vamos teniendo unos añitos, sumamos 116 entre Tino y yo. También hay que decir que nuestra preparación este año es bastante escasa. No es, por tanto, un asunto menor esta trepadita que nos proponemos realizar, aunque a tenor de la información que poseemos parece asequible.
- Pablo, he visto el pronóstico del tiempo y el lunes veintitrés es nuestro día. Llegaré el domingo por la tarde a tiempo para coger el último teleférico en Fuente Dé y desplazarnos hasta la base del espolón, así empezaremos a escalar temprano al día siguiente.
- Tino, ¿no te parece un poco precipitado este plan? ¡¡ Hoy es viernes y estás todavía en Madrid!!
- No Pablo, tenemos que aprovechar, según el pronóstico, tenemos buen tiempo asegurado lunes y martes, el miércoles por la tarde empieza a estropearse, así que me parece el mejor momento para intentarlo. ¿No te parece a ti?
- Vale, de acuerdo Tino.
Esta comunicación telefónica se producía el viernes veinte de Julio de este mismo año y quedábamos emplazados en Potes,- camping La Viorna- para el domingo por la tarde con todo preparado para lo que sería una dura prueba en muchos aspectos para nosotros, sin olvidar que también lo fue para nuestras familias y los demás amigos que estuvieron pendientes de nuestras noticias en todo momento.
Maribel, mi compañera, aunque curtida por las esperas en las que se ha visto involucrada por causa mía, nos despide con un puntito de intranquilidad y nos desea suerte.
Nos dirigimos al teleférico, que nos transportará a nosotros solitos a las alturas. Acto seguido y pertrechados cada uno con un pesado y voluminoso macuto a la espalda y otro más pequeño aunque también pesado en el pecho, cual extraños camellos, ponemos rumbo al vivac que sería nuestro dormitorio la noche previa a la gran trepada.
Vivac de “lujo”, con marquesina, olor a oveja, con vistas al espolón de ochocientos metros -metro arriba, metro abajo- que subiremos al día siguiente y como regalo añadido, una buena porción de cielo estrellado es el decorado nocturno ideal para entrar en ambiente. ¡¡Guay!!
Unos macarrones para el cuerpo y a dormir.
Pero, sucede que…
-¡¡Coño!! Se me olvidó llamar a Nathalie para decirle que he llegado bien, voy a subir camino del teleférico porque aquí no hay cobertura en el teléfono.
Así me habla Tino contrariado por su olvido.
Tino regresa después de un buen rato, ya que la cobertura dichosa se resistía y no la encontró hasta casi llegar al teleférico, esto le ha supuesto un imprevisto paseo extra. Por fin podremos dormir.
Ya empieza a clarear, pero esperamos a tener más luz para levantarnos, equiparnos con todo lo necesario y comer algo, que nos va a hacer buena falta, ya que parece es mucho el esfuerzo que vamos a tener que realizar. Hemos descansado mejor de lo que cabía esperar, no está nada mal el comienzo.
Son unos trescientos millones de años los que han transcurrido para que se formaran estas montañas, y la pedrera que hay a sus pies nos muestra como la climatología; el sol, la lluvia, el viento, la nieve… así como el paso de las cabras, rebecos, corzos y unos pocos hombres contribuyen a un lento pero seguramente imparable proceso por el cual la imponente montaña se va fragmentando poco a poco y terminará transformándola en un enorme pedregal en otros tantos millones de años... ( o quien sabe cuantos.)
Así que, considerando todo lo anteriormente expuesto, había que subir cuanto antes, sin más demoras, no fuera a suceder que nos quedáramos sin montaña en un abrir y cerrar de ojos de unos pocos millones de años de nada.
El recorrido que realizaremos es la vía denominada Espolón de los Franceses, que como se puede adivinar fue conseguida por primera vez por una pareja de esta nacionalidad, –Bernard Trouve y Pierre Forn- el dieciocho de Agosto del sesenta y siete ya del siglo pasado.
Siempre que hablamos de las conquistas en la montaña, estamos obligados a rendir homenaje a esas primeras generaciones de audaces escaladores, que con gran valentía, tenacidad, pertrechados con materiales muy básicos y no pocas veces fabricados por ellos mismos, eran capaces de acometer ascensiones de un gran nivel, que aún hoy requieren gran esfuerzo para su realización.
Aquí quiero recordar algunos párrafos de un libro titulado “Los Conquistadores de lo Inútil” escrito por el gran alpinista Lionel Terray, también francés. Sobre el alpinismo dice: “Esta actividad se diferencia del resto de los deportes por el hecho de que el hombre, en lugar de enfrentarse a otros hombres, lucha con las fuerzas de la naturaleza y su propia debilidad.”Y continúa, “Salvo excepciones bastante raras, al alpinista no le espera la gloria, incluso ningún espectador puede animarle. Sin otro testigo que su compañero de cordada, en la soledad y en el silencio de la montaña, se bate por la única satisfacción de vencer el obstáculo que se ha impuesto, solo por el orgullo de sentirse fuerte y valiente. Ninguna actividad es más pura, más desinteresada que el alpinismo en su forma primitiva, y es precisamente en esa sencillez, en esa pureza, donde reside su grandeza y su seducción.”
