Ascensión al Atxerito:

La ascensión al Atxerito se hizo siguiendo el valle hacia las Foyas del Ingeniero. La nieve estaba demasiado suelta y en los tramos de ladera inclinados hubo que andar con especial cuidado, sobre todo quienes tenían más peso. Esta circunstancia hizo que tuviésemos que emplear más energía de la prevista y nos retrasásemos, con lo que dio tiempo a que la nieve se ablandase más. Al llegar a las Foyas del Ingeniero, entramos en contacto con una nieve más sólida, lo que permitía un mejor desplazamiento sobre ella, pero en este punto gran parte del grupo decidió desistir del intento dejando la ascensión hasta el Atxerito para los tres más intrépidos de la expedición.

En el descenso inicial hasta las Foyas del Ingeniero se pudo disfrutar de unas estupendas palas de nieve, y a partir de allí, aunque la nieve se encontraba más blanda, permitía bajar por ella y disfrutar de este agradable y tranquilo descenso hasta el refugio, al cual llegamos justo antes de que se cubriera con nubes el recorrido de descenso. 

Ascensión al Anie:

Tras la toma de contacto con la zona en el Valle de Linza, el día siguiente nos desplazamos hasta la curva helicoidal que se encuentra poco antes de llegar a la frontera con la intención de que quienes se quedaron sin coronar el día anterior pudieran hacerlo este y a sabiendas de que nos esperaba un manto de nieve mayor del que había en el Valle de Linza.

Iniciamos la tendida subida por los montículos y laderas que se encuentran en dirección al Anie hasta llegar a su base, donde llegamos entre conversaciones y risas casi sin darnos cuenta. Una vez allí, iniciamos su ascenso por la vertiente sur, donde atravesamos un tramo algo expuesto en su inicio dejando los cortados unos palmos a nuestra derecha. La nieve estaba en buenas condiciones y permitía una cómoda subida. Aun así, el desnivel hacia el cortado imponía y algunos miembros del grupo optaron por remontar la pala cimera sin utilizar las tablas. Desde la cumbre pudimos contemplar la majestuosidad del Pirineo Navarro en todo su esplendor. Los impresionantes cañones y cortados junto a la esbeltez de sus picos, todo ello engalanado de blanco, hicieron las primicias de una ascensión altamente recomendable para cualquier esquiador de montaña.

El descenso era algo que nos inquietaba antes de acometer la subida, dado que éramos conocedores del estado helado en que suele encontrarse y lo imponente del desnivel que desde allí se contempla. En nuestro caso, tuvimos la suerte de encontrarnos la pala cimera sin helar, aunque como contrapartida tuvimos una nieve que estaba más blanda de lo que hubiéramos deseado. Aun así, el descenso desde el Anie con esas impresionantes vistas fue algo apoteósico. El descenso inicial fue algo vertiginoso hasta que llegamos a la base del pico, desde donde un agradable y plácido descenso entre pequeñas lomas y suaves pendientes nos llevaron hasta los coches. 

Después de tan grata experiencia, nos decidimos a reponer fuerzas en un casería próximo del que nos dio cuenta uno de los miembros del grupo que ya se había deleitado en anteriores ocasiones de sus exquisiteces.

Organizador: David A.