Isla Reunión 2024

 

 

A.D. Grupo de Montaña PEGASO

Montañismo

Isla Reunión

2 a 14 de septiembre de 2024

 

 

 

 

 

 

Descripción de la actividad:

Descubrimiento de la Isla Reunión, territorio de ultramar francés situado en el Índico. Travesía de seis días por los circos de Cilaos y Mafate, con la opción de ascender a la mayor altura de la isla, el Piton des Neiges y al Pic du Maido. Además: Ruta de un día por la costa, ruta por el volcán Piton de la Fournaise, para terminar en travesía desde el volcán a Grand Coude.

 

3 de septiembre de 2024

Llegamos a Saint Denis y cada grupo ocupa su tiempo en lo que le apetece más:  Ballenas (con más o menos éxito), turismo,… etc.

Algunos descubrimos el caos de los horarios de los autobuses públicos y nos surge una incertidumbre vital derivada del hecho…Nuestra programación incluye algún autobús público, así que cruzamos los dedos para que todo salga bien.

 

4 de septiembre de 2024

Desayunamos a las 6:00 en el Central Hotel. Desayuno tipo buffet, completito, y el bus se retrasa apenas unos minutos llegando a las 6:50. Nos acomodamos para dormir o mirar por la ventana en el trayecto de dos horas y cuarto aprox. hasta Gite de Belouve. Nos deja al final de la carretera, a escasos 400m del Gite.

Empezamos a andar a las 9:15 por pista primero aunque rápidamente enlazamos con el sendero. La alternativa del Sentier des Tamarins está “fermé”, así que seguimos el track que llevamos al pie de la letra. Empieza el día lloviznando pero mantenemos la firme esperanza de que finalmente el día abra y nos permita contemplar el circo de Salazie desde el balcón que supone nuestra ruta de hoy sobre el mismo.

En ocasiones conseguimos vislumbrar algo, aunque en general, desgraciadamente, las nubes nos ocultan el paisaje.

Desde el principio la vegetación exuberante nos impresiona a todos. Está claro que salir del sendero es muy difícil (no hay forma de meterse entre la tupida vegetación), y nos preguntamos quién habrá abierto estos caminos que ahora transitamos. Deducimos que debió de ser gente muy recia para conseguir “domar” a esta naturaleza salvaje.

El camino está perfectamente mantenido, aunque debemos caminar con cuidado porque está muy mojado y hay barro y charcos por todas partes que nos hacen resbalar. Encontramos multitud de elementos de asistencia como tablones, cables, escaleras de metal... y ayudándonos de ellos vamos ascendiendo. Descubrimos que el esfuerzo es considerable, pues los escalones nos obligan a dar pasos gigantes, a los que no estamos acostumbrados. Nuestros músculos además sufren con el peso adicional de las cargadas mochilas. Nuestro primer aprendizaje: lo que en papel parecen rutas de domingo, en la práctica no lo son. La ruta de hoy en particular es mucho más dura de lo esperado.

La vegetación cambia con la altura. Los árboles pasan a ser arbustos, sobre los que podemos mirar, y la pendiente se suaviza. Cuando se retira la niebla, llegamos a atisbar el refugio de Caverne de Dufour, donde los que van a subir al Pitón des Neiges (600m y 6,6 km más), prevén dejar la mochila.

Solo seis compañeros deciden acometer el extra, y solo uno de ellos deja la mochila en el refugio. Así de brutos somos en Pegaso, siejqueeee…

El resto consideramos los horarios demasiado ajustados, puesto que tenemos que llegar al bus antes de las seis aproximadamente, así que, tras tomar un tentempié en el refugio, continuamos el camino hacia Croisee Coteau Kerveguen, desde donde comienza la empinada bajada.

Parece una ruta más popular que aquella por la que hemos subido, a juzgar por la cantidad de gente que está subiendo. Suponemos por lo tardío de la hora, que van a pasar la noche en el refugio.

La bajada se hace larguísima, escalón(azo) tras escalón(azo)… Hacemos un breve alto en un merendero junto a un pequeño bosque de secuoyas, y leemos un original cartel allí clavado en el que se solicita a los caminantes que sean limpios y cívicos.

Vemos el cartel necesario aunque insuficiente, por la desacostumbrada cantidad de restos y de papeles usados para limpiarse que vemos en cualquier pequeño claro accesible. Llegamos a encontrarlos en el propio camino. A todos nos repugna esta terrible costumbre de los usuarios de los senderos de la isla, de dejarlo todo bien a la vista. Además, aunque en general los senderos no tienen mucha basura, siempre se encuentran pequeños plásticos. No quiero dar la idea de que sea algo constante, pero se encuentran pequeñas islas/retretes que en mi opinión deberían intentar controlar más.