Ahora que nos hemos desprendido de algunos elementos corporales ya reciclados y repuestos a continuación por otros alimentos que nos aportarán la energía necesaria para tirar hacia arriba, cogemos nuestro equipo, que resulta ser un poco pesado, sobre todo debido al material de escalada y a la cantidad de agua que hay que llevar. Nos va a dar el sol toda la jornada y sudaremos mucho según parece. La mañana es espectacularmente luminosa, ni una nube, está todo lleno de vida y nosotros también, aunque, como es lógico con algunas incertidumbres, propias de hombres que en ocasiones deciden transgredir las peligrosas leyes de la monotonía que dominan sus vidas.
Pedrera arriba nos situamos ya en la majestuosa pared. Sin más preámbulos, Tino que parece un arácnido, comienza lo que probablemente será otro gran desafío abriendo camino todo el recorrido.
Esta rodilla derecha que tengo un poco chunga empieza a quejarse, no la haré mucho caso. Creo que a José Saramago no le faltaba razón cuando en su novela “El Hombre Duplicado” decía: “Las dolencias de las personas ya maduras, podríamos decir que son los problemas propios de la edad, van y vienen, vienen y van, hasta que acaban quedándose.”
(CONTINUARÁ)
PARTE 2
Este amigo mío se empeña una y otra vez en subir estos paredones con un compañero un poco lisiado, bastante torpe y muy cagón, que debido a estas “dotes” hace que se ralentice mucho la trepada, además para él supone un aumento real en el grado de dificultad debido a que se lo curra todo. El sabe que con un compañero que estuviera a su altura, sobre todo en técnica y en decisión, lograría con éxito empresas más ambiciosas. Aunque todo lo expuesto anteriormente sobre mi le contraríe un poco en algunas ocasiones sobre el terreno, se que no le importa demasiado. Es por ello y otras cosas más, que tengo la suerte de tener el mejor amigo que se puede llegar a tener -y que no se sientan celosos los demás amigos igualmente importantes para mí.-
Aquí en esta narración importa poco la descripción técnica de la trepada, solo decir que para mí fue delicada, larga, agotadora, y que de vez en cuando hacían su presencia unas mariposas negras nunca vistas por mí hasta esta ocasión, dándose la casual circunstancia de que todo parecía ir bien hasta que alguna de ellas irrumpía revoloteando, y con ella llegaban las complicaciones momentos después. Así una y otra vez.
En varias ocasiones parece que íbamos superando las dificultades que se nos presentaban, y he aquí que aparecían una o dos mariposas negras revoloteando ligeras, y con ellas nuevas y peores dificultades que nos complicaban el avance, así repetidas veces. Es curioso que al referir esta circunstancia a Tino, soy objeto de sus bromas, se burlaba de mí puesto que él, por alguna extraña razón no las veía.
- ¿Has visto las mariposas negras que hay por aquí?
- ¿Mariposas negras? ¡Venga ya Pablo!
Pasan las horas, lentas y agotadoras horas, pero nuestro avance es igualmente lento, la vía, no es muy evidente y, por tanto, es fácil despistarse y acabar metidos en otros pasos más complicados, además transitamos por algunas zonas en las que la roca está algo descompuesta y hay que poner mucho cuidado para no provocar desprendimientos de piedras y elegir bien los sitios dónde instalar los seguros.
Ahora toca crestear un poco por un filo de la montaña espectacular, hemos de hacerlo de una manera peculiar, hay que avanzar a horcajadas en un tramo que afortunadamente no es excesivamente largo, así que a caballo sobre la montaña, con un patio impresionante a izquierda y derecha, progresando despacio y claro está rompiendo pantalones, logramos pasar airosos.
De nuevo vuelvo a recordar a Terray en la conquista del Huantsan en Perú, y hago mías sus palabras: “Sin equipo de apoyo, sin conexión alguna con el exterior, habíamos estado verdaderamente separados del mundo. En aquella cresta erguida contra un cielo azul profundo, no éramos más que dos compañeros atados a la misma cuerda y ligados a un mismo destino. Solamente nos empujaba hacia la cima sin gloria que habíamos decidido conquistar el mismo ideal sobre el que nuestra amistad se había fundamentado.”
