A.D. Grupo de Montaña PEGASO
Montañismo
Cabo de Gata
3 al 6 de diciembre de 2022
Sábado 3 de diciembre. El playazo de Rodalquilar, llegada a Las Negras. Día de llegada.
Llegada al pueblo costero de las Negras (Almería), pedanía de Níjar, en pleno Parque Natural de Cabo de Gata. Los miembros de club llegaron en diferentes horarios.
Sólo unos pocos iniciamos el recorrido, por el sendero de la Molata, en dirección Rodalquilar algo antes de las 4 de la tarde como estaba previsto. Había llovido los días anteriores y se dejaba notar el aroma de las plantas y las huellas del agua en nuestro recorrido. Algunos compañeros se unieron más tarde al recorrido, cuando finalizaron su comida. Nos encontramos con ellos. Los acantilados son espectaculares en color y texturas. Admiramos las norias y cortijos abandonados en las cercanías del playazo de Rodalquilar. Vimos huellas de jabalí a escasos metros de la playa. El atardecer nos regaló tonos rojizos reflejados en el mar que nos deleitó a todos.
Tras la llegada al hotel, que resultó muy agradable, los propietarios, muy atentos y agradables en el trato y, sobre todo el abundante caudal de ducha, fue comentario generalizado. Tuvimos la fortuna de disfrutar de una cena abundante, marinera. No faltó el pescado frito, que nos sorprendió positivamente en cantidad y calidad.
Domingo 4 de diciembre. De Agua Amarga a Las Negras por la costa.
(Opcional hasta El Playazo de Rodalquilar, para los que no lo hicieron el día anterior)
El domingo amanece un día soleado con una temperatura primaveral. Nada que ver con el temporal que se vive en el resto de la península, con lluvias intensas, que hacían falta y son bienvenidas, pero que nos quedan lejanas. Disfrutar del solecito en pleno diciembre no tiene precio.
Tras organizar los coches, partimos a las 8:40 después de un generoso y delicioso desayuno que incluye jamón cortado a cuchillo, atún y paté ibérico. Caminamos desde Agua Amarga siguiendo un sendero marcado en blanco y azul, que son los exóticos colores de los PR marítimos (en vez del blanco y amarillo habituales), siempre con el mar cercano a nuestra izquierda. El mar mediterráneo exhibe un azul profundo que recuerda más a un océano gigantesco que al Mare Nostrum con el que estamos familiarizados. Marcar el PR con azul cobra sentido. El paisaje son colinas cuajadas de espartos y multitud de las plantas aromáticas. Las lluvias caídas con anterioridad han provocado la floración temprana. Son las leyes del desierto: si llueve florezco, da igual cuándo. Los romeros y las lavandas estaban en flor y emitiendo sutiles aromas. Es un deleite caminar por este paisaje. Se suceden las diferentes calas entre blancos acantilados volcánicos.
Hacemos parada en la Cala del Plomo que es la única que cuenta con cortijos tradicionales habitados y labrados y a la que se puede acceder en coche. El sol es generoso y anima a dos miembros del club a tomar un baño en las aún tibias aguas del Mediterráneo. Mientras, el resto se regocija, toma un piscolabis y disfruta del descanso con vistas al mar.
Seguimos en dirección a la Cala de San Pedro donde hay una colonia cosmopolita de personas que viven ajenas al resto del mundo en su paraíso aislado particular, eso sí, sin alcantarillado ni farolas. Apreciamos el verdadero valor del alcantarillado, las farolas no son tan importantes. En la playa nos sentamos en el único bar-terraza, que nos acoge amigablemente, consumiendo a cambio bebidas a precio de oro. No se puede vivir del aire, no se puede vivir del amor. Nos sentimos por un momento teletransportados a una Jamaica tropical, en realidad a un precio módico sin necesidad de vuelo, ni huella de CO2. Tras la obligada visita a la fuente de la cala, auténtico manantial, tesoro del lugar, y a su castillo renacentista que protege ese agua dulce tan preciada en la zona, salimos en dirección a Las Negras. El castillo, por cierto, está a punto de venirse abajo, lo cual indica el aprecio que le tenemos a nuestro patrimonio. Valga como atenuante que el lugar no es accesible en coche, que es lo que lo mantiene como está, lejos de las leyes de los hombres. Ahí reside su encanto. Nos cruzamos con una multitud de lo más diverso que se dirige a San Pedro para admirar sus encantos. Al llegar a Las Negras, a la hora de la siesta, los compañeros que no hicieron la ruta del día anterior prosiguen en dirección Rodalquilar por el sendero de la Molata. Los que sí hicimos ayer la ruta nos quedamos disfrutando de nuestro hotel en Las Negras con su generoso y cálido caudal en las duchas.
Lunes 5 de diciembre. Del faro de Cabo de Gata a San José por el litoral y calas.
