Afortunadamente la constante vista del collado al que nos dirigimos nos alienta, cada vez más cerca.
Llegados a la Mallata Alta la nieve hace acto de presencia, aunque aún no echamos mano del material invernal, pues está blanda y hay una huella bien marcada por la infinidad de gente que se ha decidido a intentar coronar uno o varios de los picos del macizo.
Vamos parando en varios arroyos para no deshidratarnos y tras aproximadamente cuatro horas de caminata comenzamos a subir la pala de nieve que nos lleva hasta el collado, una pala algo vertical en la que algunos deciden calzar crampones y otros simplemente se apañan con el piolet.
En ese momento el grupo de cabeza compuesto por diez personas, nos informa a la cola (compuesto por cuatro personas), que ha coronado el Pico Argualas, y nos enteramos que otro grupo de nueve personas han ido directamente a coronar Garmo Negro, sin pasar por el resto de picos.
Dos personas del grupo de cola se quedan en el collado a esperar sin acercarse a ningún pico. Otra persona sube al Garmo Negro sin hacer más cumbres uniéndose al grupo que ya está arriba. Yo, desembarazándome de la mochilota, me dirijo a la arista para hacer la cresta completa.
Alcanzo al grupo de cabeza mientras ellos comienzan el cresteo hacia el Algas, pero no me quiero saltar Argualas, así que les vuelvo a perder por un rato. Cuando llego al Argualas hay unos señores catalanes ondeando su bandera y me apresuro en salir de allí. Con mucha atención completo la cresta, pasando por el Algas, desde el cual el camino es mucho más cómodo, y llego al collado donde vuelvo a alcanzar a mis compañeros.
Nosotros subimos y los que se han ahorrado la cresta están ya de vuelta.
Se van notando los metros acumulados, pero llegamos a la cima con un clima excelente. Aprovechamos la buena luz para tomar fotos hacia todas partes porque no hay desperdicio. La clásica marmolera de los Infiernos con los ibones de Pondiellos aún helados abajo enmarca muchísimas poses de los montañeros que allí nos encontramos.
La bajada por camino algo desmenuzado pero bien marcado se hace rápido.
Nos reunimos con los compañeros que se han quedado en el collado y aprovechamos para tomar un breve descanso. Reorganizamos la mochila y tiramos para abajo por el vertical nevero. Nos avisan de que uno de los que van más adelantados ha resbalado unos metros por la nieve, así que la mayoría prudentemente calza crampones para bajar por los tramos más empinados.
Superada la nieve continuamos la bajada por camino conocido hasta un poquito más arriba del desvío de nuestro track, donde localizamos unos hitos que parecen ir en buena dirección y los aprovechamos para evitar bajar 80 metros de más.
Cuando llevamos faldeando un rato nos percatamos de que un participante lleva la suela de la bota despegada prácticamente en su totalidad. Logramos improvisar una reparación con unas bridas y una navaja multiusos sin maltratar demasiado la bota. Reparación que afortunadamente le permitirá terminar la marcha con normalidad.
Habíamos informado de la eventualidad a los compañeros que iban por delante, y llegados a los Ibones de Arnales nos reunimos con ellos, pues habían esperado por si pudieran ser de utilidad. Parece que el invento funciona estupendamente y tras beber agua continuamos hacia el refugio, echando de vez en cuando un vistazo a la vertiente opuesta por la que transcurre el camino que tomaremos mañana, y corroborando la ausencia de nieve en el mismo.
Entre subes y bajas (predominando los bajas) y algún frondoso a la par que sorprendente (para esta altura) pasaje de la montaña, llegamos sin más novedades a la trilladísima Cuesta del Cura, por la que tenemos que ascender para llegar al renovado Refugio de los Ibones de Bachimaña, regentado por el hermano del dueño del Refugio Casa de Piedra.
La bota accidentada recibe cuidadoso tratamiento consistente en la aplicación de un pegamento tipo Epoxy especial, que habiendo dado buen resultado en otras ocasiones, esperamos vuelva a surtir su “magia”. No obstante no deshacemos el apaño de las bridas, pues la bota tiene que llegar como mínimo a Torla.
Tras la cena nos reunimos en la terraza del refugio para hablar de la jornada del día siguiente. Desbordados por la multitud de orugas que van y vienen por el suelo y las paredes, pocos se quedan mucho rato más. Algunos nos planteamos si es más conveniente permitir la entrada de orugas en la habitación o morir abrasados por la ola de calor que azota el Pirineo… en nuestro caso decidimos abrir la ventana, que sea lo que tenga que ser…
Domingo, 30 de Junio
Comenzamos dando un rodeo de lo más absurdo al refugio en busca del camino, que rápidamente encontramos. Tenemos la suerte de ver un zorrillo correteando, imaginamos, en busca del desayuno. Ya en el claro camino los hitos nos llevan por la ladera y pronto nos acercan a la zona de la cañería, cuya infraestructura aprovechamos para progresar. La sensación de estar viviendo una aventura se acentúa cuando nos vemos obligados a atravesar un par de túneles, el segundo el más largo.
Durante el recorrido observamos algunos tramos de tubería sustituida que no han bajado y que afean un poco la montaña además de todo tipo de ñapas hechas para que el agua no escape por las juntas.
Con bastante facilidad llegamos a la intersección con el GR que sube desde los Baños de Panticosa. A partir de aquí continuamos por las señales blancas y rojas en dirección a los Ibones de Brazato y después al collado del mismo nombre, desde el que mirando a nuestra derecha vemos claramente el Pico Baciás, sorprendentemente lleno de gente que no somos nosotros…
Once participantes de la travesía se dirigen al pico y los demás perreamos un ratillo en el collado hasta que los demás vuelven, para comenzar la bajada por el valle.