Después de lo anteriormente relatado, y haciendo uso de la cordura que nos va quedando, decidimos que era el momento de parar, no nos queda mucho según parece para llegar al final de la vía, pero tampoco queda mucho tiempo para que se oculte el sol y nos quedemos sin luz, además el lugar nos parece “suficientemente confortable” para pasar la noche. Nos cobijamos en una especie de nicho que bien pudiera ser el refugio de alguno de los pacienzudos buitres, observadores de nuestros movimientos hace ya un buen rato desde la atalaya que les proporcionan las rocas de las cumbres.
Tino lo celebraba con cierto entusiasmo:
- ¡Pablo, ya lo tenemos hecho! Mañana enseguida llegaremos a la cumbre y ya solo será bajar.
No transcurrió mucho tiempo, cuando se me hizo visible una mariposa negra.
Observamos con preocupación que nuestras provisiones de agua son escasas, nos hemos quedado cortos en nuestras previsiones, nuestro plan era invertir un día en subir y bajar, para ello calculamos que unos cinco litros serían suficientes para los dos, pero esta peripecia no sabemos cuánto más va a durar y nos queda poco menos de un litro entre agua y bebida isotónica, poco es. Con estas premisas, comemos un poco de membrillo, elegimos este alimento porque al contrario que las barritas energéticas no provoca mucha sed su ingesta.
Ya relajados, echamos una mirada al teléfono móvil y comprobamos con sorpresa que allí sí había cobertura, de manera que pudimos tener una conversación con Maribel, la pusimos al corriente de nuestra posición, pasaríamos la noche en la montaña y al día siguiente estaríamos de regreso. Para tranquilizarla insistí en que solamente nos quedaba bajar y que estaríamos con ella al día siguiente. “Sólo bajar”
Maribel se encargó de llamar a Nathalie e hizo todo lo que pudo por tranquilizarla:
-Nathalie no te preocupes que están bien
-¿De verdad Maribel Tino está bien?
-Si, puedes estar tranquila que los dos están bien
-Compréndeme, tú estás algo acostumbrada a estas situaciones, pero yo no lo estoy Maribel
-¡¡Pues será mejor que te vayas acostumbrando Nathalie!!
Nathalie no está acostumbrada a estas situaciones porque su relación con Tino se remonta a poco tiempo atrás y ella no ha vivido otras peripecias que hemos protagonizado anteriormente.
La noche va ocultándolo todo con la oscuridad para así dar paso al paisaje celeste que será el protagonista hasta que el sol quiera aparecer de nuevo.
Nos aseguramos convenientemente para no caer rodando cuando quedemos dormidos-si es que podemos hacerlo-. Unos ligeros chubasqueros y unas mantas de supervivencia sirven para protegernos del relente nocturno. Las mantas de supervivencia, a pesar de tener ese nombre, se suelen utilizar para cubrir cadáveres en los accidentes, de manera que habría que revisar el nombre de estas sabanitas de papel de aluminio. Cuando te envuelves en ellas mantienen el calor corporal, pero como podemos comprobar, puesto que no las hemos utilizado hasta ahora, tienen el defecto de ser muy ruidosas al movemos un poco o cuando nos da el viento.
Algo de charla y observación del manto de estrellas que nos envuelve, ahora un poco de música, silbando a dúo -recordando la melodía de Juan Salvador Gaviota- después otra cabezada, más estrellas, y así vamos pasando la noche logrando de algún modo que fuese una agradable velada en este improvisado y apacible lugar.
Lentamente, sin ninguna prisa se adivina un poco de claridad frente a nosotros. Es ahora que recurro a mi cámara para recordar este momento tan especial. Cada vez más claridad nos va dibujando un horizonte con una línea rojiza apareciendo tras la muralla montañosa que tenemos al frente, esta muralla tiene una especie de muesca en la cuerda que forman sus cumbres, una brecha, y justo por allí es por donde el sol con todo su esplendor nos regala los primeros rayos de este día. Este espectáculo tan extraordinario solo se puede ver desde el punto exacto en que nos encontramos ahora mismo, un privilegio inesperado, un obsequio por nuestra lentitud en la ascensión el día anterior. Al contar nuestro viaje a este lugar diremos como el replicante en la famosa escena de la película Blade Runner, “! Nosotros estuvimos allí !”
Sacudimos nuestros entumecidos cuerpos por tanta comodidad y después de un minúsculo desayuno y habiendo recogido todo como es preceptivo, nos encaminamos a la cima, desde la cual intentaremos descubrir el itinerario a seguir para el descenso, pues desde aquí no nos resulta muy evidente.
Parecía estar ahí mismo la cima pero aún tardamos un buen rato en alcanzarla, empieza a apretar el sol y nosotros ya arrancamos a sudar, la escasez da agua empieza a ser un problema importante y nos vemos obligados a racionar drásticamente el poco líquido que nos queda, solo da para pequeñísimos sorbitos de tarde en tarde.
