Un poco después de la Laguna grande de Peñalara (2022 m) el grupo se separa. El "grueso del pelotón" sigue la ruta de las lagunas y el resto (6 ó 7) decide subir a Peñalara. Hemos desenterrado el piolet de guerra y vamos ávidos de adrenalina camino de esos tubos aledaños a Peñalara (2430 m). Hacemos nuestra correspondiente canal, casi directa a la cima señera de Guadarrama. Arriba, foto para la posteridad. Un momento de relajo, estiramos las piernas y la vista: la Catedral de Segovia y el Alcázar son perfectamente distinguibles; la Granja y su simetría versallesca, y a los pies del montañon el fabuloso pinar de Valsaín, en la umbría. La siguiente cota, los Claveles (2390 m), con una corta arista que tiene más de alpino que de carpetano. El sol calienta. La nieve funde rápido. La bajada al puerto de los Neveros ( 2094 m) se hace entre extenuante y divertida, está llena de trampas. No sabes cuando vas a meter el cuezo hasta las ingles. Alguno se atora y no va "ni palante, ni patrás". Remontamos el cerro del Nevero, giramos a la izquierda y con pesadez subimos el último repecho, el del Reventón. Topónimo muy ajustado a nuestra circunstancias. Aquí llenamos el buche y bajamos al puerto (2038 m) entre hundimientos y carcajadas. Al fondo, hacia levante, el azul casi añil del embalse de Lozoya, Rascafría y, más cerca, el recogido monasterio de El Paular. Bajamos dejándonos caer, como se deja caer la tarde entre la tranquilidad y la donosura del bosque. Cruzamos el último bosque (poner el nombre del bosque si se sabe), de robles rebollos y llegamos a Rascafría. Son las seis de la tarde. Tomamos algo y, ya en el autobús, entre chanzos y chascarrillos retornamos hacia la urbe.
JOSE FCO. MARTIN