Eso sí, nos lamentamos no haberlo visto desde uno de los mejores balcones del continente. Igual que tampoco dio tiempo para admirar una exposición de carteles del malagueño Pablo Ruiz Picasso, un pintor del siglo pasado, dicen que bueno, que estaba a 50 metros del hotel y terminaba ese día. Disgustos aparte, si que disfrutamos ya anochecido del mar en Calahonda, un concentrado de Mediterráneo, tan perfecto que parece un decorado de cine irreal. Contemplamos el mar iluminado por la luna, casi llena, en el ya nombrado Balcón de Europa. Fue Alfonso XIII a finales del siglo XIX el que le dio el acertado nombre al mirador que se asoma al mar. La estatua del monarca que esta allí recordándolo, se la merecería seguramente más el autor de tan generosa y publica obra. En el siglo XXI ya no se  hacen obras así.

Confieso que conocía la existencia de estos detalles de Nerja por la serie de televisión “verano azul” que marcó mi infancia, y la de muchos de mi generación. También por lo que se ve, el cine dejo huella en este bien conservado pueblo andaluz. Bien agradecido. Después de abrazarnos a una araucaria centenaria, fuimos a visitar el barco de Chanquete. Como pasaba en la película, a pesar de la canción “no nos moverán”, el barco acababa entre asfalto y ladrillos, como vaticinaba la serie. Mercero fue un profeta de lo que le iba a ocurrir a buena parte de la costa. Aun me encontré de casualidad, como se encuentra lo mejor de la vida, de camino de retirada al hotel unas bellezas andaluzas vestidas de lunares y rojo vivo. El rastro del flamenco me llevo al centro cultural del pueblo, donde iba a comenzar en ese momento una gala flamenca. Casualidades. Entradas agotadas, pero me dijeron que esperara por si acaso. Rodeado de guiris deseosos de entrar, amablemente nos permitieron ocupar las vacantes. Pude disfrutar de autentico flamenco, de ese que emociona. ¡Que giros de muñeca! Imposible más lentos y mágicos. Sutiles y cargados de energía a la vez. Zapatazos y sonrisas. Pura gracia. Belleza andaluza y universal a la vez. Insuperable.

Al llegar al hotel nos encontramos con el resto de los “pegasos”. Nos saludamos. Para mi sorpresa ya conozco a la mayor parte de los pegasos. Os agradezco de veras vuestra amabilidad y compañerismo. Aunque llevo pocas salidas ya me siento parte del club, gracias a vosotros.

16 de Noviembre de 2013. A la mañana siguiente tocaba montaña. Subir al cielo. Nos levantamos a las 6 para salir pronto hacia la cueva de Nerja. La pista sale del acceso de la conocida cueva de Nerja. Avanzaos por la pista con los coches, que quedaron cercanos a la bifurcación de 2 caminos. El cruce de un novato y una veterana, mas las ganas de aventura de los sabios mas expertos, nos hicieron dividirnos en 2 grupos. Un grupo seguiría la pista marcada que sube directamente al pico del Cielo por una amplia pista. Los más intrépidos se atrevieron por una subida incierta cresteando hacia la visible cumbre. En su mayor parte el ascenso fue campo a través. Estos últimos lo tuvieron más difícil de lo que esperaban, y la espinosa vegetación les dejo huellas en las piernas, por no decir en otros lugares. Como castigo me toco a mí escribir esta memoria. 