El último kilómetro y medio es el que más largo se hace, pero finalmente llegamos a la parada de bus para descubrir que se nos acaba de escapar uno y el siguiente tardará una hora y media en pasar.

Conseguimos gestionar un taxi que sube y baja tres veces hasta Le Bloc y nos deja a todos en el Gite le Fouquet justo a tiempo para la cena de las 19:00.

Curiosamente esta noche, tras pasarse todo el día encapotado, se ven las estrellas. Aunque este cielo austral nos resulta irreconocible a nosotros, los forasteros, las aplicaciones del móvil nos descubren allí mismo a Alfa Centauri, la estrella más cercana a nuestro sistema solar. Para llegar a ella solo necesitaríamos viajar durante cuatro años a la velocidad de la luz. Igual en la próxima salida que organice Pegaso… jejeje…

Cena criolla estándar (aperitivo+arroz+legumbre+carne variada+picante de uno o varios tipos+postre+ron) servida por nuestros amables alojadores, y todos a descansar que nos lo hemos ganado.

 

5 de septiembre de 2024

Al contrario de lo esperado según la previsión meteorológica, el día amanece espléndido, y seis valientes se animan a hacer el extra bajando a La Chapelle, lo que supone 8 km y 600 m más de distancia y desnivel. Nos comentan después que el barranco es muy bonito y que vale la pena el esfuerzo.

Once personas nos dirigimos a realizar la ruta larga pasando por la cascada de Bois Rouge, y tres personas cogen el autobús para acortar la ruta comenzando más allá de la cascada.

Los que bajamos en dirección a la cascada comenzamos bajando por un camino muy ancho y bien acondicionado. Leemos al principio de la ruta que bajaban por ahí a los hombres ricos en silla para que disfrutasen de los beneficios de las aguas termales que se encuentran en el fondo del barranco.

El camino está muy frecuentado y pronto pasamos por una cascada (un hilo de agua) que en época de lluvia probablemente impresione más. Comprobamos en el mapa que la cascada de la que tan orgullosos están se encuentra más adelante, así que vamos en su busca.

Unos quince minutos más adelante hay un desvío para ver la cascada desde un lateral. Efectivamente, es más que un hilo de agua, un buen salto. Pero es evidente por los carteles que las lluvias le dan otra pomposidad, y nos encontramos en época seca, algo “descafeinada” para este tipo de atracciones visuales. Unas cosas por las otras… el sendero sin charcos es mucho más sencillo.

Tras el vistazo a la cascada, nos dirigimos al rio que la sustenta para proceder a cruzarlo, y continuar en dirección al cruce con la carretera. El sendero es muy empinado, el sol nos atiza y nos encontramos los temidos escalones. Al menos yo paso un ratito de crisis pensando “pero ¿quién me manda?”. Afortunadamente pronto volvemos a entrar en el bosque que nos da sombra hasta llegar al cruce con la carretera. Allí encontramos un poste que indica Sentier Marla. Averiguamos que los de la ruta corta van por delante, y como hay buena cobertura telefónica mantenemos el contacto en todo momento con los que han hecho la ruta extra, que ya han la han terminado y se han incorporado a la ruta normal.

Continuamos por el sendero y nos sorprende en mitad de la selva un chiringuito en el que dispensan tisanas y bizcocho a un “módico” precio, aprovechando un manantial de agua que hay allí.

El grueso del grupo decide parar, aunque tres de nosotros preferimos no hacerlo para intentar pillar a los que han hecho la ruta corta. Un poco más adelante encontramos a la primera compañera. A los otros dos, no les encontramos hasta trescientos metros más arriba, una hora y pico después. El camino es empinado, pero tiene zonas realmente bonitas, y las vistas de momento son excelentes. Vemos que las nubes se escapan del circo de Mafate hacia el cielo, y cuando llegamos al Col du Taibit (que separa ambos circos) hacemos un descanso para comer algo antes de bajar atravesando las nubes en busca de nuestros alojamientos.

Se encuentran en Marla, que es una villa sin acceso por carretera. La mayoría de las casas están dedicadas al negocio del turismo. Se proveen por helicóptero, y hay un pequeño supermercado y tres bares.

Cenamos de nuevo cena criolla muy abundante y tras probar el ron de ananás típico de la zona, vamos a visitar al grupo en el otro gite para comentar la jornada de mañana.

Tras el paseo bajo el cielo de nuevo repleto de estrellas (las nubes volvieron a desaparecer al llegar la noche), nos guardamos en las literas de nuestro gite para dormir.

 

6 de septiembre de 2024

Marla amanece soleado y nos permite apreciar la belleza del entorno. El circo que nos rodea es precioso, y las paredes altísimas.