Al principio disfrutamos de la cercanía del río y del paisaje valle abajo, siguiendo hitos que no tienen mucha pérdida. Al llegar a la parte baja del Barranco de los Batanes recuperamos señales de GR y comenzamos a acompañar al río Ara.
Dada la ola de calor y las horas, y sin apenas un árbol que nos ofrezca una triste sombra, la sencilla bajada se transforma en un pequeño infierno que todos sufrimos en mayor o menor medida. Los más fuertes corren hacia Bujaruelo con el fin de adelantar el momento de la cerveza. Los demás intentamos aprovechar las pocas sombras hasta que por fin llegamos a la parte del bosque, prácticamente en el cruce con la pista, donde los árboles nos dan una tregua que nos permite incluso parar a admirar la flora de la zona sin morir deshidratados.
Un grupo de jóvenes y ruidosos extranjeros se encuentra alojado en el refugio. Cenamos junto a ellos y después llegan las copas. Alguno de nuestros traveseros se achispa un poco más de lo debido y está más dicharachero aún que de costumbre, hecho que propicia un rato de diversión entre los compañeros y él mismo, rememorando historias pasadas.
La mayoría nos acostamos temprano, mañana puede resultar un día largo.
Lunes, 1 de Julio
Empezamos el mes con una ruta bien bonita. Tres personas bajan directamente hacia Torla por el GR, y el resto nos encaminamos a la Faja Escuzana, que transcurre bajo el pico del mismo nombre.
Los primeros metros son costosos, muy empinados. Afortunadamente a primera hora el calor no aprieta y avanzamos bastante rápido.
El camino se dirige hacia el Puerto de Bujaruelo y valoramos seguirlo para luego tomar un camino que parte del mismo puerto en dirección a la Forqueta del Gabieto, pero desechamos la opción por larga, y decidimos subir a la trocha por un cuestorro en el que encontramos algún hito aislado. Llegamos al pequeño circo coronado a la derecha por la Forqueta y nos permitimos un descanso antes de continuar.
En el circo los hitos ya son abundantes y enlazan con el camino del puerto. Visto desde aquí nos alegramos de no haberlo tomado, pues parece que sube mucho más de lo necesario, y no sólo hubiésemos caminado más distancia, sino más desnivel.
Ya en único camino subimos, no sin cierta dificultad, hasta la Forqueta del Gabieto. El camino es muy pendiente y descompuesto, aunque afortunadamente el nevero que hay se evita sin problemas. Los últimos metros nos cuestan a todos, pero la recompensa merece la pena.
Excelentes vistas al frente que aprovechamos para las fotos y a nuestra izquierda la zona que recorreremos a continuación, a primera vista imposible. En un segundo vistazo descubrimos unos puntos de colores que resultan ser montañeros. Vaya, parece que es por ahí…
Desde la forqueta el camino fácil es el que baja unos pocos metros para volver a subir, aunque algunos nos liamos más de lo necesario trepando para no perder nivel. Acto, debo decir, completamente innecesario.
De nuevo en el camino claro y dejando el Gabieto Sur imponente sobre el valle a nuestra izquierda, nos adentramos en las primeras zonas de faja.
Realmente es una zona bonita que impresiona. Nos vemos obligados a pasar junto a un gran pedazo de hielo que aún no se ha derretido pero que con el calorazo que hace tiene sus días contados. Un poco más adelante echando la vista al frente nos encontramos con una pared. Nos disponemos a escalar, pero al llegar al paso descubrimos que hay un práctico pasillo a nuestra izquierda que se adentra en la faja para sortear el paso. ¡Qué chulada, jeje!
El único punto que encontramos algo complicado es una pequeña trepada que está algo resbalosa por lo lavada. Parece que este camino es algo más popular de lo que yo creía.
Pronto superamos la zona de faja y salimos de nuevo a cielo abierto. Allí encontramos a un grupo de franceses que acaban de bajar del Mondarruego y se disponen a comer. Nosotros elegimos un camino que se aleja primero del pico en dirección a la punta Escuzana para luego subir en pendiente moderada hacia el collado que hay bajo el Mondarruego.
En este collado abandonamos las voluminosas mochilas para ascender los últimos 100 metros, ciertamente pendientes, y disfrutar de las vistas.
El hambre apremia, y nos quedamos poco rato en el pico. Nos reunimos en el collado con el único participante que se había quedado esperando, y mientras comemos se cuentan chistes que son bien acogidos, en general. Dos participantes se acercan a la Punta Escuzana.
Llega la hora de bajar hacia el Circo de Carriata. Comenzamos siguiendo buen camino aunque en algún punto lo perdemos y terminamos durante un pequeño tramo yendo a la trocha por las rocas puntiagudas y calizas.
Al participante que tuvo el primer día un problema con la suela, se le despega la suela de la otra bota, pero no quiere apaño ninguno está vez. Está cansado y quiere bajar ya, y deshacerse de las maltrechas botas.
El paisaje que nos rodea es realmente precioso, la pendiente da un respiro en la zona del circo y nos vemos sorprendidos por un sumidero que se traga las aguas que hay en la cuenca. El agua cae por el hueco y da la impresión de caer muy muy abajo… ¿por dónde saldrá de nuevo?
A partir de aquí comienza la parte más vertical del recorrido. Uno de los participantes quiere conocer la Faja de las Flores y al día siguiente pretende subir al Perdido, motivo por el cual se la perdería. Decide desviarse para hacer un recorrido de ida y vuelta por la misma.
En el desvío hacia el Tozal del Mallo encontramos algunas mochilas, y mirando hacia el pico vemos a los tres participantes que se han acercado a admirar las vistas.
