Decía Bulín; pues así era nombrado en el pueblo, ser hijo de unos gitanos chamarileros que llegaron a Horcajuelo espoleados por el hambre y la miseria. Bulín, como lo conocí, en realidad se llamaba aunque nadie lo llamaba por su nombre, fumaba caldo de gallina de un cuarterón de color verde y negro según recuerdo. Bulín liaba con parsimonia sus cigarros doblando hacia el interior cuidadosamente los extremos, después los humedecía con la lengua y cerraba con destreza, y lo encendía con chisquero de piedra y larga trenza amarilla que chascaba repetidamente. Bulín se trasladó a Montejo para el esquileo de las ovejas de don Casto y más tarde se ocupó de pastorear vacas y yeguas.
Vacas que rumiaban y pastaban en el prado en el que nos encontramos. Bulín tuvo un hijo con Dominga Maruenda, natural de Aoslos y que jamás conoció otros lugares que los alrededores, y nunca fue cristianado por la tozudez del marido en llamarle Primero, con grande escándalo del párroco que negó su bautismo en esos términos. Después nació Segunda, que fue recibida con alborozo por el de la sotana por tratarse de un nombre bautizable y aceptado por la Iglesia. Las desavenencias se repitieron después al nacer Tercero y Cuarto. Dominga murió en el último parto de unas fiebres mal curadas según certificó el médico. Mal de parto dijo.
Mientras Primero y Tercero cuidaban el ganado y Bulín cortaba leña para don Casto, Segunda y yo compartimos juegos en este mismo prado en que nos encontramos, y fríos baños en el río con el ojo puesto en que no llegara el lobo a las vacas. Cuarto era demasiado pequeño para acompañarnos.
Con el paso del tiempo, los hijos fueron; uno a uno, perdiéndose en la lejanía de la emigración en tanto que Bulín se enmohecía en el pueblo cuyo reloj estaba parado marcando las doce en punto. Bulín cazaba gazapos, zorros y corzos con lazo en el monte y me enseñó a mirar con esperanza en los ojos grandes y tiernos de los becerros.
¿Qué…?... ¿Qué te parece el espectáculo…? Me atrevo a preguntar a unos compañeros venidos de Tarragona desconocedores del lugar.
¡¡Asombroso..¡¡ me respondieron.
Pues démonos prisa porque aun nos quedan unos kilómetros hasta la ermita de Hontanares.
La ermita es el punto de reunión en donde nos espera la fiesta de celebración. Es el día de la Mujer con el que nuestro Club pretende rendir homenaje a nuestras montañeras. Allá nos esperan los dos grupos en los que nos dividimos esta mañana en el Colado del Cervunal. Un grupo más numeroso de 66 personas hizo todo el recorrido programado mientras que el resto, evitó el rodeo del macizo montañoso para subir La Buitrera y alcanzar el mismo objetivo.
Como de costumbre reinó un ambiente cordial y ameno gracias a la colaboración y organización desinteresada de tanta gente que ayudo en el diseño, reconocimiento de la ruta, patrullas de apertura y cierre de ambos recorridos…
Vaya celebración…¡¡ Empanada, tarta de manzana, bebidas y regalos fue el colofón a otro día insuperable que comenzó en el Puerto de La Quesera a las 9:20h. de la fresquita mañana ………
Gracias a las 83 participantes por su asistencia (13 de los cuales quedaron cubiertos por el seguro del club al no disponer de licencia federativa), que recorrieron los 24 kilómetros, invirtiendo 9 horas, salvando un desnivel de 1.180 metros de subida y 1.510 de bajada sin contratiempos y con un ánimo extraordinario.
Mención especial a las 37 mujeres, que representaron el 45% de la participación total, por haber contribuido a incrementar la presencia femenina de una forma sustancial y protagonizar momentos cargados de humor.
Nos vemos en la próxima!!