Ascensión al Elbrus cima Oeste (5.642 m).
4 al 15 de agosto de 2019
Nuestro viaje empezó el domingo 4 de agosto cuando nos encontramos los que salíamos de Madrid en Barajas, a la 1 p.m. Todos volábamos con Pegasus Airlines, cómo no. Nos encontramos en Estambul con otros miembros del grupo, y llegamos los diez juntos a Mineralnye Vody, el aeropuerto ruso más cercano al Elbrus. En total fueron unas 12 horas de viaje incluyendo una escala de 4 horas. Curiosamente, salimos en los dos vuelos con una hora de retraso, pero llegamos a la hora prevista, más o menos.
5 de agosto de 2019
Tras un pesadísimo control de pasaportes, aunque afortunadamente sin incidencias, a las 3.30 a.m. salimos hacia Terskol, el pueblo en el que nos alojaríamos. El viaje, de tres horas, se nos hizo corto, ya que tras la noche en vela, casi todos, incluido el conductor, nos pasamos el viaje durmiendo. En el hotel Esen, de la estación de esquí de Terskol, nos permitieron entrar antes de la hora de check-in, lo que nos vino estupendamente.
Por cierto, el conductor no hablaba ningún idioma que nos resultara conocido, tuvimos que ir a buscarle en la oscuridad más tétrica, y además los coches no pueden entrar al aeropuerto por la noche, así que nos tocó arrastrar las mochilas durante un buen trecho, y confiando que el conductor fuese el nuestro y nos llevase a nuestro objetivo. Un poco de emoción para empezar.
Conocimos en el hotel a Lisa, de la agencia, que habla (y canta) español perfectamente, al que sería nuestro guía durante el viaje, Aleksei, una persona estupenda, amable, paciente y gran montañero. Después de comer ensalada de pepino y sopa de cebolla, que con variaciones sería la dieta básica de todo el viaje, salimos a dar un paseo de unos 6 km y 600 m de desnivel, hasta los 2.700 m.s.n.m. donde paramos en un bar a tomar algo (esa fue nuestra cima del día). Desde el primer día vemos el Elbrus ahí arriba, vigilando. Seguimos la ruta de ascenso al pico Cheget, hasta la zona fronteriza con Georgia, por donde es necesario un permiso especial para transitar, que no teníamos, así que no subimos al pico, claro.
6 de agosto.
La ruta de aclimatación de hoy nos lleva al observatorio del Elbrus (3.150 m), en ruta circular subiendo por laderas herbosas y bajando por una pista. Vemos enfrente la zona de los barrels a la que se puede llegar desde el observatorio, y la ruta de ascenso al Elbrus (cima oeste), además de su cima hermana (la cima Este, 5.621 m), que no parece muy complicada ni siquiera larga, aunque sabemos que a esa altura nada está tan cerca ni es tan fácil como aparenta desde el valle. Dos miembros osados del equipo traspasamos una zona prohibida, aunque no pasó nada…cosas que pasan en el Cáucaso.
Por la tarde nos reunimos con la empresa que alquila material para completar nuestro equipo personal, insisten en que todos llevemos un plumas potente, botas dobles o con cubrebotas, y manoplas, asusta un poco el frío que debe hacer ahí arriba. Sin embargo, nos dicen que en el refugio hay mantas y que no hace falta llevar saco de invierno, aunque se duerme mejor en un saco calentito que con los edredones con solera que hay en los barrels. Dormimos en el hotel una última noche.
Nos trasladamos a las 9 a.m. a Azau, donde tomamos los teleféricos hasta la zona de barrels que nos corresponde, Askhat, a 3800 m. Hay que subir la comida para los días que estaremos allí, así que pasamos un rato entretenido cargando y descargando cajas, además de nuestros pertrechos, de las cabinas.
Desde Garabashi (3.750 m) hasta la Diesel Hut (4.100 m) hay variedad de alojamientos, todos más o menos de un estilo cutrecillo tipo Góriz. Somos once, con el guía y como no cabemos en un solo refugio, ocho se van a un contenedor y tres a un barril, muy atrayente todo ello. El contenedor, con literas, una mesita y una cerradura que se atascaba, y el barril, algo más mono y espacioso, con cama corrida y zona central de cocina. Parece que los barrels se asignan según orden de llegada, así que conviene madrugar.
Después de instalarnos y comer algo en el barrel-restaurant (ensalada y sopa de cebolla) salimos a dar un paseo de aclimatación hasta 4.400 m, donde empezamos a sufrir el frío y la altura, más aún porque no acompañaba la tarde con viento y nieblas. Esa noche nos costó conciliar el sueño, con dolor de cabeza y palpitaciones en distintos grados, lo normal.
Hoy toca subir aún más alto por la ladera del Elbrus. El objetivo son las rocas Pashtukov (4.650 m) hasta 4.400 subimos cómodamente, ya conocemos la ruta y las sensaciones, aunque a partir de ahí la cuesta se empina y nos empezamos a desperdigar para subir a ritmo. La ruta no es muy agradable, con las ratracs o pisa-nieves y motos de nieve soltando gases y ruido, pero por momentos se disfruta, hace muy buen día y vemos continuamente la ruta que seguiremos para la cima.