Cuando se reúnen con el grupo principal comenzamos la bajada por la variante de las clavijas, y nos damos cuenta de que no es buena idea que nadie baje solo por ahí. Cuatro personas esperamos al compañero que había marchado por la Faja de las Flores.
Tras un buen rato de esperar se une a nosotros y sin más contratiempos comenzamos la bajada, superando con cuidado la zona de clavijas, y acelerando después.
Como en toda la zona el camino está muy marcado y no tiene pérdida, y ya en la parte más baja unos carteles nos dirigen directamente a la pradera, evitando que caminemos los últimos metros por carretera.
Son apenas las siete de la tarde, y algunos compañeros deciden tomarse la cerveza en el centro de información que hay en la pradera en lugar de bajar directos a Torla, aunque otros, como el participante al que se le despegan las suelas, baja directamente en busca de unas botas nuevecitas para poder continuar sin más percances.
En mi caso tomo el primer bus y bajo a reunirme con los compañeros que bajaron directos desde San Nicolás de Bujaruelo hasta Torla.
Estos me comentan que el sendero les ha sorprendido por lo bonito. La ruta ha sido corta, no obstante, y se han dedicado a hacer compras y encargos para rellenar el día, no olvidándose de relajarse en alguna terracita al amparo de una cerveza bien fresquita.
Los compañeros que habían tomado en la pradera su cerveza se dirigen ya hacia el hostal. Todos dejamos los achiperres y nos duchamos para ir rápidamente al restaurante La Brecha, donde se encuentra sentado en la mesa de al lado el grupo de jóvenes extranjeros que nos encontramos la noche anterior en Bujaruelo. Hummm… ¿nos siguen?...
En general la comida está buena, aunque varios malentendidos y poca voluntad por superarlos por parte de la gerencia hacen que el trato no resulte de los mejores.
Todo lo contrario del trato con D. Vicente, regente del Hostal Alto Aragón donde nos alojamos, que a pesar de ser algo callado, resulta tremendamente amable y colaborador en los tratos previos, en los que tenemos con él esa noche, y al día siguiente en el desayuno.
Se nota aún la ola de calor y más estando tan bajos, así que de nuevo jornada nocturna de ventanas abiertas para pasar la noche.
Martes, 2 de Julio
El estupendo desayuno nos llena de fuerzas para enfrentarnos a la jornada de hoy.
Debido a motivos personales una participante (o participanta) tiene que volver a Madrid, así que con pena nos despedimos de ella junto al hostal, y le deseamos buen viaje.
Nos dirigimos hacia la parada del bus que sube a la Pradera, donde compramos nuestro billete, y seguidamente nos montamos en el bus. Mientras sigo teniendo cobertura aprovecho el viaje para gestionar el reciente cambio en el número de plazas.
Llegados a la Pradera nos dividimos en grupos: Tres participantes suben por la directa con el objetivo de coronar el Monte Perdido, siete caballeros marchan por la alternativa propuesta de la Faja de las Flores, y cinco personas nos dirigimos al desvío de la Senda de los Cazadores, como alternativa extra sugerida la noche anterior por uno de los veteranos compañeros.
La primera subida es muy intensa y sin tregua hacia el mirador. El camino, como casi todos en esta zona, no requiere de habilidades especiales (salvo la buena forma física) para seguirlo. A medio camino nos encontramos con un jovenzuelo proveniente de Colorado (USA) que nos transmite entusiasmado la grata impresión y sorpresa que le ha causado este, nuestro paisaje pirenaico. La breve pausa nos enorgullece y a la vez nos da un respiro en el trabajoso camino.
Entre turistas llegamos al mirador, donde se encuentra un pequeño techado. Hacemos alguna foto y continuamos, ya por terreno menos empinado, hacia la Cola de Caballo. A nuestra izquierda vamos descubriendo los insignes picos del macizo.
Antes de llegar a la zona de la Cola de Caballo el camino baja (afortunadamente no hasta la misma Cola), para volver a subir por el llamado “camino de las mulas”, que tiene tramos algo resbalosos y verticales, y resulta incómodo, pero pronto nos permite contemplar el recientemente ampliado refugio de Góriz.
Llegados a Góriz nos encontramos con un adelantado del grupo de la Faja de las Flores, y recibimos noticias del otro grupo que ha conseguido hacer cumbre en Monte Perdido (sin llegar a pisar nieve), y que se ponen en marcha hacia abajo.
Nos duchamos ¡¡¡con agua caliente en Góriz!!! durante cuatro aprovechadísimos minutos, y después tenemos tiempo de echar un vistazo a la muy necesaria ampliación que por fin se ha completado.
Unas pipas y charla mientras van llegando el resto de grupos y esperamos a la cena. Hace algo de fresco y apetece rebequita, por lo que oficialmente podemos deducir que ha terminado la ola de calor en Pirineos.
Realmente se ve poca gente en el refugio y da la impresión de que hay mucha menos congestión que de costumbre. Todas las camas están ocupadas, pero los campistas que suelen abundar no se han animado en esta ocasión. Además parece que las mesas están repartidas, y el comedor resulta mucho más apacible de lo habitual.
Por tercer día consecutivo nos encontramos con el grupo de jóvenes extranjeros… ¿van a seguirnos toda la travesía?...
Los guardas del refugio nos desaconsejan la ruta prevista para mañana porque consideran que no es seguro con mochilas pesadas, y nos hacen el favor de llamar a Espuguettes para confirmar el estado de la vía. Nos confirman que no hay nieve en el tramo que llaman las “escaleras”, pero nos advierten que evitemos el tramo en caso de que esté mojado. Basándonos en experiencias de subida anteriores y en la capacidad general del grupo, decidimos que en principio todos (salvo quizá un participante), bajaremos por allí.
