Tour Ecrins (GR-54)


 
 
 
 
 
A.D. Grupo de Montaña PEGASO

Montañismo

Alpes

19 a 31 de agosto de 2023

 

 

 

 

 

  

Sábado 19

 

Aunque ocho personas se habían adelantado un día para conocer la ciudad, el grueso del grupo va llegando a Lyon el sábado, encontrándonos todos por la noche.

El hotel no nos permite dejar algo de ropa de calle en sus dependencias durante los días que estaremos fuera sin cobrarnos una cantidad que consideramos excesiva, así que organizamos una primera maleta con el fin de llevarla a una consigna cercana usando el servicio de Nannybag.

Los últimos participantes, que llegan a horas intempestivas, consiguen encontrar a su taxista sin mucha demora y se personan en el hotel para dormir las horas que puedan antes del desayuno.

 

Domingo 20

Tres personas volvemos a primera hora de la mañana a la consigna para entregar la segunda y última maleta que quedará en Lyon, y en unos veinte minutos nos incorporamos al desayuno tipo buffet que tiene lugar en el restaurante anexo al hotel, con el resto de compañeros.

El conductor del servicio de autobús programado para acercarnos a los Ecrins nos espera en la puerta del hotel con antelación, pero dos participantes se duermen en los laureles haciendo esperar a todo el grupo.  Empezamos bien…

El trayecto hasta el macizo de Ecrins dura unas dos horas y media aproximadamente, llegando al inicio de la ruta A, sobre las diez de la mañana.

Viendo in situ que no hay asomo de nubes, nos dividimos.

Cuatro personas continúan en el bus hasta el inicio de la ruta B, encontrando algún tramo expuesto equipado con cables, pero en general siendo la ruta de poca dificultad.

 

El resto preguntamos en el centro de información turística de Venosc. Nos informan de que el ascenso al refugio de Muzelle es muy empinado y que lleva completarlo unas cuatro horas. Quince participantes deciden subir directos al refugio.

En el centro también nos informan sobre los tiempos calculados aproximados para completar la ferrata cercana, y acceden a guardarnos las mochilas de travesía, hecho que nos anima a las siete personas restantes a subir hasta la popular localidad invernal de Deux Alpes por la ferrata “Les Perrons“.

Su inicio dista unos cuarenta minutos a pie del centro de información turística. Se trata de una ferrata con algunos tramos bastante verticales aunque repletos de grapas. Es muy sencilla, de esas en las que juegas a no tocar el cable para nada y aún con esas se avanza bastante rápido. Lo malo es el sol inclemente que nos fustiga totalmente expuestos como estamos en la pared.

 

 

En los pequeños descansos que hacemos para no derretirnos, disfrutamos de los coloridos parapentes que surcan los cielos en arriesgadas maniobras. Está claro que en esta zona una importante fuente de ingresos está constituida por los deportes outdoor.

En aproximadamente dos horas desde el inicio de los cables, llegamos arriba. Algunos compañeros opinan (creo que debido al calor) que sobraban los últimos tramos, que eran más de lo mismo… No sé, a mí me ha gustado.

Finalizada la ferrata caminamos por el estrecho sendero hasta Deux Alpes donde, por el módico precio de unos tres euros, el telecabina a Venosc nos baja en menos de diez minutos al punto de partida.

Comemos algo mientras esperamos a que abran la oficina de turismo (comen de doce y media a dos) para recuperar nuestras mochilas y “comenzar” la etapa de hoy, hasta el refugio de Muzelle.

Nos ponemos en marcha atravesando primero el río Le Venéon, cuyas aguas catan dos de los participantes con el fin de empezar a subir el cuestorro bien fresquitos. Son pasadas las dos de la tarde y la cena es a las seis y media, así que los que somos menos veloces, nos permitimos pocas paradas.

La cuesta es intensa, es cierto, pero el primer tramo transcurre bajo la agradable sombra del bosque. Ya en este concurrido camino descubrimos una de las características más habituales en los caminos “Ecrinesianos”: las zetas infinitas… En las partes más altas en las que el bosque desaparece, al ser más tarde, el calor no es sofocante. Y por fin, ahí asoma el refugio.

 

 

Según me cuentan durante la cena, dos compañeras han sufrido sendas “pájaras” en el grupo principal (que subió en las horas centrales del día, más calurosas), y una de ellas incluso se plantea abandonar la travesía. Estudiamos las opciones, y dejamos la posibilidad en standby, pendientes de sus sensaciones del día siguiente.

Disfrutamos de la música latina interpretada con arreglos chill out por un grupo francés de dos miembros (guitarra y clarinete/voz), mientras comentamos la jornada de mañana.

Los compañeros me hacen entrega de un utilísimo obsequio comprado entre todos ellos junto con los participantes de la travesía de este año. De nuevo aprovecho este documento para expresar mis gracias más efusivas, y reiterar mis abrazazos. ???? ¡¡ME-EN-CAN-TAAA!!!

En el cielo la luna está en ese punto del ciclo en el que empieza a brillar con fuerza, comenzando a ocultar algunas estrellas. Pero a medida que avanza la noche la luna se retira y las estrellas ganan la batalla. Algunos jugamos a identificarlas antes de ir a dormir.