La jornada de hoy promete ser más llevadera que otros días puesto que hemos descubierto un error en los tracks, y si es correcto, debemos restar prácticamente setecientos metros de desnivel a ambas rutas.

Nos ponemos en marcha y recogemos a los compañeros que pernoctan en el otro gite ya de camino. Tres personas toman directamente la ruta corta, y los diecisiete restantes abandonamos la “población” por amables senderos. Pronto los que quieren hacer el extra se desvían hacia la derecha en busca del Plateau de Kerval, mientras el resto ignoramos el desvío. Nos comentan después que el extra efectivamente no representa especial dificultad.

Tras una fuerte subida de unos 250 metros, una llanura nos da un descanso. La ruta es mucho más sencilla que los días anteriores pues no hay escalones que obliguen a nuestras piernas a realizar esfuerzos excesivos (o son evitables), y todos estamos mucho más relajados. Entre subidas y bajadas en la selva, y el sonido constante de los helicópteros turísticos y de servicio que vienen y van a todas horas (algunos bastante molestos rasando sobre nuestras cabezas), nos aproximamos al siguiente poblado de gites (se llaman “Ilets”); el Ilet de La Nouvelle.

 

 

 

 

Allí nos sentamos en uno de los múltiples bares que hay, y tomamos un refrigerio antes de continuar el camino.

Hoy nos cruzamos con mucha gente, es evidente que la ruta es turística. Al llegar al paraje que llaman Trois Roches descubrimos por qué. Es realmente espectacular, y eso sin apenas llevar agua. En época de lluvias debe de ser imposible pasar por allí sin que el río te arroje por una cascada al profundo cañón.

Tras comer algo disfrutando del especial paraje, continuamos paralelos al cañón, admirando la profundidad cada vez que miramos hacia nuestra derecha.

Nuestros GPS van marcando cada vez menos kilómetros restantes para el final de la ruta, y además zonas en las que según las aplicaciones subimos, en realidad bajamos o mantenemos el nivel, así que deducimos que en esta zona se encuentra el error estadístico que habíamos detectado.

En este tramo es cuando descubrimos a las arañas. Son gigantescas, y si nos acercamos lo suficiente, vemos que de brillantes colores. Tras el susto inicial decidimos pensar que son inofensivas. Desde ese momento mirando casi a cualquier árbol las vemos, y “amenizan” los últimos kilómetros hasta que damos con el cruce de la iglesia de Roche Plate.

Robert, en el Gite Bois de Senteur nos da la bienvenida amable y risueño. Su establecimiento es verdaderamente agradable.

Resolvemos algunas gestiones y una compañera que se alojará en este gite me comenta que le duele mucho la zona lumbar. Nos vamos a nuestro gite con la mosca tras la oreja… A ver cómo se desarrolla la noche y si se le pasa el dolor.

Nuestro Gite Chez Merlin, resulta ser un cobertizo encima de otro y de otro… nada que ver. Es un poco “antro”. Nos dan de cenar cantidades suficientes de la ya un poco cansina cena criolla, y nos vamos a dormir entre la niebla, esta vez pasando al grupo los comentarios del día siguiente por Whatsapp porque la noche no invita nada a pasear.

 

 

 

 

 7 de septiembre de 2024

La compañera a la que le dolía la espalda el día anterior me informa que no ha mejorado. Quiere caminar porque sabe que es difícil salir de allí, pero me comentan sus compañeros que no puede apenas andar. Le sugiero que llame al seguro (Iati mochileros) para que la saquen de allí.

Así lo hace, y siguiendo instrucciones del seguro, llama a emergencias, habla con un médico (en español!), quien le dice que se tome un ibuprofeno y vuelva a llamar en media hora. Mientras tanto el grupo se informa sobre el posible punto de extracción en caso de evacuación por helicóptero, que sería un lugar que llaman la Vieja Escuela.

Tras la media hora indicada y comunicar que el Ibuprofeno no ha hecho ningún efecto (como tampoco el resto de fármacos que tomó durante la noche), el médico, ante nuestro alivio, accede a enviar un helicóptero.

El grupo del Gite Bois de Senteur se pone en marcha para llegar al punto de extracción que les han indicado. Varias personas del grupo asisten a la compañera, y al llegar al punto de encuentro con el grupo del Gite Chez Merlin, los coordinadores y su pareja nos quedamos con ella hasta la evacuación mientras el resto del grupo inicia la ruta para no perder más tiempo, no vayamos a encontrar más incidencias... la compañera lesionada tarda en completar un kilómetro sin apenas desnivel aproximadamente una hora…No quiero pensar lo que hubiese ocurrido si el médico no hubiese accedido a realizar la evacuación.