Un tradicional “pumba” a las cartas antes de ir a dormir para algunos, y directamente relax pre sueño para otros.
Relato de Jose
Ya llevamos en nuestras piernas y “pieses” 3 días de dura travesía. Al menos esta noche la hemos pasado en un hostal y, la mayoría, hemos podido descansar, y ¡bien comer!, para afrontar la dura jornada que nos aguarda.
El desayuno, por el tipo de alojamiento y su situación, en el pintoresco pueblo de Torla, comienza más tarde de lo habitual, aunque, como contraprestación, es bastante más abundante y apetitoso. La salida se retrasa por encima de lo deseado y aún tenemos que coger el autobús que, en unos 20 minutos, nos dejará en la Pradera de Ordesa desde donde comenzará hoy la andadura.
Los tres grupos en los que nos dividimos partimos desde la Pradera, unos por la senda de los cazadores, otros por la faja de las flores y nosotros por el fondo del valle. Nos volveremos a reunir, a la caída de la tarde, en el Refugio de Góriz.
Damos los primeros pasos con una hora de retraso sobre el horario deseado. Nuestro pequeño, pero animoso grupo, lo formamos tres “montañeros”, Jon, Alfonso y un servidor. ¡Nos espera una dura y larga jornada!
Desde el inicio del recorrido vamos un poco agobiados por el horario. Los primeros kilómetros son fáciles, ascendemos rápida y progresivamente, al principio no nos encontramos las duras rampas de otros días, tras recorrer el bellísimo valle de Ordesa en el que, aunque muy sucintamente, hemos podido contemplar sus impresionantes cascadas, las paradisiacas gradas de Soaso y, como colofón, la Cola de Caballo, en algo menos de 2 horas llegamos al pie de las clavijas de Soaso, con cuidado y cierto nerviosismo por parte de alguno, las pasamos sin contratiempo. Nos encontramos en el enorme plató que recorremos animosamente y que, sin demasiado esfuerzo, nos conduce hasta Góriz. Como anécdota y, algo que nos pareció increíble, poco antes de llegar al refugio encontramos un billete de un dólar inmóvil sobre la hierba, presagio de buena suerte pensamos.
Alrededor de las 12:00 h. llegamos al refugio, hemos tardado menos tiempo del previsto y, parece, finalmente podremos acometer la subida al Perdido sin demasiada presión por el horario. Nos registramos, nos asignan la habitación, los camastros, los de los 15 “pegasos”, y nos subrayan los horarios: las duchas finalizan a las 18:30., la cena es a las 19:00 h. ¡Otra vez las prisas ¡
Son las 12:45 h. y, tras dejar la mitad del peso de nuestras mochilas, partimos hacia el Perdido. Alfonso, que es el más preocupado de los tres por el tiempo, encabeza la marcha y lo hace a un ritmo rápido, tal vez demasiado rápido.
El camino es fácil de recorrer y está bien hitado, apenas encontramos dos-tres terrazas en las que tenemos que utilizar las manos para progresar. En dos horas estamos a pie del Lago Helado, que, por cierto, no lo está.
Estudiamos el tramo de ascenso que nos queda hasta la cumbre, la escupidera. Tres personas descienden a gran velocidad, decidimos esperar a que lleguen a nuestra altura, parecen muy eufóricos, no sabemos si a causa de su juventud, de la falta de oxígeno o, por haber inhalado otras sustancias, les preguntamos sobre las condiciones del terreno, nieve, …, tras sus comentarios, que coinciden con lo que hemos observado, iniciamos la última parte de la subida. Este tramo es el que presenta mayor pendiente y también el más “delicado”. Decidimos evitar, ya que se puede, el gran nevero que se prolonga hasta la cumbre. Al principio ascendemos por fácil promontorio rocoso y, tras pasar la escupidera, el terreno se complica, a la fuerte pendiente se suma la piedrecilla suelta, húmeda, inestable que algún “descerebrado” califica como terreno “heterogéneo” y otros lo hacemos como “terreno caca”, cada paso lo repetimos dos y hasta tres veces para poder avanzar apenas medio metro, es absolutamente agónico. Apenas quedan 100 m para hoyar la cumbre cuando Alfonso decide, no sin mi sorpresa y admiración, parar, dejará la cumbre para otra ocasión, y esperará a que, Jon y yo, descendamos.
Son aproximadamente las 14:30 h cuando, ¡por fin!, hacemos cumbre. Abrazo, felicitaciones mutuas y apenas cinco minutos para contemplar el infinito mar de montañas del Pirineo, hacemos un ‘selfie’ y comunicamos nuestra posición, a través de la emisora, a nuestros compañeros.
¡Ahora a bajar! En unos quince minutos llegamos a la altura de Alfonso. Tras pasar la Escupidera decido bajar por el nevero, ya que al subir nos habíamos cruzado con una pareja que descendía por él y, aparentemente, lo hacía sin dificultad. El descenso hasta el lago me resultó fácil y cómodo. Otra pequeña parada en el lago para hidratarnos y comer algún dátil, alguna almendra y, a continuación, proseguir el descenso. Vamos bien de tiempo y, seguramente, nos podremos duchar.
Deshacemos el recorrido de subida y nos dirigimos hacia Góriz, cuando llegamos nos encontramos con los compañeros que habían llegado por la faja de Pelay, los de la faja de las Flores aún no han llegado.
Aun disponemos, antes de cenar, de una hora para ducharnos y tomar la merecida cerveza con la que terminamos cada una de las jornadas y único motivo racional por el que considero nos damos estas palizas ¡más de 2100 m ascendidos en una jornada! y mañana otra.