Por fin hemos llegado arriba, estoy un poco tocado y también confundido, pues sigue siendo una incógnita el camino a seguir para descender ahora estos ochocientos metros que nos quedan por debajo y terminar definitivamente este tajo. Tino decide asomarse por la cima y divisa una canal que parece ser el camino más lógico de bajada, vuelve hacia mí y me asegura con esa cuerda que me da confianza para llegar al lugar dónde empezaremos a destrepar.
Tino tiene otro de sus momentos de cierta euforia para infundir algo de ánimo en mí.
-¡Esto está hecho Pablo! ¡Esta canal abajo y se acabó!
Veo el destrepe y no sé qué pensar, es bastante delicado, pero me dejo llevar un poco por su optimismo y quiero creer que lo haremos sin tardar demasiado.
Decidimos que baje yo primero asegurado para ir más rápido. Así lo hacemos y no transcurre mucho tiempo cuando allí en ese primer tramo del descenso encuentro dos de esas mariposas negras.
¡!Queé seddd!!
Se va haciendo insoportable a medida que va pasando el tiempo. Todo lo imaginado por mí sobre la sed queda por debajo de la realidad que estamos padeciendo por este motivo. Hubo otras ocasiones en que me faltó el agua y lo pasé bastante mal, pero nunca había llegado a ser tan duro como lo que estamos experimentando ahora.
Me vienen a la memoria algunas películas en las que se escenifican situaciones extremas con la sed como argumento, esas travesías por implacables desiertos, con los personajes enfrentados por obtener ese trago de agua que queda en una cantimplora. Aquí esto no sucede, la generosidad de mi amigo no tiene límites, él no bebe para que sea yo el que se humedezca los labios de vez en cuando. En alguna ocasión se hace necesario algún trago minúsculo para poder hablar, este impedimento es debido a la formación de una especie de película pastosa en el paladar que nos dificulta enormemente articular palabras.
“¡Marchando una de chopitos y jarra de cerveza fría!”
“¿Qué haces insensato?”-me recrimino a mi mismo por esta alucinada idea.-
Hay que conservar la cordura, no se puede pensar en cervezas frías, ni en baños refrescantes en la poza transparente de un río, ni zambullirte bajo las olas del mar, estas de momento son quimeras que ahora mismo solo están al alcance de la gente que seguramente esté aburriéndose haciendo estas mismas cosas, y es seguro también que se morirían de envidia si fuesen testigos de nuestra situación.
¡¡Que se jodan pasándolo bien!!
El largo destrepe parece no acabar nunca, probablemente no sea este el camino de bajada más utilizado, creo que se debe ir por otro más cómodo que no hemos sabido ver desde arriba, si fuese este, estaría suficientemente descrito en la información que hemos consultado, no es un recorrido fácil y no parecería lógico silenciar sus dificultades. Pero aquí estamos bajando y bajando por esta vertical pedrera poniéndonos a prueba a cada paso que damos.
Trato de pensar en otras cosas, y me pongo a discurrir sobre las pancartas que llevaré en la próxima manifestación:
-PRIVILEGIOS A LOS POLITICOS ¿POR QUÉ?- No, esa la he aireado bastante, aunque sigue siendo válida.
-SE BUSCAN POLITICOS HONRADOS Y COMPROMETIDOS ¿HAY ALGUNO POR AHÍ?
-NO VENDAIS NUESTROS DERECHOS POR VUESTROS PRIVILEGIOS
–--LOS POLITICOS SON LOS QUE IMPIDEN UN VERDADERO CAMBIO- esta mola, está en la línea ácrata.
-TENEMOS LOS POLITICOS QUE NOS MERECEMOS ¿SERA VERDAD?
-ANESTESIADOS POR EL CONSUMISMO, EL FUTBOL Y LA TELE, NOS CONVERTIMOS EN PELELES- con esta puede que me sacudan los mismos manifestantes.
-NIÑOS, NO OS DEJEIS ENGAÑAR; EL PODER LO OCUPAN SIEMPRE LOS MALOS- esta creo que no debe faltar, no podemos ocultar la realidad a nuestros niños, habría que reescribir los cuentos en los que siempre ganan los buenos. Todos sabemos que esto en la realidad no sucede a menudo. Es nuestra obligación enseñarles a distinguir el deseo de la realidad.
Bueno, no debo distraer mi atención, dejaré la vena política para otro momento, esto está muy delicado y podemos salir rodando acompañados de un montón de piedras, hay que estar “al loro” constantemente.
Son casi las siete de la tarde y…
¡¡¡ UN N E V E R O A L L I A B A J O !!!
Eso significa ¡ A G U A ! Que viene a ser lo mismo que el grito de ¡TIERRA! exclamado por los marinos de antaño cuando la divisaban en la lejanía, hartos ya de contemplar durante días y días el líquido elemento.