En la oscuridad grandes ranas pueblan los caminos cercanos al refugio y estoy a punto de pisar dos al ir a recoger la ropa que había tendido a mi llegada. Menudos especímenes… igual si las llego a pisar me tragan… al ir a dormir sueño que me cuelo en abismales bocas de ranas.

 

Lunes 21

A primera hora tras el desayuno (algo parco pero el habitual en los refugios franceses de montaña), nos separamos en tres grupos. Algunos se acercan al glaciar, otros se acercan al extra propuesto, el Pic de la Muraillete, y otros nos dirigimos directamente al Col de Muzelle ascendiendo en poco tiempo los relajados cuatrocientos metros de desnivel de la subida que nos toca superar hoy.

 

 

En el collado el camino, como un trazo de acuarela en un papel plegado, se desliza hacia la otra vertiente, ofreciéndonos la vista al valle por el que bajaremos, y poniendo a la altura de nuestros ojos el collado al que subiremos mañana, para desasosiego de algunos...

Iniciamos la bajada con el sol más alto, y agradecemos francamente que este tramo ya sea en descenso. Nos cruzamos, sin poder evitar cierto sentimiento de compasión, con algunas personas que suben bajo el sol implacable, y nos acordamos de los compañeros que están haciendo sus extras y que subirán esos metros que nosotros ya hemos completado, sin disfrutar de la benévola sombra que nos acompañó.

 

 

Las habituales zetas interminables nos llevan cada vez más cerca de nuestro alojamiento. Nos ahorran lesiones en las rodillas, pero en días como hoy se hacen insufribles. Buscamos ávidos las escasísimas sombras para darnos algún respiro. Pero, al menos yo, debo reconocer que estaba deseando llegar. Se trata de una etapa con escasa vegetación, sin agua, y desolada, y aunque los picos que nos rodean impresionan, los desacostumbrados (en estas alturas) treinta y seis grados centígrados que registran los termómetros, ponen a prueba nuestras fuerzas y nuestras ganas de montaña.

 El albergue se encuentra en el pequeño y ordenado pueblo de Valsenestre en Valjouffrey, que tuvimos oportunidad de recorrer unas ciento cincuenta veces antes de la cena. Y otras ciento cincuenta veces después de la cena.

 

 

Aprovechando la wifi, el tiempo extra del que disponemos, habiendo sufrido el calorazo, y haciendo caso a la aclamación popular, contacto con todos nuestros alojamientos futuros para adelantar los desayunos a las 6:30.

A lo largo de la tarde van llegando todos los compañeros con más o menos extras acumulados en las piernas, se duchan y se sientan en el patio para disfrutar de la excelente cena, ofrecida en el mismo jardín por los encantadores propietarios del establecimiento y sus ayudantes.

Tras la corta etapa de hoy, la persona que se había planteado no seguir, empieza a mirar la travesía con otros ojos, aunque aún le quedan algunas reservas. Día a día (como Rambo), las irá disipando.

De nuevo pasados los primeros minutos de la noche, la brillante luna se retira y las estrellas se salen del cielo, no caben. De vez en cuando alguna deja su estela y desaparece, empujada por las demás… Ains… que me pilla sin deseos… ¿pero, se puede desear estar mejor que en ese momento?... (comenta un compañero).

 

Martes 22

Desayunamos por tanto prontito, preguntamos a nuestros hospedadores sobre el ascenso al Pico Valsenestre y nos lo ponen bien feo. Lo califican de “muy peligroso”.

Me asusto un poco, pero esta opinión no coincide con las reseñas que he leído, así que comenzamos el ascenso hacia el Col de la Coté Belle, reservándonos la decisión de ascender al pico o no, hasta el momento en el que lo tengamos a tiro.

 

 

Subimos toda la cuesta en sombra, en poquísimo tiempo y sin haberlo pasado especialmente mal. Hecho que nos anima a muchos a lanzarnos a probar el ascenso al “peligroso” pico. Entre otros motivos para no estar de nuevo desde las doce en el refugio.

Desde el collado, y andando unos metros en dirección al pico, encontramos oculta por el relieve una cabaña de pastores donde dejamos las mochilas grandes para recogerlas a la bajada. Esto facilita mucho el ascenso, claro.

Efectivamente, el pico no tiene nada, apenas algún tramo de echar las manos. Aunque la aproximación es algo incómoda porque el camino es muy vertical y estrecho, hay sendero. Después, al llegar a la roca, si se siguen los hitos, se llega a la cima sin excesiva dificultad. Cierto es que no se trata de un pico para senderistas, pero no constituye ningún desafío para el montañero experimentado medio, siempre que no nos salgamos del trazo marcado por los hitos. Cuatro participantes terminan la cresta que sigue hasta el Pointe de la Chalp (mismo grado de dificultad) y el resto volvemos por donde hemos venido.