Foto de grupo en la puerta de Góriz para comenzar el día.
El día amanece brillante, por lo que la mayoría se atreve con el Casco, mientras únicamente seis personas nos dirigimos directos a la Brecha de Rolando. El camino es sencillo hasta el Paso de los Sarrios. El paso presenta una incómoda mezcla de nieve y tierra que nos hace extremar precauciones pero que superamos sin mayores percances.
Pasada la Brecha reparamos en una nube gigantesca y muy amenazadora justo sobre el Casco, y en las nubes abundantes y repletas de tormentas que campan a sus anchas sobre la vertiente francesa.
Siguiendo las recomendaciones de los guardas de ambos refugios cambiamos sobre la marcha la bajada programada, optando por bajar hacia el pueblo de Gavarnie dirigiéndonos al norte, por el valle des Pouey Aspé, que baja hasta el mismo pueblo. Evitamos llegar hasta el Puerto de Bujaruelo tomando un camino que baja en trocha muy vertical hacia el valle. Aprovechando el mapa Topopirineos que lleva uno de los participantes, decidimos tomar un camino alternativo para no bajar hasta abajo del todo, caminando uno o dos kilómetros más, pero enlazando a la misma altura que el track, en el Hotel du Cirque du Gavarnie.
Tras la decisión todo parece ir bien, aunque vemos descargar fuertes tormentas sobre las montañas frente a nosotros. Tomamos el desvío correspondiente. Llegado un momento el sendero simplemente desaparece, y para más inri las tormentas nos alcanzan, lanzando rayos y truenos, seguidos por una lluvia pesada y caladora, mezclada diría yo, con algo de granizo.
En ese momento el grupo que estaba en el Casco contacta con nosotros y nos informa de que todos menos tres participantes han preferido evitar las escaleras y están bajando por nuestro camino, siguiendo un track que llevaba uno de ellos. Los otros tres han bajado por las escaleras.
La lluvia-granizo nos recuerda que tenemos que taparnos y a nuestras pertenencias y una vez hecho nos dirigimos de nuevo hacia el valle en busca de camino bueno. Tenemos alguna disputa sobre el camino a tomar: en la vertiente opuesta está el GR, muy cómodo, pero nos hace bajar demasiado; la otra opción es afirmar nuestra apuesta por el desvío que no nos haga perder altura, aunque no estamos seguros de si el camino marcado en Topopirineos volverá a desaparecer. Finalmente ante la afortunada insistencia de dos participantes gana la alternativa de no subir, y tras recuperar restos del camino y bajar por una pendiente bastante mojada, terminamos en un puente en el que se cruzan un par de marcadísimos caminos que para más seguridad presentan carteles indicando direcciones, uno de los cuales claramente señala “Cirque du Gavarnie”. ¡Estamos salvadooos!!!...
En este momento también deja de llover, y todos nos relajamos y marchamos confiados por el camino hacia el circo, que resulta estar rodeado por un bosque precioso y que todos disfrutamos.
Casi llegando al Hotel du Cirque los tres compañeros que han bajado por las escaleras nos comentan por radio que llevan en el Hotel un rato y que van a continuar hacia el refugio. Al llegar al refugio constatarán que el camino por las escaleras era perfectamente practicable (incluso mojado), por todos los miembros del grupo. Y que los guardas, como es su obligación, se ponen siempre en lo peor.
Nos sentamos en la terraza del Hotel y nos sorprende el “sablazo” que nos dan por la botella de agua: 750cc 5 euros!!, auch. No tiene nada que envidiar a la que recogemos por los manantiales y arroyos que hay por doquier.
Cuando el sol termina por apartar a las nubes que quedaban nos volvemos a poner en marcha, puesto que la cena en el refugio francés está prevista a las 19:00.
Nos tomamos este último tramo con calma, pasando junto a los cantiles y admirando las flores. Pasamos junto al refugio de la Pailla y un poquito más adelante tenemos el desvío al Espuguettes. Desde el mismo desvío echamos la vista arriba y vemos el refugio, y calculamos que 45 minutos es mucho... pero no… Por algún motivo el ascenso se va alargando, estos últimos metros nos están costando. Al menos las pausas se ven recompensadas al mirar prácticamente a todas pares, hacia el corredor Swan, a la zona del circo de Gavarnie y la Brecha, a lo lejos a nuestras espaldas el Vignemale… este refugio está situado en un enclave privilegiado, debemos reconocerlo.
El último grupo que ha bajado hasta el mismo valle nos alcanza y poco a poco vamos llegando todos y nos aseamos como podemos en este refugio que no tiene ducha.
Los burros que acarrean provisiones esquivan ágilmente el parco cercado que anecdóticamente “les retiene”, para aprovechar el descuido de un participante y, hurgando en su mochila, hacerse con su protector bucal. “Ésta espléndida dentadura hay que cuidarla”, pensarán los pobres burros…
Tras la cena nuestra charla habitual con respecto a la actividad y alternativas del día siguiente, con el fondo del atardecer sobre el Vignemale, y el Casco, y el corredor Swan...
Con esa preciosa estampa y con o sin protector bucal (según el caso), nos vamos a dormir, para que se haga mañana.