Casi nos comemos el nevero por completo, su aparición fue providencial para nuestros paladares, y para nuestro estado de ánimo también. Es una pena que no seamos nada religiosos para poder decir que esto es milagroso y dar las gracias a la virgencita del Pilar o a cualquier otra y redimir todos nuestros malos pensamientos anteriores. Aunque bien mirado, si hubiera sido devoto, lo mismo me habría preguntado que carajo hacía la virgen que no me había protegido suficientemente hasta este momento.
De cualquier forma estábamos de enhorabuena. Pero he aquí, que no pasó mucho tiempo para que una mariposa negra revoloteara cerca de mí. No me gusta mucho su presencia, ya empiezo a mosquearme al verlas, ¿Qué vendrá a continuación?
El destrepe continuó y continuó. Ya no va a ser posible coger el último teleférico que baja a Fuente Dé, son casi las ocho de la tarde y nos queda un rato largo para vernos ahí abajo cogiendo las otras mochilas.
Ahora vemos un rápel montado y descendemos ensamblando las dos cuerdas, son sesenta metros menos bajando más rápidos y seguros. Para nuestra sorpresa, no encontramos montado el rápel que dé continuación al anterior y el terreno es muy vertical, de tal manera que se hace necesario montar uno dónde sea posible.
El descenso continúa, ahora con ese rápel montado con un cordino, esa fina cuerda que aprovechando un puente de roca que tiene toda la pinta de haber sido utilizado tiempo atrás para lo mismo nos hace el apaño. Recogemos cuerdas y a continuación destrepamos a pelo. Ahora encontramos otro montado y lo aprovechamos, otra vez a pelo, uuffff…, que paliza. Menos mal que ahora no nos falta el agua, mejor dicho el hielo, vamos encontrando otros neveros a nuestro paso y llenamos nuestras botellas de esas pequeñas bolitas heladas que los forman.
Como es lógico cada vez queda menos, ya vemos la pedrera a la que desemboca nuestro descenso, nos movemos siempre por terreno muy inestable pero ahora avanzamos relativamente bien, pero he aquí que, revoloteando de forma burlona según me parece a mí, una mariposita negra se me hace presente por un instante y, sin quererlo, me hace pensar que esto no está tan cerca del fin como parece.
(CONTINUARÁ)
PARTE 3
Poco después ya no puedo con mi alma, y mi alma no puede conmigo. Como consecuencia provoco una situación un poco tensa entre mi amigo y yo. Le apremio con cierta desesperación a que busquemos un lugar apropiado donde volver a montar nuevamente un rápel, y le insisto que me parece más rápido y seguro.-creo que estoy perdiendo un poco los papeles-
- Tino, así no acabaremos nunca joder, hay que buscar un sitio donde montar un rápel. Estoy agotado del todo.
- Ya lo sé Pablo, pero no es tan fácil encontrarlo, tranquilízate.
No lo dice, pero, Tino está verdaderamente preocupado por mi estado y se siente impelido a cumplir mi deseo, buscando ese lugar donde montar de la forma más segura posible el dichoso rápel que reclamo un tanto angustiado.
Tino encuentra una roca firme donde coloca un anillo de cinta desde el que rapelamos a continuación. Ahora recojamos cuerdas.
-¡No vienen las cuerdas!
-¡Vamos a tirar los dos!
-Nada, no hay manera.
Una y otra vez lo intentamos de manera infructuosa, las puñeteras cuerdas se han quedado trabadas en algún lugar, tirones y más tirones y no vienen a nosotros.
-Tengo que subir a recuperar las cuerdas Pablo
-¡No jodas Tino, que se nos hace de noche! Cuando nos quedemos sin luz, yo me siento dónde esté y allí me quedo.
Tino, anteponiendo la preocupación que demuestra por mí, y ocultando sus propios malestares, no me discute.
-Venga, vamos a seguir destrepando y mañana volveré a por ellas, no te preocupes Pablo.
Encontramos un gran nevero como barrera final que nos separa de la pedrera en la que acabarán nuestras fatigas, tenemos dudas acerca de cómo sortearlo y le propongo a mi amigo cruzarlo sin más. Me toma la palabra y se sitúa con la decisión que le caracteriza, encima de la gran masa de nieve superando la rimaya. Acto seguido, con una navaja empieza a tallar unos escalones en la dura nieve y comienza el descenso por este empinado y resbaladizo tobogán. Inmediatamente me arrepiento de mi propuesta al comprobar la fuerte pendiente que tiene el nevero que tengo ante mí y trato de persuadirle de que mi idea no ha sido muy afortunada. Demasiado tarde, ya no quiere retroceder.
-Yo bajo por aquí, tú hazlo por donde quieras.
Tengo la impresión de que su respuesta es un poco airada.
No dejo de reconocer que hubiera sido normal si su respuesta hubiese sido de esta otra manera:
-¡Baja por donde te salga de los cojones, que ya me tienes hasta los mismos!