 Al final todos llegamos al cielo. Era en torno a mediodía. El pico del Cielo se encuentra a 1505 metros sobre el mar, coronado por una gran cruz, que lo hace inconfundible. Su cercanía al mar, permite divisar buena parte del Mediterráneo occidental, incluyendo atisbos del otro lado, de la costa africana, en días claros. El día aun era bueno, fresco, pero soleado. En la lejanía se observaban largos nubarrones que descargaban en el mar. El grupo que siguió el camino de la pista, el marcado por el track, llegó como 40 minutos antes a la cima y 10 de ellos, decididos, continuaron la ruta larga en dirección al pico Navachica, mas hacia el interior, con sus 1832 m de altura. Los que seguimos la cresta poblada de matorral mediterráneo nos encontramos con los que decidieron quedarse a comer en el cielo. A pesar del cansancio, 3 de los recién llegados decidieron partir hacia Navachica. Al oírlo no lo dudamos, y se conjuró de nuevo el arrojo novato y la prudencia veterana para que saliéramos como un resorte tras ellos. Al poco tiempo les dimos alcance. Los compañeros nos acogieron y nos animaron a seguir la ruta, a pesar de las dudas que surgieron por la posible falta de plazas en los coches, y lo justo del tiempo. Continuamos por tanto un grupo de 5 persiguiendo al grupo principal de 10. Ambos recorreríamos la ruta mas completa de las propuestas, aunque sin encontrarnos hasta el final. 

Caminando hacia Navachica, el pico se divisa bien en lontananza, lejano y cerca a la vez, en dirección Norte, noroeste. Cruzamos un pinar quemado recientemente. Para mi sorpresa no sentía desolación por los efectos del fuego. Observe los brotes verdes de las plantas junto a los grandes pinos quemados. Mas adelante el terreno más alto, se vuelve rocoso, con menos vegetación. El viento del Norte arreciaba entonces trayendo los primeros copos de nieve del inverno.  Aumentaban las nubes amenazantes, y el mar cada vez mas lejano aun se reflejaba entre ellas. Caminábamos los 5, separados por el desapacible viento, recorriendo la cresta divisoria entre las provincias de Málaga y Granada, la Sierra de la Almijara. A lo lejos se divisaba el Maroma, cubierta la cima por las nubes, cumbre de esta sierra con sus 2065 m de altura.

Coronamos el Navachica (1832 m) y nos reagrupamos. Era en torno a las 2 de la tarde. La cumbre no invitaba a quedarse. El primero de los compañeros intento alcanzar al grupo que iba por delante y que consiguió divisar. El resto observamos el profundo barranco que se abría a nuestros pies en dirección al mar y que debíamos recorrer para descender. A pesar de la evidencia, el track y la tecnología nos hicieron dudar, ya que hay que desplazarse algo a la izquierda desde el pico, retroceder unos 500 m en dirección este, para situarse en el descenso marcado. Paramos a comer algo mas abajo en una zona resguardada del viento entre encinas.

El lugar fue providencial, ya que allí nos encontramos con el compañero que sólo, tras desistir el alcance de los que nos precedían, nos estaba buscando. De nuevo reagrupados los 5. Comiendo desde allí vimos llegar una gran nube que cubrió Nerja y la costa, descargando allí, como luego comprobamos, el agua que almacenaba. A nosotros en lo alto nos respetó. Tan solo se mostró como una niebla alta, que acariciaba la vegetación. Mas abajo, la humedad envolvente, la sorprendente espesura de la vegetación entre rocas verticales, hizo recordar a uno de los miembros del grupo a Canaima.

El barranco de bajada nos sorprendió por su belleza. Esta muy bien conservado por su difícil acceso. El camino esta marcado con hitos. El recorrido sigue, en su mayor parte, el curso del agua, pero a veces hay que desviarse en algunos cortados. A mitad del camino hay una bifurcación, sobre un lugar elevado, elegimos el de la derecha. Hacia la izquierda (este) se dirige hacia el barranco de los cazadores, que puede utilizarse como bajada del pico del cielo. La bajada es vertiginosa. Se abren sorprendentes espacios en cada curva del cauce. La piedra caliza del cauce esta lavada por el agua asemejando un mármol veteado. Pasamos junto un sendero marcado con hitos, que hacia el oeste sube al pico del Almendrón, muy abrupto y con su característica forma de almendra. Divisamos desde lo alto unas minas abandonadas, donde se extraía en el pasado plomo y otros minerales. Justo cuando comenzaba a anochecer llegamos a la pista donde nos esperaban el resto de los compañeros con los coches. Ducha y después, cena estupenda con los compañeros de la montaña.