Jueves, 4 de Julio
La Hourquette d’Alans nos espera no por mucho tiempo, porque aunque el camino es de subida, es tremendamente cómodo, muy amplio y pisado y con muchas zetas. Un participante se desvía antes de llegar a la Hourquette hacia el pico Pimené, y los demás nos “desglosamos” en el collado. Un grupo de cuatro personas deciden subir por la Canal de Tucarroya para ascender los Astazus, otro grupo de tres se decide por la opción difícil programada para ese día, subiendo por la misma canal hasta el Lago Marboré y después subiendo al Pico Pineta. El resto nos dirigimos directos hacia el collado que tenemos enfrente, del Puerto Viejo de Pineta o de la Lera. Comenzamos casi todos juntos bajando por camino bien marcado, pero antes de bajar del todo tomamos un camino señalizado que sale hacia la derecha y en dirección hacia el collado de la Lera que es nuestro objetivo. Sólo tiene un tramo muy corto algo pendiente de bajada, el resto es camino claro y que ahorra unos cuantos metros de desnivel, hasta unirse de nuevo con el camino principal más adelante.
Por este camino también encontramos el desvío a Tucarroya, y llegado el mismo deseamos un buen día a los compañeros que van a hacer picos.
Una zona de rocas difumina el camino brevemente, pero únicamente hay que mantener el nivel, siguiendo los claros hitos. Llegados a la intersección con el camino principal se torna aún más cómodo. Son pocos metros de subida y se hacen pronto.
En el Puerto de la Lera hace algo de aire, aunque afortunadamente hay un “fortín”, en el que podemos resguardarnos. Esperamos al compañero que había quedado atrás ascendiendo al Pimené, y cuando llega, nos ponemos en marcha en busca del Parador y un buen plato de huevos fritos, que para uno de nuestros más míticos Pegasos, constituye un manjar imprescindible en cualquier travesía que se precie.
El principio de la bajada es de esos de piedras agradecidas, en las que avanzas tres metros con cada pisada. Si vas con cuidado, te fumas trescientos metros en quince minutos. Cuando acaban las pedreras el camino sigue resbaladizo, y no podemos evitar algún culetazo.
Pero el descenso en general es rápido. Las botas nuevas hacen heridas a uno de los participantes y hacemos una parada para curar y aliviar, y después continuamos. Al llegar a la altura del Parador intentamos cruzar el río, pero desistimos porque encontramos el chiringuito de la Pradera, y organizamos unas mesas para comer lo que nos ofrezcan. No disponen de luz, así que nada muy elaborado… Los huevos tendrán que esperar…
Al terminar nos volvemos a calzar y comenzamos bajando por la pista de la derecha del río marcada en el mapa, que… simplemente desaparece. Imagino que se la llevaría el río, pero el mapa del IGN no está actualizado. Volvemos hacia el puente y buscamos el GR que transcurre a la izquierda, muy cerquita de la carretera.
En apenas media hora hemos llegado al refugio.
En la recepción hay un caballero inglés que trata de entenderse con el guarda del refugio: el inglés dice que quiere dos picnics para subir mañana a recoger a su mujer a la que ha dejado acampada en el Collado de Añisclo. El guarda dice que la mujer ha llamado solicitando que alguien suba a buscarla porque su marido la ha abandonado. El inglés dice que ha quedado en hablar con ella a las 19:00 horas, y que ella dispone de tienda, agua, comida y móvil, y que subirá a buscarla al día siguiente por la mañana (con los picnics) porque hoy está agotado.
Nosotros nos duchamos, lavamos… y ya solo quedan las cervezas.
Es prontísimo, y varios participantes terminan bastante “mareados” antes de que lleguen los machacas del grupo. Cuando el guarda nos llama para cenar al estilo “La Casa de la Pradera” y al levantamos, alguno se da cuenta de que más que mareado está bolinga perdido.
El caballero inglés a las 19:00 consigue hablar con su mujer y, aunque nos ofrecemos para acompañarle, puesto que al día siguiente llevaremos el mismo camino, nos dice que prefiere madrugar más de lo que tenemos planeado.
De nuevo nos reunimos para valorar las opciones del día siguiente e informar de la hora de quedada con el taxi y nos marchamos a la cama.
Relato de Ricardo M. – Ascensión Astazu
Tenía recuerdos imprecisos de haber subido a los Astazu hacía tiempo. La imagen característica de los picos peinados a bandas la recordaba perfectamente, no así el punto en el que se debía iniciar el ascenso. Íbamos recorriendo la orilla sur del lago de Marboré, hacia el oeste, entre rocas y neveros ocasionales, hasta acercarnos a la base del Astazu oriental. Llevábamos la intención de subir del tirón, a la aventura, en vez de dar la vuelta por el camino que pasa por el collado de Astazu o por el de Swan.
En la aproximación a la pared ya hubo que trepar un poco para salvar la parte más inclinada de un nevero que no nos daba confianza sin crampones ni piolet. Desde aquel punto ya vimos una "veta", un poco distinta de las demás y de un color especial, que nos llamaba. Allá que fuimos cruzando el nevero por la parte más estrecha, sin complicaciones, y nos agarramos a la roca. Los estratos calizos levantados hasta la vertical por las gigantescas fuerzas orogénicas, impresionaban. Enfrente, en el Cilindro, se veían plegados y retorcidos, indicando el mismo origen aunque diferente historia.
Iván y yo, separados unos pocos metros, comentábamos los pasos y la fiabilidad de los agarres. La textura era muy cambiante: de roca viva, sólida y de una pieza, pasaba a los pocos metros a otra disgregada y frágil. Con la ilusión de la cumbre "escalábamos con la respiración agitada pero con muchas ganas, y la variedad de la roca nos mantenía entretenidos", en palabras de mi compañero.
Después, la inclinación ya cedió y en pocos minutos más llegamos a la cumbre donde nos abrazamos "Astazu, Iván y Ricardo", pues un poco de tensión sí se había acumulado. Esperamos un rato hasta que llegaron José Aguilar y Jon y después de unas fotos tiramos cada grupo por donde había llegado.