Una vez la recogen, sobre las diez y media, las tres personas que nos hemos quedado nos ponemos en marcha por la ruta corta y sin ninguna intención de hacer el extra, siguiendo el camino bastante asequible dibujado en la vertical pared. El paisaje es precioso. No puedo evitar acordarme de las panorámicas de las películas de Jurassic Park cuando miro hacia el horizonte.

El sol calienta en la subida a Ilet des Orangers porque la vegetación es escasa, y decidimos parar a tomar una limonada (o lo que se tercie) allí.

Tras el breve descanso, decimos adiós con reticencia a las benditas limonada y sombrilla. Afortunadamente el camino nos conduce a un barranco con sombra. A pesar de la enorme cañería que lo recorre (suponemos que para abastecer a la población de Le Port), el barranco es muy bonito.

 

 

 

 

  

Ruta “rompepiernas” con subidas y bajadas constantes. Llegando a las cercanías del Gite nos llaman dos compañeros que han llegado al final del track pero no encuentran nuestro alojamiento. Les indicamos que se queden en el bar más cercano y nos envíen la ubicación, y cuando lo hacen emprendemos la segunda operación de rescate del día.

Les recogemos y nos dirigimos al paraíso que es el Gite Coeur de Mafate, en el Ilet Grand Place les Hauts.

Algunos compañeros ya están allí, y poco a poco van llegando los que habían subido al pico extra, el Maido. Nos confirman que el camino no tiene complicaciones, salvo el esfuerzo físico que supone. Aunque no han podido llegar hasta el mismo pico debido a unas obras que se han encontrado arriba del todo.

Esta tarde nos da tiempo a lavar, a limpiarnos, y a charlar un buen rato en la puerta de las cabañas… vamos haciendo tiempo hasta el momento de la cena.

La lesionada nos informa de que se encuentra a salvo de vuelta en el Central Hotel.

La señora que nos alojaba y cocinaba para nosotros, que parecía algo seca en un principio, finalmente sucumbe al encanto español y esboza más de una sonrisa durante la ruidosa cena.

Tras dar cuenta de las viandas (ooootra vez cena criolla), servidas en la cabaña que hace de comedor, nos dirigimos a nuestras cabañas en la oscuridad para tumbarnos en nuestras literas.

 

8 de septiembre de 2024

Dos participantes no quieren hacer entera la etapa de hoy, así que contratamos un taxi 4x4 que les lleve desde Deux Bras hasta Dos d'Ane, pero hasta Deux Bras hay que andar.

El taxista nos confirma que son catorce euros por persona, y encontramos un track más corto para bajar lo más rápido posible. Cuatro personas bajamos por ese track y el resto por el track previsto. En el chiringo que hay en nuestro destino nos sentamos a esperar al taxi (nos hemos adelantado a la cita) y sentado a nuestro lado hay a un señor hablando por teléfono y envuelto en cadenas y pulseras de oro que después descubrimos que también es taxista. Nos enseña a comer el fruto del tamarindo, que allí llaman “tamara”.

Tras esperar algo más de una hora aparece el taxista que nos había confirmado el trayecto y descubrimos que no se ha leído bien el mensaje y dice que los catorce euros son por llevarles hasta el final de la pista 4x4 en Le Port, y que ahí tendrán que buscar otro medio de transporte hasta Dos D’Ane. El taxista de las cadenas de oro que ya se había marchado indica al dueño del chiringuito por teléfono que él puede recoger a nuestros compañeros una hora y media más tarde, y nos quedamos esperando con ellos. Estas gestiones las consigue arreglar una chica allí que habla algo de español y nos ayuda con la traducción, porque no hay internet y como es costumbre, el inglés en Reunión no se estila.

Cuando por fin les recoge y nos informa de las tarifas confirmamos que gente despreciable hay en todas partes… se aprovecha de que sabe que no tenemos opciones y cobra 49 euro POR PERSONA por el trayecto de la pista 4x4 (que el otro nos cobraba 14), más 9 kilómetros por carretera buena entre Le Port y Dos D’Ane. Un verdadero chorizo que por supuesto, se ha ganado una reseña negativa en Google (la opción del pataleo). La empresa de este taxista se llama L’Odyssée des Mascareignes, SI VAIS, EVITADLES.

El resto de compañeros que han bajado por la ruta planificada van llegando y se toman algo en el chiringuito en ese impasse. Nos cuentan que su parte de camino ha sido preciosa, y que lo más reseñable los bosques de árboles de bambú.