A la mañana siguiente, el domingo, tras el desayuno, la mayoría pasamos por la panadería – pastelería “El Salvador”. Excelente y muy recomendable, justo frente al Hostal.

 

Nos desplazamos con los coches al cercano pueblo de Frigiliana. Es un pueblo andaluz blanco, perfectamente conservado. No hay un solo edificio que desentone. El domingo el objetivo era subir al accesible “Fuerte de Frigiliana” (1005 m). Es el monte que se encarama sobre este pueblo malagueño. Ascendiendo por las encantadoras calles de Frigiliana llegamos a los campos. La localidad esta rodeada de idílicos huertos. Árboles frutales. Aguacates, granadas, chirimoyas…, un paraíso tropical. Tras pasar el depósito de las aguas que abastecen al pueblo, lugar que recuerda su pasado árabe, por las acequias donde transita el agua. Allí comienza la ascensión por una senda. Al inicio la senda es una escalera de cemento, que luego se convierte en tierra rojiza. No todo el monte es orégano, pero en esta subida abunda el orégano, así como el romero y el tomillo. Algún montañero recordaba el aroma de las pizzerías.

Más adelante hay miradores donde se observaba reconocible el recorrido de ayer. Se divisan los picos más altos de la comarca malagueña de la Axarquía: el Cielo, el Almendrón y el Navachica. Al otro lado el mar, el Mediterráneo, reflejando el sol que comenzaba a calentar. Al llegar a lo alto nos encontramos una romería de gente. Por eso buena parte de los Pegaso seguimos hacia la derecha, hasta otro monte cercano, situado hacia el este. Para llegar a este picacho rocoso se hace necesaria una trepada, que lo hace de mas difícil acceso y por tanto mas resguardado de los turistas. Comimos en lo alto. Observamos la curvatura de la Tierra. Aunque parezca mentira desde allí se hacia evidente el planeta Tierra, abarcando con la vista el azul del mar. El día era tan agradable que bajamos en camiseta. En el descenso aparecía de nuevo Frigiliana. El pueblo visto desde arriba tiene una curiosa forma de 8. Justo en el centro hay un enorme edificio renacentista conocido con el nombre de “El Ingenio”. El nombre hace referencia a la maquinaria que aun alberga para elaborar miel de caña de azúcar. Es el único lugar de Europa donde se produce. El impresionante edificio estaba ocupado antaño por el castillo árabe. Hay un café-terraza inolvidable en uno de los laterales, que merece una tranquila visita. 

Antes de salir con mis queridos compañeros montañeros, admiramos el valle de Frigiliana y Nerja, con la satisfacción de que todavía queden lugares así, bellos, bien conservados. Quizás el “no nos moverán” de la película de Chanquete, si que sirvió para algo. Aún queda un rincón inalterado en la Costa del Sol. Hasta nos permitimos soñar con cambios de sede del club, y jubilaciones anticipadas en calidos lugares. Salimos por cierto los últimos, con pocas ganas de volver al centro de la península, a sabiendas que regresábamos al frío invierno. El viaje transcurrió en un pis pas gracias a la música de Pavarotti y la amena conversación. Al pasar Despeñaperros comenzó a llover. El fin del Sur. Cuando nos dimos cuenta estábamos en la fría ciudad, en casa, pero todavía embriagados y entusiasmados por lo vivido gracias a la montaña.

Datos de participación: 36 participantes. 5 de ellos sin federar.

Concluyo con una frase que leí hace poco, de un célebre montañero: “El mejor montañero es aquel que más consigue disfrutar con la montaña”

 

Ramón Vázquez Molinero

 

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