Finalmente llegamos todos a la altura del Mont-Blanc (4.810 m) y otros más energéticos casi a los 5.000 m de altura, sufriendo la pala más dura de la ruta, de hasta 40 º, donde hay una ratrac sepultada por la nieve.
Según el programa, hoy toca día de descanso. La previsión meteorológica es buena, noche y mañana despejada con vientos de 10 km/h en la cima y tarde más ventosa y nublada, así que intentaremos la cima esa noche. El día de descanso fue una tertulia constante, ese día tendríamos un guía adicional, Kostia, y Aleksei había accedido a formar dos grupos con un guía cada uno. Como había quién no quería renunciar a la cima, quién no quería renunciar a intentarlo desde los barrels (1.900 m de desnivel acumulado), y quién se preocupó de no comprometer el éxito del grupo al tener que darse la vuelta con un guía, nos dividimos en principio entre los que irían desde los barrels y los que subirían en ratrack hasta 5.070 m, incluso una persona optó por contratar un guía particular.
El plan previsto consistía en salir a medianoche los que iban a pie, y a las 3 a.m. los motorizados. A las 4 a.m. nos encontraríamos sobre los unos 5.000 m, antes de la travesía que lleva desde la pala superior de las Pashtukova, la más dura de la ruta, al ”saddle” o collado entre las dos cimas y desde ahí iríamos juntos, con dos guías por si alguien necesitaba apoyo especial. Hasta esa altura, quien necesitase bajar, podría contar con que (previo pago) le bajase una ratrac, sin compañía de guía.
Todo salió según lo previsto aunque el hielo de la ruta hizo más difícil de lo previsto la ascensión a los que subían a patita desde los barrels.
Finalmente nos reunimos los ocho que llegaríamos a la cima en el collado entre las dos cimas del Elbrus. Después de un descanso al sol, a las 7 a.m. abordamos la subida final a la cima, flanqueando una ladera equipada con un pasamanos en el que nos anclamos con cintas (sólo por eso necesitamos llevar arnés, ya que no nos encordamos en toda la subida), que al final se inclinaba bastante, aunque no tiene mucha pendiente.
Desde ahí se llega a la cima tras una cómoda travesía de unos 500 metros. Llegamos a las 10 a.m., mucho tiempo de ascensión porque nos paramos a descansar, beber y comer varias veces, lo que ayuda a subir sin problemas a esas alturas. Las sensaciones fueron muy distintas, obviamente, para los que subieron andando. Los metros finales se hacen muy, muy duros, pesa mucho el desnivel a esa altura.
La cima fue espectacular, abrazos, lloros, y unas vistas increíbles. Uno de los nuestros se tomó su tiempo, y llegó algo más tarde, aunque subió andando desde el refugio. Había sólo 6 grados bajo cero y sin viento.
La bajada, que en teoría lleva 4 horas, se nos hizo larguísima. Además, el calor fundió el hielo y en la parte baja tuvimos que vadear los ríos que se iban formando. No importó nada, íbamos tan contentos. Esa noche nevó en los barrels.
Según el programa disponíamos de otras tres noches en los barrels, habíamos contratado dos días de reserva por mal tiempo que no utilizaríamos. Ya no teníamos nada más que hacer y nos bajamos al hotel, con ganas de ducha y cama en condiciones. Esa noche toca celebración en un restaurante típico y entrega de diplomas. Comemos cordero y shaslik –brocheta de carne asada -, con vino espumoso, y de postre…vodka. Nos entregan unos diplomas que acreditan haber completado la ascensión, o la altura a la que hemos subido.
12 de agosto.
Con el buen tiempo apetece hacer alguna ruta (tampoco es que haya muchas más opciones en el valle) y decidimos ir al pueblo Elbrus desde donde se sigue valle del Iryk-Chat, siguiendo el curso del río hasta donde se juntan los valles Iryk y Chat, provenientes de glaciares. Subimos un desnivel de 800 m por un valle precioso. La atracción principal es un castillo de arena (un montículo erosionado) y una surgencia de agua con gas, que bebimos (estaba buena).
13 de agosto.
Salimos andando desde el hotel y remontamos el valle del río Terskol hasta un collado a 3.200 m (unos 6 km) desde donde se ven las laderas del Elbrus. Remontamos el valle entre el valle que lleva al observatorio y el valle del Iryk-Chat, de forma que hemos recorrido los tres valles de las caras sur y este del Elbrus. Hace muy buen tiempo (ese día fue incluso caluroso) y disfrutamos de unas vistas espectaculares. Paramos a la vuelta en una cabaña de madera muy bien montada a tomar un té delicioso y a comer algo.
Hoy es el último día, nos lo tomamos con calma ya que salimos a las 14 horas hacia Mineralnye Vody y no queda más que hacer que compras de última hora. Desde el aeropuerto, parte del grupo vuela a Moscú hasta el domingo 18, y parte, tras una larga espera de 12 horas en el aeropuerto, más dura aún que la ascensión, vuelve a Madrid.
Y poco más que añadir. Sólo me queda agradecer especialmente al club el interés en programar esta actividad que nos ha hecho disfrutar tanto, y a mis compañeros de viaje el buen humor, la paciencia y la ayuda desde el primer día. Gracias Rafa, Paco, Carlos S, Yolanda, Mariano, Pedro, Adolfo, Carlos L y Adrián!!!
Coordinadora: Fernanda