A.D. Grupo de Montaña PEGASO
Montañismo
Hayedos Vascos y Navarros
27 - 29 de octubre de 2023
Del 27 al 29 de octubre, nuestro grupo de montaña tuvo el placer de disfrutar un bonito fin de semana en los hayedos y cumbres del País Vasco y Navarra. Fuimos testigos de la belleza incomparable del cambio de colores del paisaje en otoño en un entorno natural excepcional.
Los hayedos, robles, acebo y musgo que encontramos en nuestro camino proporcionaron un espectáculo visual impresionante. Los bosques destacaron por sus hojas que variaban en tonos de verde, amarillo y rojo, creando un mosaico de colores que pintaba los bosques. Los robles también mostraron su esplendor otoñal, con hojas que iban desde el marrón claro hasta el rojo intenso. El acebo añadió destellos de color con sus frutos rojos brillantes, contrastando con el fondo de hojas caídas. El musgo, en su verde exuberante, cubría rocas y troncos, aportando un toque de frescura a la paleta de colores otoñales.
Viernes 27 de octubre
El grupo estuvo compuesto por 35 apasionados amantes de la montaña y la naturaleza. Nos alojamos en el acogedor Hotel Izar Ondo en Arbizu, donde fuimos llegando poco a poco a lo largo del día. Algunos vinieron desde Alicante; otros cogieron un avión vía Madrid y, por último, antes de que cayese el día y tras algún percance en su vehículo, llegaron los últimos integrantes de la expedición. Cada uno pudimos disfrutar en grupos pequeños, de la cena en distintos locales de la zona.
Algunos, antes de acostarse, dieron una vuelta por el pequeño pueblo de Arbizu, localizado en una zona de gran belleza natural situado entre el parque Natural de Urbasa- Andía, con sus impresionantes hayedos y Karst y el parque de Aratz-Aizkorri que ofrece innumerables oportunidades para el senderismo.
Ocupando todo el hotel, y algunos sin saber qué amig@s teníamos en la habitación de al lado, dormimos plácidamente en este precioso valle de la Barranca.
Sábado 28 de Octubre – De Venta de Otzaurte a las Cumbres del Aratz y el Aizkorri.
El día amaneció nublado y con todo el mundo esperando puntuales a las ocho en la entrada del comedor. Allí vimos caras nuevas, otras esperadas y entre algún abrazo y saludo cordial nos fuimos introduciendo de manera aleatoria en la sala. A la izquierda había una mini barra que dio comienzo al sabroso buffet. Con la emoción del jamón serrano, la cafeína del café, la buena textura del yogur, las grandes tostas y un sinfín de bollería, fuimos ocupando las mesas según Dios nos dio a entender. El buen hombre, que nos servía y reponía este manjar, de manera, un poco resignada, nos fue diciendo a cuentagotas que las mesas con servilletas estaban preparadas para otro evento y que las nuestras eran las situadas en los laterales. Con la disculpas hechas y centradas más en ingerir, fuimos rellenando nuestros estómagos.
Sobre las nueve salimos hacia la venta de Ortzaute, donde aparcaríamos el coche. Nuestro objetivo era subir a las cumbres del Aratz y el Aizkorri, dos de las montañas más altas y emblemáticas de la sierra de Aratz-Aizkorri. Poniéndonos las botas y ordenándonos las mochilas, mirábamos de reojo el cielo por si debíamos meter alguna prenda más para la lluvia. Anunciaban rachas de viento fuerte en las cumbres, pero, allí, entre las agradables conversaciones y el repartir de emisoras, casi nadie lo quiso recordar.
Nada más empezar, la senda nos fue subiendo entre puntos amarillos por un bosque de hayas, acebos y musgos, que nos ofreció un espectáculo de colores y contrastes. Mientras arreglábamos el mundo, y hablábamos de nuevos objetivos en la vida, el bosque dio paso a unas preciosas praderas con vistas al rocoso Aizkorri. Entre unas y otras, los cazadores de palomas nos recordaban el maravilloso espectáculo de la migración de las aves. Aunque sin mucho acierto y poca materia prima, los perros esperaban a que sus dueños terminasen el breve desayuno.
Conforme la cima se acercaba, el bosque se hacía más profundo, y entre pequeñas hoyas y divertidas rocas, formaban junto al musgo un lugar de ensueño. Con pocas paradas, y mucho hablar, algunos decidieron hacer un nuevo track e investigar otros fascinantes rincones de esta hermosa sierra.
Con los pies bien puestos en el suelo y manteniendo por momentos el equilibrio, llegamos en cuentagotas a la cima del Aratz. Entonces, Eolo se hizo notar con fuerza. Su inhospitalidad nos hizo bajar por la senda ya marcada en amarillo y no atravesar las afiladas crestas que se dibujaban en el horizonte.