Pero no lo fue.
No me queda otra. Equipado con una piedra puntiaguda ultimo modelo en cada mano y mirando frente a frente a la nieve, comencé yo también a bajar. Cuando me resbalaba, me detenía clavando las piedras en la nieve. Puntera, piedra, puntera…
¡¡ E S TA M OS A B A J O !! ¡!!!! POR FIN !!!!!
Y… no he vuelto a ver ninguna mariposa negra.
Ya sin luz natural, con los frontales encendidos en la frente como dos Polifemos, nos ponemos a la búsqueda de los macutos escondidos y por fin, llegada al vivac que utilizáramos hace ya dos noches, antes de comenzar esta extenuante aventura.
Me ocupo de ir a por agua después de que mi amigo me indique la localización de la fuente que se encuentra camino del Chalet Real a no mucha distancia de nuestro Vivac Real,-con unos chorros de agua increíbles- mientras, él se encamina hacia el teleférico,- “el cable” en el argot coloquial -buscando cobertura pera poder comunicar con nuestras sufridas parejas, que es seguro, estarán con una gran preocupación esperando noticias nuestras al no haber aparecido aún como teníamos previsto todos.
Ahora estoy adecentando nuestro alojamiento. He retirado la cosecha de bolitas negras que han dejado las ovejas en nuestra ausencia, pero también dejaron su intenso aroma y eso difícilmente desaparecerá, no importa, el fuerte olor dejará de ser molesto justo cuando nos acostumbremos a él.
Mi corajudo amigo regresa después del paseo que se ha dado de postre, y me pone al tanto de las novedades.
-Todos informados de nuestra situación. Armando y Marce ya están en Fuente Dé y mañana cogerán el primer teleférico y nos traerán algo de fruta.
Bastante recuperados ya de la deshidratación y muertos de cansancio, nos enfundamos en nuestros sacos y nos dormimos como niños chiquitines. Creo que si esta noche se derrumbara la montaña no nos enteraríamos. Algunos muertos habrá que no estén tan dormidos como nosotros.
Amanece el miércoles, afortunadamente, parece que no se ha derrumbado nada mientras hemos estado gozando de una reconfortante cura de sueño. Hemos descansado, el cielo sigue resplandeciente, sin ninguna señal que de momento haga presagiar un cambio. En los alrededores hay pastando cientos de ovejas, que dejan oír sus balidos por doquier pero sin ser molestos, más bien al contrario, son como un coro que ensayara cada una por su lado, con tonos más agudos o más bajos según sus edades y es posible que también según sus humores. Al poco rato de nuestro despertar se escucha la bocina de un vehículo que se detiene en la pista que tenemos no muy lejana de nuestras espaldas. Suena en repetidas ocasiones y, no tardando, el coro de balidos aumenta en número e intensidad.
Nos incorporamos de nuestros duros lechos y contemplamos como acuden manadas de ovejas por todos lados contestando a la llamada del que suponemos es su pastor.
Este sufrido amigo mío me muestra unas heridas en los talones que le han provocado los “pies de gato” durante las jornadas pasadas. La primera impresión que me producen es la de unas ampollas reventadas, muy, pero que muy molestas, pero no para preocuparse demasiado, no creo que le causen males mayores según mi propia experiencia.
En este decorado y con esos talones que le estarán quemando, mi buen amigo se encamina a recuperar esas cuerdas que quedaron colgadas la tarde anterior. La recuperación del material en la montaña no solo es una obligación debido a su alto precio en el mercado, también estamos obligados a dejar limpio el paisaje, tal como lo encontramos o mejor, llevándonos en algunas ocasiones toda clase de objetos abandonados por otros que no fueron muy escrupulosos. Estimo que tendrá que subir unos ochenta metros o alguno más hasta donde montamos ese precario rápel, desmontarlo, recoger las cuerdas y bajar destrepando. Yo que a su lado soy un flojo, mientras tanto me ocupo de recogerlo todo y me quedo al tanto de la llegada de Armando y Marce, ellos no conocen nuestra situación concreta y tendré que llamar su atención cuando les divise a lo lejos en el camino.
No transcurre mucho tiempo y la mañana se ilumina mucho más, ya que aparece esta entrañable pareja con el suministro prometido; estupenda fruta y otros alimentos no menos apetecibles. Siempre me es grata su compañía y en estos momentos mucho más si cabe.
Después de una breve narración de nuestra peripecia, que escuchan con gran interés, luego de una observación de los movimientos que a lo lejos Tino realizaba, ya próximo a recuperar las cuerdas, Armando se encamina a su encuentro para ayudarle a bajar todo el material, así como ofrecerle allí mismo esa jugosa fruta que, tanto le va a reconfortar, como él va a agradecer. Esto luego lo confirman los dos a su regreso.
