Valle de Arán

15 al 20 de agosto de 2017 

Al final nos juntamos 20 personas para la salida. 8 enlazamos esta actividad con la travesía del Vignemale; 11 vinieron de Madrid y 1 de Bilbao. Como siempre fuimos llegando escalonadamente, el último coche llegó sobre las 21:00h. La cena del primer día también estaba incluida. Eficientemente, la “gobernanta” del comedor nos asignó nuestras mesas, y horarios de comidas: el desayuno, a las 8:00h, y la cena, inflexiblemente, a las 20:30h. Ya se encargó ella de que se cumplieran las reglas en lo sucesivo.

Como había bastantes personas nuevas, hicimos una reunión después de cenar, para revisar el plan del día siguiente, en la sala de estar. El personal dio en llamarla el “briefing”, y como parece que resultó útil, ya quedó instituida para el resto de los días. Juan Miguel aprovechaba el momento para tomarse un cóctel. El camarero nos confesaría el último día que las reservas de Martini del hotel quedaban tiritando. Este día quedó ya también establecido que después del “briefing” habría tertulia en el bar de al lado del hotel para los que tuviesen todavía energía para ello. 

El 16 de agosto afrontamos la primera ascensión: El Mauberme. Quedamos en la recepción a las 8:45h. También quedó y a establecida como hora de salida para lo sucesivo. Como los conductores habían aceptado meter los coches en la pista que llega hasta el monasterio de Montgarri, punto de partida de la ruta, no hubo necesidad de contratar taxis. Salió un día caluroso.

 

Como es habitual, pronto se hicieron varios grupos. En el que yo estaba, hicimos la ida por el lago Montolíu, y la vuelta por las minas de Urets, según el track previsto. No obstante, me consta que hubo bastantes variantes, más o menos fieles al plan original.

Sí coincidimos todos al final de la ruta en el bar del monasterio, un sitio algo caro, pero muy agradable. Después vuelta al hotel, asearnos, y cena a la hora establecida. Hubo a gente a la que le dio tiempo a bañarse en la piscina también. En la cena, acordamos que no se podía contar el número de platos que atacaban los compañeros de mesa. 

El día 17 amaneció un día todavía más caluroso que el anterior. Llegamos a Isil, un pueblo bonito, del que partía la ascensión hacía el Moredo, objetivo del día. Simplificando mucho, podríamos decir que se establecieron 3 grupos: Los que subieron al Moredo y crestearon hasta el Bonabé, los que subieron directamente al Bonabé, y  los que se quedaron en el lago de Airoto disfrutando de un baño.

A estas alturas ya se había acuñado la expresión “las chicas del lago” para referirse cariñosamente a un grupillo que, aprovechando que las rutas eran de ida y vuelta por el mismo sitio, se fijaba como meta los lagos que casualmente había hacía la mitad de cada ruta.

Curiosamente, a pesar de lo dispares de los planes, llegamos todos en un margen de tiempo muy estrecho a Isil, así que tomamos al asalto una taberna donde nos refrescamos, y pasamos un buen rato comentando las incidencias del día. Se percibía que conforme iban pasando los días, las conversaciones se iban volviendo más animadas y ruidosas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El día 18 hicimos buena la expresión de 20 Pegasos, 21 planes. Los hubo para todos los gustos: 3 personas optamos por no hacer actividad física ese día, 4 se fueron a hacer la ferrata de Uña, 1 se fue a Sort a palear, las personas que habían participado en la travesía hicieron una variante del track previsto, y otro grupo, menos mal, hizo la ruta planificada.

Personalmente, doy el día por bien empleado, por fin pude probar la olla aranesa en un restaurante que nos recomendó Antonio, y también tuve ocasión de bajar al spa, que hasta ese día no había podido catar.

En el “briefing” de después de cenar se acordó por unanimidad cambiar la ascensión prevista originalmente para el día siguiente, al Tossau, por el Mulleres.  

Unos pocos hicieron una ruta circular desde el Valle de Cabanes, pasando primero por el lago Negre y subiendo luego al pico Bassiero atravesando un paisaje típico de Aigues Tortes donde se mezclaban el pino negro con enebros en un entorno de  multitud de lagos de origen glaciar. Durante la bajada se atravesaron muchos lagos azules hasta alcanzar el valle con numerosos abetos y hayas y gran número de arbustos en las que destacaban las frambuesas. 

El día 19, último día de ruta, fue más fresco que los anteriores, incluso amaneció con niebla baja en el valle de Arán. Se reveló un acierto haber cambiado la ruta al Mulleres porque en cuanto salimos del túnel de Vielha, camino del parking que hay en las inmediaciones de su boca sur, pudimos comprobar que en este lado la niebla era más alta y menos densa.

Este día sí que hicimos todos la misma ruta, aunque lógicamente a diferentes ritmos. Y es una alegría escribir que prácticamente todos alcanzamos la cima. Para algunos participantes fue la primera vez que coronaban un 3.000 de los Pirineos.

La llegada al aparcamiento para la vuelta se produjo en un intervalo muy amplio de tiempo, habiendo una diferencia de 2h entre la cabeza y el último grupo. Al llegar al hotel, comprobamos que, en la explanada en la que solíamos aparcar, habían montado un escenario para dar un concierto esa misma noche. Un puñado selecto de Pegasos estuvo después allí dándolo todo.

 

 

 

 

 

En el “briefing”, el grupo tuvo un gesto bonito para conmigo, que desde estas líneas querría agradecer de corazón.  

Y llegó el día 20, la actividad se nos había pasado en un suspiro. En el desayuno, las conversaciones giraban en torno al “musicote” del evento, la calidad de los DJs, y los estragos que la noche había causado en algunos. Escalonadamente, todos fuimos abandonando el hotel con las piernas cansadas, y la cabeza llena de gratísimos, e indelebles, según acordamos, recuerdos.

No quiero terminar sin reiterar unas gracias enormes a todos los participantes, por la buenísima disposición que mostraron durante toda la actividad, y por las sinceras muestras de cariño recibidas. 

Alfonso.

 

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