La bajada, en cambio, más abrigada, la pudimos disfrutar mejor, y sin darnos cuenta, entre un gran Karst y un cambiante hayedo, llegamos casi a la calzada romana, donde un pequeño manantial nos observaba la decisión que debíamos tomar: subir al Aizkorri o bajar y tomar unas cañas en la venta de Ortzaute.
Muchos optamos por saludar al Hacha de la Montaña(Aizkorri), y con una nueva subida de unos 400 metros fuimos en dirección noreste, visitando nuevos hayedos. Despidiéndonos de las últimas hayas al cabo de tres cuartos de hora, nos pusimos los abrigos para afrontar una ventosa zona rocosa que nos llevaría en silencio hasta la cima. Allí, y casi agarrados al hacha para no volar, algunos tomaron tímidas fotos con el Txindoki y el Gorbea de fondo para bajar rápidamente hacia lugares más abrigados. Por suerte, alguien, hace muchos años construyó la ermita del Santo Cristo, y algunos nos refugiamos allí para tomar algo y recuperar energía. Ahora ya sin el venerado crucifijo, sirve para aguerridos montañeros que quieran pasar allí la noche.
Despidiéndonos de la cruz metálica que corona la cumbre y que tiene una inscripción que dice: "Aizkorri, cima de Euskadi, 1956", fuimos bajando por la cara norte de esta impresionante montaña. Entre cortados, que cortaban en aliento, y gracias al paso de unas sencillas cadenas, fuimos perdiendo altura rápidamente. Enseguida nos saludaron los hayedos que fueron acompañantes de un inigualable descenso.
Rocas, musgos, acebos y algún roble nos dirigieron hacia la ermita del Santo Espíritu, desde la cual, se veía una gran pradera donde pastaban plácidamente vacas y caballos. De lejos, un hueco oscuro en la roca nos recordaba que, en tiempos, este paso fue lugar de tránsito de peregrinos, bandoleros, príncipes y reyes. Girándonos de refilón, nos imaginábamos las historias de la cueva de San Adrián. Algunos, atraídos por este enclave decidieron cambiar la ruta y otros sumar algún kilómetro.
Con 1.600 metros positivos de desnivel acumulados, subir a Añabaso, fue cosa de valientes. Otros tomamos la vía rápida de la pista. Ambas nos dejaron en la venta de Ortzaute donde disfrutábamos de un momento todos juntos.
El día se fue cerrando con una buena cena y un corto paseo. La noche con un cambio de hora y un eclipse por medio nos fue dando paso al domingo.
Domingo 29 de Octubre – De Huarte-Arakil a San Donato.
El día amaneció nublado y con las predicciones de lluvia en torno a las tres de la tarde. Después de despedirnos del chef y del hotel, y tras un contundente desayuno, nos dirigimos hacia Uharte Arakil. Allí comenzó la ruta larga, en el parking de autocaravanas. Con nadie en la opción de la ruta de los dólmenes, nos enfrentábamos todos a subir mil metros de desnivel en cuatro kilómetros. Algunos hasta se animaron a subir por la brecha.
Las primeras cuestas se hicieron sentir; eran de un buen desnivel y aunque algunos intentaban amenizar la subida entre carcajadas, la acumulación del cansancio del día anterior se hacía notar. Al cabo de una hora, dejábamos los hayedos para empezar a ver el desnivel subido y contemplar una hermosa imagen del valle. Aralar también se dejaba ver con su monasterio donde habita San Miguel cuidando la zona.
Antes del collado ya se escuchaba el fuerte viento que nos acompañó hasta la ermita de San Donato. La cima estaba cubierta de una ligera niebla que nos impedía ver los hermosos cortados de esta montaña. Por suerte, la ermita de San Donato estaba abierta y fue allí donde pudimos descansar y tomar un ligero almuerzo.
El descenso lo realizamos por la cara sur. El desnivel era fuerte y por momentos teníamos que bajar pequeñas gradas. Mirando hacia Urbasa y el resto de Andía, los hayedos se alzaban imponentes hasta la parte más rocosa donde perdían fuerza. Ya bastante abajo, los robles y hayas crecían con fuerza y nos acompañaron hasta los coches.
Hambrientos, nos tomamos unos bocadillos gigantes y unas raciones de huevos fritos con txistorra. Con los estómagos servidos, nos encaminamos en coche hacia Madrid, donde al poco tiempo cayó una fuerte borrasca. ¡Qué suerte la nuestra!
Esta excursión a los hayedos y cumbres del País Vasco y Navarra durante la última semana de octubre fue un verdadero regalo para los sentidos. La belleza de los colores otoñales y la diversidad de la flora en la región nos dejaron impresionados. Agradecemos a todos los participantes por hacer de esta experiencia una inolvidable aventura en la naturaleza y esperamos que estas memorias inspiren futuras exploraciones en este hermoso rincón de España.
Coordinador: Pablo San Martín