Ya están con nosotros por fin, Tino y yo nos damos un abrazo tratando de frenar las lágrimas que nos produce la emoción al ver que esto termina. Hemos compartido momentos muy intensos y siento que si cabe, cada vez es más fuerte nuestra amistad. Vuelvo a sentir que tengo la fortuna de tener los mejores amigos que se pueden tener, con él a la cabeza.
Tiene Tino muy doloridos los pies y es al descalzarse los “pies de gato” cuando observamos que las heridas de los talones han adquirido una importancia mayor de lo que parecían a primera hora de la mañana. Con gran estoicismo se traga las grandísimas molestias que debe tener y preparamos la partida hacia el teleférico después de despedirnos de Armando y Marce que van a realizar una pequeña excursión por la zona y quedamos emplazados para cenar ya todos juntos con Maribel.
Volvemos a adoptar esa imagen de raros camellos, mochila grande a la espalda y otra más pequeña al pecho, pero ahora estamos realmente cansados, sobre todo mi amigo con el plus de esfuerzo que ha realizado hace poco rato. El recorrido al teleférico parece que lo hubieran alargado, además es cuesta arriba casi todo el tiempo y hace calor. Mi amigo camina despacio, el dolor tiene que ser tremendo. Tengo una gran preocupación al verlo así y sufro por él.
Parece positivo el hecho de no haber visto hoy ninguna mariposa negra.
Estamos abajo de abajo, quiero decir que hemos bajado del teleférico y pisamos tierra firme en Fuente Dé. El descenso se ha realizado sin novedad y la furgoneta de Tino está ante nosotros, quietecita donde la dejamos y cubierta de una capa de polvo blanco que oculta su verdadero color rojo, avejentado por veinte años de intemperies.
Maribel casi no da crédito a lo que está viendo; dos tipos delgados, uno alto y otro más bien bajito, de aspecto estrafalario, con los pantalones rotos, salen de una furgoneta polvorienta y, se dirigen hacia ella, se parecen a… ¡¡Son ELLOS!!
Debo reconocer y por supuesto agradecer que, en el transcurso de los treinta y muchos años que Maribel y yo llevamos juntos, ha habido momentos un poco angustiosos para ella y por una causa o por otra, yo he sido el causante de casi todos. Es un gran mujer y ha sabido gestionar esos difíciles momentos con suficiente entereza y sobre todo con cariño. No sería de extrañar que algún día se le agote todo esto y me mande ahí, a esa materia que huele tan mal.
En estos días, durante nuestra aventura, Maribel ha estado en constante comunicación con Nathalíe para darle noticias nuestras si las tenía y para tranquilizarla si no las tenía.
Hubo momentos de gran preocupación para ella al coincidir nuestra ausencia de noticias con un grave accidente en otro lado de estas mismas montañas, esto contribuyó también a crear un clima de cierta incertidumbre en las personas de nuestro entorno. Dos montañeros perdieron la vida por un desprendimiento de las rocas mientras escalaban. Maribel escuchó de manera fortuita la narración de ese suceso, debido a la conversación telefónica mantenida por una persona recién llegada al camping, que contaba a su interlocutor lo sucedido con cierto detalle, pues había sido testigo del mismo y estaba muy impresionado. Ella en ese momento no quiso saber donde había sido. Cristina, nuestra hija, al conocer la noticia dada en televisión le llamó para saber de nosotros, pero ambas omitieron hablar del accidente para no contagiarse la preocupación.
Nathalíe desde Madrid debió sentirse bastante intranquila a pesar de sus poderes extrasensoriales. Tino se encontraba en una situación que era nueva para ella. Menos mal que no sabía de la existencia de mariposas negras allí donde nos encontrábamos, que como ya dije, eran invisibles para mi amigo y se burlaba cuando yo decía haberlas visto. Es por ello que él nunca contará nada acerca de estas mariposas.
Después de una reconfortante ducha y de celebrar nuestro regreso comiendo en el restaurante del camping, nos vamos a Potes, y lo primero que hacemos es acercarnos al Centro de Salud para que sean examinadas esas heridas que nuestro amigo sufre en sus talones. Es sometido a una limpieza y una primera cura de las mismas, después de esto, parece que se siente algo más calmado de sus molestias. Para el restablecimiento total de estas heridas necesitó más de un mes.
La tarde trae consigo unos nubarrones que ocultan las cumbres del macizo donde se han desarrollado nuestras peripecias, contemplamos los relámpagos y escuchamos el cañoneo de la tormenta alegrándonos por no estar ahí.
Estamos restablecidos y animosos, estamos contentos y listos para la cita con nuestros amigos, preparados para una emotiva cena. Tiene lugar en un emplazamiento privilegiado, más bien de lujo; un enclave cercano a Santo Toribio de Liébana, con unas impresionantes vistas al valle.
