Los Veteranos empezamos la ruta desde el Paular, inundando el puente del Perdón a nuestro paso. Comenzamos a un ritmo calmado para ir calentando. Sabemos que la subida a Morcuera es larga y hay que ir midiendo las fuerzas.
Se respira el ambiente veraniego en cada pedalada. Así, a buen ritmo, sin prisa pero sin pausa, vamos conquistando el valle hasta llegar al primer descanso. Donde decidimos hacer una parada para recuperar fuerzas y reagrupar.
Ya con la mitad de la subida hecha, continuamos la marcha. La pista de subida es agradable, aunque hace calor. Los árboles del camino nos protegen del sol con su sombra. En las zonas en las que los árboles nos dejan un hueco para ver, contemplamos todo el valle a nuestros pies. Más de uno decide inmortalizar el momento con una foto.
Pasado el albergue, ponemos rumbo a Canencia. Ya está casi todo subido y lo poco que queda son rampas bastante tendidas.
Más tarde, comenzamos la bajada. El terreno cambia y ya no es tan cómodo como lo fue en la subida. Empezamos a hacer trabajar nuestras bicis de montaña y su amortiguación.
Llegamos al pueblo de Canencia, el Sol aprieta ya. En breve será la hora de comer y más vale que hayamos encontrado una buena sombra para entonces… es un día de pleno verano, solo que no estamos acostumbrados aún a estas temperaturas.
Nos llegan noticias del grupo que ha realizado la ruta de Noveles: todo ha salido bien y están encantados de los caminos del valle del Lozoya. Ya están de vuelta y se disponen a regresar a sus respectivos hogares.
Nosotros continuamos bajando, el objetivo es llegar a Lozoya para comer y/o tomar algo refrescante. Pero cada pequeño repecho nos hace sudar como si no hubiera un mañana. Dicen que habrá tormentas por la tarde, solo espero que nos respete durante la ruta.
Continuamos bajando y bajando hasta llegar a Lozoya. Donde por fin podemos parar a reponer energías y refrescarnos por dentro.
El grupo se divide en dos: unos paran en un bar que desgraciadamente no sirve nada de comer y otros, hambrientos, buscan otro bar en el que poder llenar la tripa. Al final nos juntaremos todos para reanudar el camino, ya con fuerzas renovadas, hasta Rascafría.
De vuelta en Rascafría, comienzan las despedidas: hay quienes se van a dar un chapuzón en las presillas, quienes ya se han desviado por las presillas y se han remojado antes de llegar al parking y quienes se van prontito a casa. La que aquí escribe acaba metiéndose, junto a otro par de valientes, en las limpias y frescas aguas de las presillas, tras haberse despedido de todos aquellos que decidieron marchar temprano a casa.
Tras ese chapuzón, la salida está finalizada. En la memoria queda un buen recuerdo de risas, buenos paisajes, lugares mágicos y compañía inigualable.
Por ultimo agradecerles a todos los asistentes y a sus bicicletas por hacer de éste un día inolvidable sin más percances que un codo raspado (en una de las bajadas). Cero pinchazos y 100% amigos con los que volver a salir de ruta.
Nos vemos en la próxima!
Coordinadora: Yolanda.