Los dos que no nos hemos ido en el taxi pero hemos hecho la ruta corta llevamos horas allí y estamos hartos del chiringuito. Además, aún nos queda un “cuestón” considerable. Así que dejamos al grupo dando buena cuenta de sus cervezas y nos ponemos en marcha.

No sé si es que estoy en forma después de estos días previos, o que hay muchos menos escalones horribles, o que la mochila pesa menos… pero no me resulta tan duro como esperaba. Llegamos pronto al Gite Benvenue dans les Hauts en Dos d'Ane y nos duchamos. Pronto llegan el resto de compañeros; dormiremos siete en una sola habitación. En el mismo gite se encuentra alojado otro grupo que se está preparando la cena en la cocina de la que dispone el establecimiento. Una de ellas resulta ser hija de española y habla perfecto español, así que nos hace de traductora y charlamos un poco con ella y su grupo.

Vamos a visitar a los compañeros del otro gite, Piton de Sucre, y arreglamos las cuentas Con Yoann, un joven de lo más colaborador.

La localidad dispone de un gran supermercado que invadimos sin miramientos, montando una cola en la caja que locales y extranjeros, esperamos con paciencia.

 El atardecer desde nuestro gite es impresionante (sobre Le Port y el mar), aunque se hace larga la espera hasta la cena porque lo que está cocinando otro grupo huele estupendamente… los estómagos rugen hasta que  por fin nuestro anfitrión nos llama para calmarlos.

Tras la acostumbrada cocina criolla que se nos antoja ya en exceso reiterativa (aunque no deja de estar buena y resultar alimenticia), nos reunimos con el grupo que se aloja en el otro gite para hablar del día siguiente. Tras la charla, cada mochuelo duerme en su olivo…

 

 

 

 

 

9 de septiembre de 2024

Tenemos un track nuevo proporcionado por Yoann (que es corredor), y nos dice que yendo por la cresta todo el tiempo la subida es más paulatina y que hay buenas vistas a ambos lados, así que la mayoría lo seguimos.

  Tenemos un momento de duda porque un cartel de “propiedad privada” y “perro peligroso” está colocado mucho antes de lo que debe, y da la impresión de que no podemos atravesarlo, pero nuestro valiente coordinador sigue adelante y comprueba que la casa queda a la izquierda mientras que nuestro camino queda a la derecha, por lo que no se invade ninguna propiedad privada. Muchos le seguimos, aunque otros han ido a darle otra vuelta al pueblo para evitar el dichoso cartel. Los que iban delante de nosotros al pillarles nos comentan que no han leído el cartel y por tanto lo ignoraron completamente. Las ventajas de no fijarse en por donde va uno, o de no entender francés… Algunas vueltas que se han ahorrado.

Vencidas estas primeras dificultades descubrimos que efectivamente las vistas son muy buenas. Disfrutamos de una excelente panorámica al circo de Mafate y reconocemos lugares por donde hemos venido andando estos días. Nos hace sentir orgullosos.

El sendero es sencillo y llegamos con cierta facilidad, por la jungla, al Gite de Plain des Chicots, donde nos reunimos prácticamente todo el grupo. Las cervezas cuestan ocho euros mientras que las cocacolas cuestan tres. Muchos renuncian a la habitual preferencia cervecera favoreciendo su bolsillo...

Dos personas hacen el extra subiendo a la Roche Ecrite. Nos comentan que no hay sombra pero la subida no es difícil, y que es evidente cuando llegas, a qué se debe el nombre del pico (“Roca Escrita”).

A partir del refugio hasta Le Brule todo es bajada. El paseo es realmente precioso, con bosques de bambú, y la constante selva. Además, a pesar del dibujo del track, no tiene una inclinación excesiva.

Cuando quedan pocos kilómetros para terminar la ruta, la niebla hace su aparición mojando el suelo, que se torna resbaladizo. El terreno es muy arcilloso y colmata rápidamente, haciéndonos encontrar barrizales y algunos charcos, que provocan que algunos deceleremos para evitar estamparnos.

Todos completamos el recorrido en grupos encontrando la carretera, y llegamos a la primera parada de autobús, que decidimos saltarnos. Llegamos a la segunda parada y una chica que espera al bus nos indica que la primera parada que nos hemos saltado no tiene servicio. Igual podrían poner algún cartel o informar de alguna manera… Nosotros lo comunicamos a los que vienen por detrás vía Whatsapp.

Tras unos veinte minutos nos recoge una furgoneta (línea 12 A), en la que no cabemos todos. Pero sube otra más, y otra más mientras estamos bajando… no recogemos más viajeros porque vamos llenos, ante el evidente fastidio de los que esperan en las paradas (no tendrán que esperar mucho más). Bajamos vertiginosamente por la carretera llena de curvas hasta que encontramos un bus (esta vez sí) de la línea 12. Ya en el nuevo vehículo nos cobran 1,60€ por el trayecto entero (incluyendo el de la furgoneta), hasta Saint-Denis.

