CIRCULAR A EL PICO NEVERO
21 Noviembre 2020
Amanecemos con un día fabuloso de noviembre. Sol a raudales. ¿Es otoño o primavera?
En mente llevamos una ilusión: retomar las actividades del Club después de unos meses de parón forzado a consecuencia del ominoso covid19.
El designio del día consiste en probar una nueva modalidad de actividad de “Cordal” en coches particulares. En grupos pequeños y con la idea de cumplir una disciplina sanitaria exhaustiva. Nos hemos conjurado para sortear al virus. No podrá con esta aguerrido grupo de montañeros y montañeras.
Nos juntamos 21 almas hambrientas de montaña social. Tras el dracónico confinamiento y las medidas de distancia social en la cual hemos tenido que “montañer” en grupos burbuja, el personal tiene ganas de mezclarse. ¡Viva al promiscuidad!
Al principio de la actividad, realizamos un “briefing” con las “reglas de la nueva normalidad”: grupos de 6, a poder ser cerrados; interacciones en grupúsculos reducidos; mascarilla para entrar y salir de los núcleos habitados….
Las “normas” duran lo que el ansia de socializar. Fue salir del pueblo y volvimos a la “melé” tradicional que caracterizan nuestras rutas.
Yo empecé con un grupo de 6 y terminé.. ¡con un grupo de 6! Pero ninguno era con los que eché a caminar. El azar había creado un caprichoso colectivo sobre la marcha.
La ascensión comenzó por una pista forestal que trasmutó en senda desdibujada a través de un precioso robledal otoñal alopécico. Al salir del mismo, el camino, volvía a asomar burlón, medio hitado, medio no, pero señalándonos la laguna glaciar del El Nevero y vislumbrando la cumbre. Ummm, embriagador paisaje serrano. Sol, gente. Hermoso día ¿no?
Los grupos, que habían partido atomizados, se fueron compactando y se fusionaron en la cima como gran familia Pegaso, a la par que aprovechamos para la refracción de rigor.
La cúspide, que parecía una procesión de viandantes, se había convertido en un centro de lanzamiento aéreo con una extensa cuadrilla de parapentistas. Ya que nos recomiendan “distancia social”, actuemos a la española y mezclémosnos con el mundo exterior. ¡Quién dijo miedo!
Tras el frugal almuerzo, el sendero proseguía por las cuerda que enla las cumbres carpetanas y que dividen la Comunidad de Madrid de la inveterada Castilla.
El grueso del grupo siguió el track proyectado e inició el descenso al lugar de partida de manera circular, bajando por la cara Sur de la ladera, divisando toda la envergadura del valle de Lozoya.
Otro grupete, con el coordinador de la ruta (para seguir la tradición pegasiana de “ejército de Pancho Villa putativo), decidió continuar el GR que baja hasta el puerto de Navafría y que terminaba enlazando con el track original en este punto de confluencia.
El resto del descenso transitaba por un pacífico bosque naturalizado de pinus silvestris replantado, de esas tan típicos de nuestra sierra.
El resto del recorrido se resume en afables pláticas varias y puesta al día de compañeros de aventuras separados por una guerra inerme.
Tan abstraídos íbamos en nuestras disquisiciones, cada cual narrando su particular interpretación de este “annus horribilis”, que cuando nos percatamos habíamos dejado el bosque atrás y era ya momento de revestirse la mascarilla como complemento ubicuo de nuestra accidentada pandemia.
La guinda del goloso día la puso ese anhelado momento “après-montagne” de apetitosa cerveza compartida, en la que soñamos con salir de la pesadilla y descubrir cuán dichosos éramos antes con tan poquita cosa.
J. Javier Crespo.