Transcurre la velada animadamente, distendida y enriquecedora como siempre que es compartida con ellos; naturalmente, se echa en falta la agradable compañía de Nathalíe en esta reunión. En el transcurso de la conversación, como tema casi obligado está por supuesto el cambio de impresiones acerca de nuestra reciente experiencia vivida en la montaña, exageraciones y bromas al respecto no faltan, tampoco frases rotundas o lapidarias como la de Maribel:
-Estoy concienciada para que cualquier día, en una de vuestras aventuras, me comuniquen que os ha pasado algo. Tengo claro que Pablo no morirá de muerte natural.
¡Y lo dice toda convencida ! ¡ Vaya unos ánimos que nos da !
¿Qué es eso de muerte natural? Lo natural es morirse, de una u otra forma. ¿No?
Pues… eso, habrá que morirse cuando toque.
Y como colofón de la parte fúnebre-cómica, diré que en mi epitafio tendría que poner: “ NO PUDE SER DE OTRA MANERA, LO SIENTO”
Como es natural, nosotros procuraremos siempre no dar la razón a este presentimiento tan negativo, regresando siempre, aunque a veces lo hagamos un poco maltrechos, para seguir contando nuestras ocasionales incursiones por las vías clásicas que nos ofrecen las montañas.
Los infalibles como nosotros, sólo nos equivocamos el mismo número de veces o más si cabe que los que no lo son, de manera que no hay por qué preocuparse, regresaremos con bien de nuestras aventurillas siempre que sea posible y la suerte nos acompañe.
…Y la noche terminó con un brindis.
Abandonamos Potes al día siguiente, no sin antes acudir nuevamente al Centro de Salud para que vuelvan a practicar las curas en los talones a nuestro amigo y le dejen listo para emprender el camino de regreso a casa. Como teníamos a mano la posibilidad de aprovisionarnos de los excelentes quesos de la zona y sidrinas para acompañarlos, aprovechamos y nos surtimos abundantemente de estos ricos productos.
Compartiendo un estupendo cocido lebaniego nos despedimos de nuestros amigos Armando y Marce, ellos continuarán disfrutando de su vacaciones. Maribel y yo en nuestra furgo y Tino en la suya hicimos el camino de regreso, compartiendo en el camino una fuerte tormenta como despedida.
Esas mariposas negras… No sé si existen en algún otro lugar, ni siquiera puedo asegurar que existan allí donde estuvimos nosotros; en Peña vieja. Tino no llegó a verlas, pero yo, aseguro que sí las vi.
Nota:
Existe una especie de mariposa llamada: Erebia Palarica,
Parece ser que frecuenta la zona de Picos de Europa.
De color marrón oscuro, casi negra, según que ejemplares y contemplada en zona de umbría, no tendría nada de extraño que fuesen las burlonas mariposas que yo mismo vi.
Por estos días en que escribo estas páginas, hay un cartel publicitario en las estaciones de tren que dice:
SI NO TE RECUERDAN, NO IMPORTA LO BUENO QUE SEAS.
En esta misma línea de reflexión también cabría afirmar:
SI NO CUENTAS LAS COSAS QUE TE OCURREN, ES COMO SI NO HUBIERAN SUCEDIDO.
Estas reflexiones podrían servir de pretexto para escribir todo un ensayo, pero por el momento hago uso de ellas para afirmar que lo que aquí he contado, sucedió realmente.
Siendo la amistad parte fundamental de este relato, estas reflexiones han de servirme ahora también para recordar el fragmento de una canción que versa sobre este tema. Al mismo tiempo reivindico la memoria de su cantautor, popular en otro tiempo y ahora casi olvidado.
Se titula, “A mis amigos” y dice así:
A mis amigos les adeudo la ternura y las palabras de aliento y el abrazo.
El compartir con ellos la factura que nos presenta la vida paso a paso.
A mis amigos les adeudo la paciencia de tolerar mis espinas más agudas.
Los arrebatos del humor, la negligencia, las vanidades, los temores y las dudas.
A mis amigos les adeudo los enfados que perturbarán sin querer nuestra armonía.
Sabemos todos que no puede ser pecado, el discutir alguna vez por tonterías.
A mis amigos…
Alberto Cortez
Empecé a tomar las primeas notas no sé que día del mes de Septiembre, dándolo por terminado el veinticinco de Octubre de 2012.
Quedo a la espera de la opinión de los críticos, que deseo sean objetivos en su valoración.
¡Si, si, a ti me refiero!
Gracias por soportar las veleidades literarias de un patán iletrado que seguro no tienen ningún valor como tal.
Siento haberte privado de los peores calificativos al aplicármelos yo mismo, pero no podía darte ese gustazo. Creo que lo entenderás.
Te estoy muy agradecido
Pablo.
Revisado y corregido teniendo en cuenta vuestras sugerencias gramaticales y de estilo.
Gracias especialmente a ti y a ti.