Me reafirmo en que el sistema de paradas y horarios de los buses en Isla Reunión es uno de esos misterios que requieren de un cerebro mucho más avispado que el mío. Y creo que más información por su parte.

No obstante, todo ha ido bien y vamos llegando poco a poco a nuestro ya conocido Central Hotel, donde nos reencontramos con la compañera evacuada hace tres días, que se encuentra mejor.

Nos duchamos y abandonamos la mochila en busca de una lavandería, para después tomar cualquier cosa que se parezca lo menos posible a una cena criolla. Nos preguntamos cómo pueden los isleños afrontar los precios de la comida en estos establecimientos…

 

10 de septiembre de 2024

De nuevo desayunamos a las 6:00 para salir a las 6:45.

El autobús nos lleva hasta el inicio de nuestra ruta, Notre Damme des Laves, que se libró de una colada de lava que arrasó el resto del pueblo porque al llegar la lava a la iglesia, se dividió y la esquivó. ¡Oh, milagro!...

El horario planificado para la ruta es algo ajustado, pero hemos previsto el doble de tiempo en el desplazamiento y no llegamos a gastar todo lo planificado. Por tanto sacamos algo de “saldo” en minutos para poder completar la ruta antes de la una y media, hora en la que hemos quedado con los guías de las cuevas de lava en Vierge Parasol.

Empezamos caminando en las lavas junto al mar, ante las miradas curiosas de unos hombres que faenan, adecentando el camino que nosotros aprovechamos.

El sendero es realmente muy bonito y nada difícil de seguir. Gracias a la brisa marina que se hace notar de vez en cuando, se hace muy llevadero. Llegando a Les Cascades (un lugar de lo más turístico y paradisíaco), se acaba el sendero “adecentado”. El resto no es difícil de seguir, pero es más costoso porque las hojas de los árboles tapan las piedras y tendemos a tropezar. De hecho uno de los compañeros se lleva un buen susto y algunas magulladuras.

Pero es innegable que la ruta es preciosa, de las más bonitas para mi gusto. (¡¡Aconsejan no hacerla en verano austral por el calor!!)

Conseguimos llegar todos al punto de encuentro con los guías y se organizan para llevarnos con sus coches a los dieciocho participantes que entraremos a las cuevas hasta el lugar de inicio de la actividad. Nos entregan el material (guantes, coderas, rodilleras, casco, frontal), y les seguimos por la lava convertida en piedra y salpicada con diferentes especies vegetales.

Desde allí la visita a la cueva es algo deportiva para los que queremos más aventura, y algo más tranquila (aunque requiere agacharse y gatear en algunos casos), para los que no.

Los guías nos explican en inglés y algunos traducimos. Se nota en ambos guías la pasión y el asombro que les produce la cueva.

Tras la experiencia pagamos religiosamente el precio de la visita y el bus privado que tenemos acordado aparece puntual para llevarnos al hotel Cap Sud en Saint Pierre.

Que resulta ser bastante decepcionante. Nos obligan a llegar antes de las siete de la tarde porque la recepcionista se marcha y no queda nadie allí por la noche… No entiendo por qué lo llaman hotel cuando no hay recepción 24 horas.

Además el edificio es cutre como él solo y hay bichos en algunas de las habitaciones: hormigas, cucarachas…

No hay mucha opción, así que allí nos quedamos. Nos vamos a cenar donde podemos (hay bastante oferta en la localidad), y volvemos a nuestras habitaciones, durmiendo algunos mejor que otros.

 

11 de septiembre de 2024

La chica de la recepción al menos es muy amable y accede a llegar diez minutos antes y usar una mesa arriba para que podamos desayunar juntos y no tengamos que hacer dos turnos.

Desayunamos rápido, nos recoge el autobús que se retrasa pocos minutos, y nos vamos camino del volcán.

Cuando llegamos al Gite du Volcán aún no podemos instalarnos, pero la señora que lo gestiona nos permite dejar las mochilas pesadas en la recepción.

Cogemos lo indispensable para echar el día visitando el volcán. El día es menos caluroso de lo que esperábamos, y se hace muy llevadero.

Aparte la ruta es menos dura y muy entretenida, con el paisaje realmente impactante que vamos descubriendo. La cámara de nuestros móviles hoy funciona a destajo.

Hay miles de turistas, es lo único, pero solo por la mañana. Después de comer queda poca gente aparte de nosotros.