El descenso lo empezamos muy alegres pero hubo que retroceder un par de veces para buscar alternativa porque se complicaba. "Pasos largos de pies, encajonados y muy disfrutones" nos dejaron de nuevo en el nevero que ahora ya, con la nieve más blanda por la hora, no presentaba problemas. Varios neveros después, andando y deslizando, llegamos a las mochilas en donde, antes de continuar hacia Pineta, repusimos fuerzas con la alegría de haber conseguido el reto.
Viernes, 5 de Julio
Un participante que se había (casi literalmente) desollado los pies en la bajada desde los Astazus, prudentemente decide bajar por el camino corto hasta Bielsa, junto a otros tres participantes que no tienen ganas de ruta larga hoy.
El resto comenzamos cruzando un río que engulle zapatillas (el fango del fondo), pero que caminando un poco más hacia delante por el camino marcado, es perfectamente evitable. Las prisas…
Enseguida comienza la cuesta bestial. Estamos en sombra, pero la vegetación hace un efecto como de invernadero, y nos hace sudar y sufrir casi cada metro. En muchas partes tenemos que trepar, y la verticalidad constante nos va agotando. Pasado el desvío a la Faja Turmosa definitivamente cualquier atisbo de sombra desaparece, aunque en mi caso encuentro el tramo infinitamente más llevadero porque por fin corre el aire.
Nos cuesta unas tres horas subir esos mil doscientos metros de desnivel. Llegados al collado de Añisclo descansamos brevemente y nos ponemos en marcha en dirección al cañón siguiendo el GR.
El caballero inglés, sin mochila, se acerca al collado a hacer unas fotos. Le pregunto cómo está su mujer, y entre risas me contesta que “angry”, aunque bien. Me comenta que van a bajar a Fuenblanca para pasar la noche y al día siguiente subirán a Góriz. Un poco más adelante, muy cerca del camino, vemos a la señora recogiendo el campamento. A pesar de lo gracioso que le parece a su marido, yo a ella no la veo muy contenta, pero yo que sé… esto de las relaciones es un misterio.
Nos quedan 16 km, y tenemos que estar a las 17:00 abajo del todo, pero en general hay un ambiente como de relajación… paramos a comer en la Fuenblanca, y tras esa pausa, vamos dándonos cuenta de que quizá el cálculo del tiempo de bajada ha sido demasiado optimista.
Comenzamos a acelerar, y los diferentes grupos que andábamos algo desperdigados nos vamos juntando.
Finalmente debemos pasar por el cañón a toda velocidad, sin poder parar a observar nada, ni a comer ni un triste 'cacagüés', aunque alguna fotillo cae.
Los primeros que llegan al final del camino se montan en una furgoneta ocupada en parte por los participantes que habían bajado directamente a Bielsa, y los últimos en llegar montamos en la segunda furgoneta. El comprensivo conductor, no se enfada porque a pesar de nuestros esfuerzos por ser puntuales, hayamos llegado 20 minutos tarde. Gesto que se agradece.
Ya en la furgoneta podemos descansar un poco, y alguno se echa una cabezada en el trayecto hasta los Baños de Panticosa, donde se encuentran nuestros coches. La segunda furgoneta llega al destino a la vez que la primera, así que nadie se ve obligado a esperar.
Religiosamente abonamos los servicios a los conductores según el precio acordado, y nos dirigimos al pueblo de Escarrilla, concretamente al estupendísimo Hotel el Sarao, donde dormiremos esta noche.
El propietario y gestor del hotel es una persona encantadora y tremendamente colaboradora. El trato con él desde el primer momento ha sido excelente, y llegados al hotel los servicios y atenciones incluso superan las expectativas. Lugar definitivamente MUY recomendable.
Ya aseados y vestidos como personas bajamos a cenar al restaurante del hotel. Mientras saboreamos la espléndida cena van llegando algunos participantes del fin de semana, quienes incapaces de resistirse, se incorporan a las mesas para pedir su propio menú.
Pequeño resumen del fin de travesía y opciones disponibles para el día siguiente, y algún corto paseo para aligerar los estómagos antes de ir a dormir. Hemos vuelto a las bajuras y se nota que hace más calor, aunque la cama comodísima lo compensa todo.
Sábado, 6 de Julio
Desayunazo abundante y sabrosísimo tipo buffet que nos garantiza energía no sólo para hoy, sino para varios días…
El participante que se hizo daño en los pies haciendo Astazus sigue teniéndolos mal, así que tanto él como los ocupantes de su coche marchan a Madrid.
Nos despedimos de ellos y nos organizamos para subir al embalse de La Sarra, donde dejaremos los coches para comenzar a caminar. Es algo tarde y empieza a haber problemas de aparcamiento.
Comenzamos a caminar prácticamente entre multitudes… este GR es muy bonito y sencillo y muchas familias aprovechan la circunstancia para disfrutar de la naturaleza sin tener que realizar demasiado esfuerzo.
Pasamos un primer desvío hacia el Pico Arriel que indica muy claramente que no es el desvío a los Ibones de Arrieles, así que obedientemente continuamos hacia el siguiente desvío.
Este nuevo desvío también convenientemente señalizado sí es el que debemos tomar. Hace un giro brusco y es claramente mucho más pequeño que el camino que llevamos, así que en este punto perdemos de vista a mucha de la gente que va por el camino principal. Uno de los participantes no tiene el día de picos y decide seguir directo hasta el refugio.
Nosotros seguimos según la ruta planeada. No deja de ser un camino señalizado aunque en este primer tramo hay que andar pendientes de los hitos para no dar demasiadas vueltas.
Algunas de las personas que nos preceden parecen dirigirse al collado de la izquierda, pero nuestro track, y el camino señalizado se dirigen a un pequeño colladete que se ve a la derecha.
