Cabeza la Parra

Tras ligero descanso junto a la imagen de San Antonio en las cercanías de la cima, caminamos por la cuerda en suaves y continuas subidas y bajadas, privándonos la niebla de las vistas sobre la reserva natural del valle de Iruelas donde de haberlo permitido las condiciones climáticas, es fácil observar el vuelo de su habitante más espectacular: el Buitre Negro, emblema de la Reserva; la tranquilidad de este Valle junto con la presencia de árboles centenarios, hacen posible la existencia de la mayor colonia de esta especie en Castilla y León y una de las más importantes de Europa.

Merece también la pena destacar la presencia en la Reserva Natural, de una de las rapaces en mayor peligro de extinción a nivel mundial: el Águila Imperial Ibérica muchísimo más difícil de contemplar, incluso en días de absoluta claridad.

Avanzamos fácilmente por la cuerda pasando por el portacho del robledo (1.518 m), alto de cuatro manos (1.577 m), collado de majada el espino (1.509 m) y cerro de la encinilla (1.597 m). Desde donde, en fuerte pero corta pendiente de bajada, alcanzamos el portacho del pozo y algunos componentes de la marcha se acercan al edificio que alberga el pozo de la nieve que observamos entre la niebla a pocos metros en las praderas que vemos a nuestra derecha, para incorporarse de nuevo al grupo y hacer frente a la fuerte subida (aunque en esta ocasión no demasiado larga), que se nos avecina hacia nuestro nuevo objetivo: El Travies, como es conocido en El Tiemblo o cerro de Casillas como le llaman los Casillanos.

Luego de que algunos participantes hagan el ascenso a su cima, continuamos con un giro de 90º en dirección a la cuesta del enebro pasando junto al manantial del travies, ya en el enlace del cordal de Pedro Duermes. Después de este descenso atravesamos un bosque de robles y donde éstos y la persistente niebla lo permiten, vamos viendo a nuestra izquierda el colorido que ofrece el castañar del Tiemblo. Llegamos a la era del corcho para continuar subiendo por el empinado camino que tenemos de frente hasta que llegamos al portacho de los ballesteros, desde donde de nuevo y ya solo unos pocos valientes (tres si no me equivoco), deciden subir a la cumbre del cerro de guisando y su mirador natural. Tras unos pocos metros de bajada alcanzamos una pista forestal que tomamos a nuestra derecha y la seguimos hasta un cortafuegos que encontramos después de pasar por una fuente, para bajar por él hasta la urbanización de la Atalaya donde nos espera el autobús que nos traslada a Madrid.