Al regresar hasta el Pass de Bellecombe, decidimos comprobar si efectivamente en el parking que hay a diez minutos existe un chiringo como marca el mapa, pero nuestro gozo termina en un pozo cuando vemos el local con hierbajos en los alféizares de las ventanas. Lleva mucho tiempo abandonado, a pesar de los autobuses y los numerosos coches de alquiler que llegan hasta allí, muchos de ellos solo para acercarse al mirador. Me resulta difícil creer que no hagan negocio allí arriba con la cantidad de turistas que pasan.

Volvemos hasta nuestro Gite du Volcan para instalarnos, ducharnos, y comentar las opciones del día siguiente y del último día antes de la cena.

Por supuesto, estilo criollo. Pero el sistema me parece mucho más práctico… tienen una sala donde ponen los primeros en plan buffet, después nos avisan cuando han puesto los segundos, y después cuando ponen el postre. Cada quién se sirve lo que le apetece y nuestros anfitriones se ahorran mucho trabajo innecesario, poniendo las ollas para luego quitarlas… etc. Gente muy práctica, sí señor.

El cielo está rebosante de estrellas cuando salgo a echar un vistazo. Lástima que haga algo de frío, porque el panorama invita a sacar el colchón y dormir allí debajo de ellas…

 

12 de septiembre de 2024

Desayuno en mismo formato que la cena, y rápido nos ponemos en marcha.

Hoy tenemos un buen rato de pista, alrededor de cinco kilómetros, que no le vienen nada bien a mi cadera, que prefiere mil veces los pasos irregulares. Además, como llegamos a la última parte ya cuando los coches empiezan a subir a ver el volcán, en el último tramo tragamos algo de polvo. Aún con esas el paisaje merece la pena, y además nos quitamos una tercera parte de los kilómetros de la ruta en un “pis-pás”.

Cuando llegamos al Pas des Sables, abandonamos por fin la carretera, adentrándonos en el sotobosque típico de las alturas de Isla Reunión. Desde pequeños miradores a nuestra izquierda conseguimos ver el Sentier de Cap Blanc que se dibuja primero sobre el Plain des Sables y luego desciende vertical por la terraza del valle de Langevin, difuminándose en la selva, y terminando en Grand Galet. Nosotros no diseñamos el recorrido usando ese camino porque no conseguimos allí alojamiento, y tuvimos que tirar de alternativa. Por ese motivo hoy nos alojaremos en Gites Malmany.

Un cartel solicita que nos cepillemos los pies para no diseminar semillas de la parte baja en la alta o viceversa…

Al terminar la parte más amable del sendero, otro cartel bastante amedrentador nos recibe, informando de la dificultad del Sentier Maron, por el que tenemos que continuar. En realidad no es difícil, pero requiere resistencia y buena forma física, porque como el sendero del primer día, tiene multitud de elementos de asistencia para facilitar el tránsito. Aunque en esta ocasión el sentido es de bajada y se nota el peso de la mochila. Agradecemos mucho que hoy no haya humedad en el terreno.

 

Todos terminamos medio hartos de los escalones, aunque de nuevo, la vegetación que nos rodea nos encanta. Pasamos olímpicamente de un desvío hacia Gran Trou que nos habría venido muy bien para ir directos al alojamiento. Nuestro track termina en el pueblo, pero el gite en realidad se encuentra en la parte de arriba de la localidad, un poco en las afueras. Así que el desvío nos habría ahorrado la subida de después. A esa altura el sendero es mucho más amable, se han acabado los escalones, pero ha entrado la niebla. Nos adentramos en Grand Coude con esa quietud que  la suele acompañar… Un libro de aventuras o de terror podría empezar con esta niebla y unos incautos caminantes adentrándose en la tranquila ciudad… jajaja…

Los más adelantados encuentran un supermercado en la parte baja del pueblo y envían la ubicación por Whatsapp, invitándonos al resto. Para allá que vamos casi todos con la esperanza de encontrar los antojos más variopintos. En mi caso, un helado de triple chocolate (¡me lo he ganado!).

 

Nos tomamos nuestras chucherías en el exterior del supermercado que tiene un techado en su lateral y nos podemos sentar. Algunos entran al super varias veces para reponer.

Cuando terminamos, el grueso del grupo sube hacia el alojamiento y tres participantes nos acercamos a explorar el Sentier Tarzán, por el que deberíamos bajar a Grand Galet mañana, pues los guías de la cueva nos lo pusieron muy feíto…

Tardamos un buen rato en llegar al sendero por la carretera, y tenemos que darle un par de intentos hasta que lo encontramos. El camino que marca el track parece cerrado, pero al segundo intento descubrimos que no lo está. Eso sí, hay que entrar con confianza, (tipo “Andén 9 y ¾”, para los fans de Harry Potter). Al final de los arbustos que parece que te van a absorber, está el sendero. Es como entrar en otro mundo… Nada más empezar hay unos troncos bajo los cuales hay que pasar. Y es muy muy vertical. Con la niebla resbala, es posible que seco sea algo más sencillo. Hay muchos agarres a los árboles y plantas alrededor, y se hace patente el motivo por el que lo llaman “Tarzán”.