Es la entrada a los primeros ibones, un paraje realmente agradable. De nuevo el camino es claramente identificable, y también vemos el desvío que tomaremos para ir hacia el refugio, una vez finalizada la gesta de hoy.
Pero para eso aún quedan algunas horas. Por radio recibimos noticias de que las personas adelantadas habían parado en el Ibón Superior, y que de nuevo se ponen en marcha. Dos de los participantes del finde no van a hacer Palas, sino Balaitus, y en esta zona se separan del grupo.
Nosotros, unos metros más abajo, rodeamos el Ibón Inferior por su derecha siguiendo fielmente el camino y nos dirigimos al siguiente colladete. Vemos una pequeña presa a la izquierda cuyo desagüe nos lo pone difícil para cruzar sin mojarnos, pero una vez superado el paso rápidamente llegamos al Ibón Superior, donde nos espera un participante, junto con una compañera del club que no está inscrita en la salida pero que se ha encontrado con nosotros en el pueblo y nos ha acompañado hasta este idílico lago para dar un paseo.
Llegados nosotros observamos a los adelantados progresando por la ladera, aproximándose a uno de los pocos neveros que quedan.
Los que nos habían esperado marchan hacia el refugio, y nosotros, que somos la cola del grupo, comemos algo, escondemos mochilas apropiadamente, y con la mochila bien ligera y provistos del casco aconsejado, nos ponemos en marcha.
En nuestro caso terminamos haciendo una “trocha” hacia el inicio de la chimenea, puesto que el terreno lo permite. Evitamos la nieve, y, aunque en algunas partes se torna vertical, se trata de un terreno incómodo pero manejable. Llegados al circo los bloques son grandes y mejoran un poco las sensaciones, pero no deja de ser un camino exigente porque es todo para arriba, oye… que siempre ponen estas cosas en lo alto…
En el inicio de la chimenea de subida al Palas encontramos a uno de los participantes que ha parado tranquilamente a comer y que no va a subir al pico.
Finalizada la chimenea y llegados al colladete, comienzan a llegar los compañeros que han hecho cumbre hasta nuestra posición.
Hacemos una breve parada, nos ajustamos bien el casco, y nos dirigimos a la trepidante chimenea. Por suerte no baja nadie mientras nosotros subimos.
Dado que es tarde, ya hemos subido este pico en otras ocasiones, y ya hemos superado la parte más atractiva de la ascensión, nos ahorramos los últimos ciento y pico metros para bajar con el último grupo.
Llegados de nuevo a la base de la chimenea algunos de los participantes deciden continuar bajando por un nevero bastante vertical, algunos desprovistos del material necesario para la autodetención, a pesar de las advertencias del resto del grupo.
La mitad del grupo seguimos los hitos que marcan buen camino hacia el ibón y rápidamente nos damos cuenta de que era la mejor opción, puesto que avanzamos con mucha mayor rapidez que el grupo que baja por el nevero.
Finalmente llegamos a un nevero que está en medio del camino señalizado, y esta vez sí que atravesamos todos. Echamos mano del piolet para estabilizar, no vaya a traicionarnos esta nieve blanducha y resbalosa, y llegamos al siguiente tramo del “sendero” (por llamarlo de alguna forma). Es delicado porque resbala y está muy descompuesto, pero ¡hay que ver qué rápido se baja con lo despacito que se sube!
En poco tiempo llegamos al Ibón Superior de Arrieles que rodeamos por la izquierda para recuperar las mochilas.
El grupo formado en su mayoría por los participantes del fin de semana hace una parada para comer pasando a ser la cola del grupo, y el resto nos ponemos en marcha hacia el refugio.
Desandamos camino hasta el Ibón Inferior y un poco más abajo encontramos el empedrado y evidente (aunque no indicado) desvío.
Este desvío dibuja una línea por la falda rodeando los Picos Frondiellas para pasar hacia el Valle de Aguas Limpias, y al circo de Piedrafita. Quedan pocos kilómetros hasta el refugio y el camino es muy sencillo, sin desniveles y sin mucha pérdida. Pronto vemos el Embalse de Respomuso, y en los últimos metros hasta la (inesperada en tal paraje) Ermita de las Nieves, volvemos a aprovechar la instalación de una vía de agua (como hicimos hace una semana).
El refugio se ve, como siempre, repleto de gente, y allá que nos incorporamos. Ducha apresurada porque la cena se servirá en breve, y laaaarga cola para cenar. Tomamos nuestra bandejita correspondiente, e ingerimos la última cena de nuestra travesía.
De nuevo comentamos la jornada de mañana, aunque únicamente dos participantes de la travesía planean bajar por el pico Musales. El resto bajará por el GR tranquilamente.
Se fija la hora de desayuno más tardía posible, y nos vamos a dormir.
Domingo, 7 de Julio
Jornada sin muchas novedades, bajamos tranquilamente por el GR entre las multitudes previstas y al llegar abajo e intentar tomar algo en el chiringuito de la Sarra no nos permiten sentarnos en la sombra, motivo por el cual, decidimos tirar millas.
Despedidas y buenos deseos, y volvemos a Madrid, con la cabeza llena de paisajes, y olores, y sonidos, y las piernas cargadas de kilómetros y metros, y los corazones repletos de energía renovada.
Mi agradecimiento especial y felicitación a Pepe y Luisma y un saludo especial para Lola.
Y por supuesto gracias a cada uno de los participantes por hacer de la travesía de nuevo una experiencia que merece la pena repetir.
Fotos: Luis M. A. , Esther P., Iván P., Ricardo M.
Coordinadora: Esther Pérez