El desayuno comenzó a servirse unos minutos antes de las 8 mientras amanecía con tonos de nuevo rojizo que sólo unos pocos avispados consiguieron ver. Siempre sale el sol allí justamente por el mar, lo cual es una gozada geográfica que todo el mundo debería contemplar alguna vez. El desayuno fue de nuevo generoso. Al final del desayuno se dan las indicaciones, más complejas que el día anterior, para la logística de los coches. Era tan complicado el asunto que tuvieron que intervenir ingenieros, personas aventajadas en finanzas y doctos, para preparar, ajustar y explicar la logística del trayecto. Hasta se hizo un sorteo para descartar alguno de los coches de modo imparcial. Para otra vez sería aconsejable, siempre que sea posible claro está, contar con un autobús como propuse al inicio de la preparación de este viaje para este tipo de rutas marítimas. Afortunadamente contábamos con suficientes coches para llevar y recoger a los miembros del club y todo se resolvió sin problemas.
La ruta partió del Faro de Cabo de Gata, que está junto al cabo del mismo nombre, que es la esquina Sureste de nuestra querida península con forma de piel de toro. La sucesión de calas, acantilados, colores y tipo de terreno, es tan sorprendente como variado, junto a un mar limpio y transparente. Aunque el día comienza soleado, progresivamente van ganando la batalla las nubes y, sobre todo, el intenso viento de levante. El levante es el viento más temido y fuerte de la zona. Se hace notar progresivamente: el mar se riza, la marea sube impidiendo seguir el track marcado. En algunas zonas el track transita por la costa, pero es imposible seguirlo dadas las condiciones de temporal marítimo. Eso obliga a subir cada cala algo más hacia el interior, lo que dificulta el avance, sobre todo en el tramo de las calas finales. No obstante, la variedad geológica de la zona, especialmente con sus rocas volcánicas, algunas con formas geométricas espectaculares, hacen el trayecto, para cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, totalmente inolvidable. La aparición de ropas abandonadas, pateras y otros restos que tienen que ver con seres humanos, nos hacen reflexionar y nos recuerdan que, a pesar de todo, vivimos en un mundo quizás privilegiado y paradisíaco, al menos desde el punto de vista de los habitantes de otros continentes situados más al Sur y no tan lejanos de esas costas.
EL último tramo transcurre junto a la Cala de los Genoveses. Su nombre proviene del desembarco de la flota de Génova, que ayudó a la toma de Almería en el siglo XII, que fondeó y desembarcó justamente allí. Aún pudimos comprobar, con nuestros propios ojos, cómo el temporal podía hacer embarrancar, aún en la actualidad, un velero de un sueco (por la bandera). Los ricos también lloran. Final feliz para todos nosotros en un bar de San José y vuelta al hotel para cenar sin más percances.
Martes 6. Presillas bajas y Calderas volcánicas. Día de regreso.
Último día oficial de la salida. Salimos a las 9 tras desayunar, abonar el importe del hotel y las comidas. Muchos con las maletas preparadas para la vuelta a casa. En el hotel nos conceden a todos, la opción de poder ducharnos tras la ruta, lo que es de agradecer.
A la entrada al pueblo de Presillas Bajas hay un aparcamiento donde dejamos los coches. Tomamos por la izquierda una calle en dirección oeste para comenzar a bajar al fondo de una rambla. Había llovido con abundancia la noche anterior, y se notaba que había corrido el agua por la rambla, pero no nos impide la progresión. Todo está húmedo y amenaza lluvia pero, conforme avanzamos, se van abriendo claros y aparece de nuevo el generoso sol de Almería. El cráter y la caldera son impresionantes. A mí me recuerda a imágenes vistas en documentales de África. Es de una belleza espectacular.
Tras un ascenso, con alguna trepada, llegamos a la cima del Cerro Peñones (488) con la gran bola del radar, posiblemente militar, y un vértice geodésico. Desde la cima podemos observar, en todo su esplendor, los cercanos Frailes, los volcanes gemelos de la zona, la ciudad de Almería, el mar azulado y, por supuesto, el mar de plásticos de Almería que es la única obra del género humano que realmente puede verse desde el espacio exterior. Allí se produce la mayor parte de verduras y hortalizas que se consume en Europa gracias a la energía del sol, las suaves temperaturas, poca agua y la tecnología. No está mal, podría hacerse de otra manera pero, seguro, costaría quemar más petróleo. Se aceptan otras propuestas.
Para terminar, al llegar al aparcamiento uno de los miembros del club no encontraba la llave de su coche lo que nos obligó a buscar la susodicha llave en las mochilas, en los bolsillos, en los coches y debajo de las abundantes piedras de la zona. Para regocijo de todos apareció colgada en la cremallera de la bragueta del conductor. El final no pudo ser más cómico y feliz.
Muchas gracias a todos.
Coordinador: Ramón Vázquez
Fotos de Jesús Á., María N., Esther P., Mercedes P. y Ramón V