Empezamos a bajar unos metros porque a pesar de ser delicado, parece realmente divertido (para el que esté acostumbrado a trepar, NO lo aconsejo para senderistas), pero la responsabilidad me puede… tenemos que tomar decisiones y hacer cambios, y si seguimos bajando nos quitamos el margen de maniobra. Los tres coincidimos en que no podemos bajar todo el grupo por este sendero porque además mañana dan lluvia.

Volvemos sobre nuestros pasos y durante la cuesta arriba hacia el gite, por la carretera, vamos tomando decisiones y adelantando gestiones. Corren bastante prisa porque Stephanie, nuestro contacto en Elite Reunión (una empresa muy aconsejable para los desplazamientos allí), se marcha a las 16:00.

Adelantamos el bus de recogida a por la mañana, renunciando a ver la cascada Grand Galet y a realizar la actividad del barranco. Parece la decisión más prudente.

Cuando llegamos al gite comunicamos la decisión que hemos tenido que tomar sin consultar debido a la prisa a todo el grupo y, aunque algunos se llevan una pequeña decepción, todos la aceptan deportivamente y apoyándonos.

Nuestro anfitrión, Jules, es todo un showman, y este gite que hemos reservado como alternativa por no tener otra, termina resultando el gite más divertido de todos, constituyendo un fin de fiesta memorable.

Su hijo Rudolf y él nos tratan estupendamente, nos sirven unos refrigerios antes de la cena, y durante la misma también usan el “método buffet” que tan práctico resulta.

Jules se sienta a cenar con nosotros mientras su hijo cocina y nos cuenta todo tipo de anécdotas de sus muchos viajes como marino. Habla un inglés peculiar, como él mismo, y con frecuencia interrumpe su cena para coger la guitarra y cantarnos alguna canción.

La parada en este gite debería ser obligada para todos los grupos que visiten la isla …

Nos vamos retirando, algunos medio “piripis” por la generosidad con la que Jules reparte el ron y el vino.

 

13 de septiembre de 2024

“Dita sea… hace un día espectacular… y ¡hemos cancelado la actividad de hoy!... Ains… qué mal”. Es mi primer pensamiento cuando salgo del comedor y veo el cielo después del desayuno compuesto de crepes, pan, bebidas calientes, azúcar, miel… y sobras de la cena de ayer (arroz principalmente).

Pero lo hecho, hecho está… así que tras hacer la mochila tranquilamente y despedirnos efusivamente de Jules (Antonio y él terminaron llamándose mutuamente “hermano”), bajamos hasta la iglesia de Grand Coude, donde hemos quedado con el conductor. El mar de nubes va subiendo y cuando nos montamos en el bus, llovizna un poco. Y según empezamos a bajar, comienza a caer el diluvio universal… los ríos junto a la carretera dan verdadero miedo.

Todos nos alegramos infinito finalmente de la decisión tomada el día anterior, puesto que el sendero Tarzán probablemente sería una “trampa mortal” con esta lluvia, por no hablar del barranco… vaya suerte que hemos tenido.

Nuestro conductor se encuentra indispuesto, así que paramos en las cocheras de la empresa, conocemos personalmente a Stephanie, quien amablemente nos regala unas botellas de vino y un paté para compensar la espera, y tras el cambio de conductor (a conductora), continuamos a Saint Denis.

Dejamos las maletas en el Central Hotel, o en el alojamiento que corresponda para los grupos que se quedan, y nos vamos a hacer turismo hasta la hora de enfrentarnos por última vez al reto del transporte público en Isla Reunión, para llegar al aeropuerto a tomar el avión de vuelta a París.

Durante el vuelo tenemos muchas horas para darle vueltas a lo que escribiremos en la memoria. Y aún con esas nos dejamos tantas cosas…

 

AGRADECIMIENTOS: A todo el grupazo que se ha adaptado a rutas duras, incomodidades, y cambios, con un buen humor que hace que todo sea infinitamente más sencillo y disfrutable. Gracias por vuestras ganas de pasarlo bien. Gracias por vuestra colaboración para que todo fuese sobre ruedas.

¡Wilofyu compañeros! (os lo decimos ininglis para que lo entendáis 😉)

Fotografías de:

Merche P., Luis S.M., Luis F., Esther G., Carlos S., Esther P.

 

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