Vall d’Aran 2019
15 al 18 de agosto de 2019
“Para ir a la montaña, hace falta pasión, mucha pasión, porque allí solo hay cansancio y sacrificio. Pero las cumbres también regalan satisfacciones”. Riccardo Cassin.
¿Qué es superar los 1.500 metros de desnivel (extras aparte) si a cambio puedes comer en la cima del Salenques, del Ventolau o del Amitges? ¿Quién se acuerda del lumbago y el dolor de rodillas mientras contempla el glaciar del Aneto allá arriba? ¿Qué importa caminar durante horas y horas sobre el granito abrasador de agosto si luego puedes bañarte en las aguas escalofriantes de un lago pirenaico?
—No está helado del todo —este es Guillermo en remojo, tratando de persuadir a sus compañeros para que se den un chapuzón en el estany de La Gola—... Si lo comparas con el agua de Galicia, no está fría.
—Yo bañarme no, pero meter los pies en remojo sí —parece que Laura se anima.
—Luismi, tú no que ya no tienes edad para esto —bromea Pozuelo.
—¡Coño, sí que está fría! —Javier Velarte, otro nadador impertérrito a las temperaturas bajas (como la Rana pyrenaica, que hemos visto unas cuantas).
No pueden esperar al spa del hotel, son todos unos ansias. Estany que ven, estany donde se meten.
En la orilla de algunos hay redes… Resulta, según nos cuenta un montañero, que son para eliminar una especie invasora. ¿Los Pegaso? No, tranquilos, el piscardo (Phoxinus phoxinus), un pez que se introdujo en el ecosistema catalán hacia 1989 y que está en expansión desde entonces. No representa ningún peligro ecológico; pero, al vivir en grupos grandes, podría causar un impacto acuático indeseado, provocando que las aguas fuesen cada vez menos transparentes. Es decir, que ya no tuviesen ese color cobalto que provoca continuos “¡Oh, qué bonitooo!”
La cima del Ventolau (2.849 m) se merecía uno de estos “Oh, qué bonitoooo!”. Fue el primer casi-tresmil de nuestras rutas por la Vall d’Aran. El siguiente día, viernes 16 de agosto, abordamos el Amitges (2.851 m) y el Saboredo (2.834 m) con variantes varias al gusto y disfrute del montañero; entre ellas, una travesía por el vall de la Ruda o la ascensión al Bassiero (2.904 m), solo para los más osados.
—¡Fue impresionante! —cuentan Alpiste y Javi Gil, dos de los intrépidos— Hubo un par de pasos entretenidos, pero no tenía más dificultad —aparte de añadirle cuatro horas a la ruta standard—. Las vistas eran más o menos las mismas que desde el Amitges, pero el Pic de les Escobes se veía mucho mejor.
Pero la cumbre estrella aún estaba por llegar. El artífice de las rutas, Pedro Bravo, quiso acobardar al personal:
—La cresta del Salenques (2.992 m) es solo para gente experimentada —avisó la noche anterior, en la reunión acostumbrada que (cuando los culés nos dejaban) solíamos convocar en el piano-bar.
Una vez más, exageraba. Pero montañero precavido vale por dos. Hubo compañeros que incluso se animaron con el Mulleres (3.011 m). ¿Por qué? Pues porque estaba allí, que diría George Mallory. Quienes aún tenían ganas de más, se acercaron a Uelhs deth Jueu, una cascada no tan espectacular como excepcional: sus aguas, procedentes del glaciar del Aneto, desaparecen en el Forau d’Aigualluts (en el valle de Benasque) y, tras recorrer unos cuatro kilómetros subterráneos, rebrotan cerca de la Artiga de Lin, donde habíamos aparcado los coches. La jornada montañera acabó con sesión de yoga para unos (cortesía de Mónica Raya) y para otros con comilona en Salardú (olla aranesa en el menú).
Debía de estar la gente cansada, porque (como suele ser habitual) hubo bastantes bajas en la última de las marchas. Algunos socios se dejaron corromper con una ruta rural dominguera por los pueblos de la Vall d’Aran, y hubo quien prefirió marcharse hacia Madrid de buena mañana. Solo unos pocos emprendieron el Tuc del Port de Vielha (2.599 m) siguiendo una pateada histórica: la misma que se daban los antiguos araneses antes de que existiera el túnel de Viella.
La anécdota del viaje
Por votación popular, el chascarrillo del viaje lo protagonizó Manolón, al presentarse en el hotel con un día de retraso, aunque se encontraba ya de vacaciones por la zona. Afectado, quizá, por el jetlag que suponen siete horas de coche Madrid-Baqueira, vivía feliz en un día menos. Total, que pudiendo cenar y dormir en un hotelazo cuatro estrellas, pasó la primera noche roncando dentro de su coche.
Agradecimientos
A todos los que habéis colaborado en el buen hacer de la salida (esto es: todos), con mención especial a nuestro técnico de rutas, Pedro Bravo, y a quienes velasteis por la seguridad del grupo con las radios. También a los chóferes que ofrecisteis compartir vuestros coches. Así como a Arturo, Pedro Cristóbal y Antonio Margallo, que, aun sin participar en la salida, han ayudado en su desarrollo.
Agradecimientos también para el personal del hotel, que tuvo a bien fingir no vernos cuando rapiñábamos panecillos del desayuno.
Coordinadora: Meritxell-Anfitrite Álvarez Mongay
Fotografías: Vicente S.