 

 

El calor empieza a apretar y muchos nos arrepentimos de no haber subido más agua. De vuelta en la cabaña, descubrimos un depósito de agua con un aspecto que haría desconfiar de su salubridad hasta al menos observador, pero un sediento compañero, al punto de la deshidratación, decide poner su vida en manos de la ciencia testeando un aparato de luz ultravioleta que se supone acaba con bacterias y virus y todo lo vivo que merodea en la botella que rellena con el agua de dicho depósito. Unos empellones de luz ultravioleta, un agitado por aquí y otro por allá, y voilá… ¡al gaznate! Todos le miramos entre horrorizados y admirados… Tras los primeros minutos en los que no explota ni nada, dejamos de observarle, y emprendemos la bajada zzzzzumbando (zeta, tras zeta…).

Me salto la secuencia cronológica de la memoria para no dejaros en ascuas: Pasadas las horas y los días, podemos dar por concluido que el aparatejo pesa, pero funciona. El susodicho compañero no parece ser afectado por la más mínima molestia intestinal. ¡Yuju!

Hasta bastante más abajo no encontramos agua los demás (cobardicas). Eso sí, esta agua mana directamente de la tierra, garantizando su mineralización y frescura. ¡Qué rica está la bendita!

Nos damos un respiro bajo una sombra cercana al manantial y continuamos hasta el pueblo donde pernoctaremos, Le Desert en Valjouffrey.

Pasamos un buen rato en el bar, organizando algunos el bus que nos permite acortar la etapa del día siguiente (¡gracias Luisma!), y cuando llega la hora de cenar, nos acercamos a nuestro refugio.

Quiero que conste la decepción que al menos yo, me llevé. Las habitaciones eran correctas, pero desde la ducha hasta la cena (me refiero a la cantidad y composición, no calidad), pasando por la forma de apuntar las consumiciones que provocó que creyesen que nuestro grupo había dejado consumiciones sin pagar, o el intento de elevar las tarifas acordadas desde hacía meses apenas veinte días antes del servicio, además de las formas un poco desagradables de la empleada que nos atendió en ausencia de la propietaria (debido a la saturación a la que se vio sometida al ser obligada a atender ella sola a 40 personas) … Fue todo en conjunto un despropósito y para mí en concreto una fuente de (por decirlo suavemente) “incomodidad”. Desde luego, si volvemos por la zona, no será el alojamiento que yo elija.

Aprovecho para dar las gracias a los compañeros que se tomaron todo aquello con bastante deportividad y con su buen humor hicieron que a lo largo del viaje quedase como una anécdota incluso divertida.

 

 

Nos acostamos temprano para conseguir que se haga mañana y podamos salir de allí pitando…

 

Miércoles 23

Después de “disfrutar” de las últimas polémicas con la guardesa durante el desayuno, salimos andando sin volver la vista atrás.

Bueno, casi ninguno miramos atrás... pero un participante descubre que se olvidó las gafas de sol junto al manantial de agua en el que paramos ayer, y, no solo mira atrás, sino que vuelve atrás. Dejando la mochila en el camino por el que llevamos ascendidos aproximadamente doscientos metros, desanda el track de hoy y parte del de ayer en busca de sus gafas…. Está claro que hay gente que no se cansa…

Al “merme”, disfrutando de la sombra durante todo el ascenso, vamos ganando metros y distancia, para terminar en el Col de la Vaurze. A la altura del collado el participante que volvió a buscar las gafas nos alcanza y ufano nos informa de que las ha recuperado. ¡Hay que ver lo que corre este hombre! … ni que le persiguieran.

 

 

Tras pasar al otro lado del collado no podemos evitar maravillarnos con las vistas. Ya vemos al fondo Chapelle en Valgaudemar, nuestro destino para esta noche. Si tuviéramos un lápiz gigante podríamos dibujar a mano alzada los itinerarios de las rutas A y B, que se dividen en el refugio des Souffles, que vemos allá enfrente… Como no disponemos de lápiz, nos valemos de nuestras manos y brazos que señalan allí a lo lejos… por aquí, por allí… “aquél es el Pic des Souffles (imposible de intentar sin cuerda) y el de más atrás el Turbat…, oye, que tiene pinta de que se puede dejar…”

Continuamos todos andando, pues se prevén tormentas a primera hora de la tarde y los que quieren hacer la ruta larga no tienen especiales ganas de mojarse. La verdad es que el cielo está limpísimo, ni una nubecita pequeñita se ha equivocado pasando por allí… pero con el tiempo en montaña nunca se sabe…

 

 

A dos participantes los 1800 metros de subida y los 2000 de bajada que propone la ruta B les parecen poca cosa, así que añaden a estas cifras 600 metros más tanto de subida, como de bajada, ascendiendo por el “molesto” camino al Pic Turbat. Juventud, divino tesoro. Al menos este tramo de ida y vuelta lo hacen con mochila pequeña.

El resto de compañeros que van por la opción B son más razonables, y se limitan a darse un gélido baño en las aguas del Lac Lautier.

Algunos de los compañeros que eligen la opción A, optan por caminar la etapa completa. Pero otros hacemos un buen descanso en el refugio des Souffles para no estar demasiado tiempo en Vilar de Loubiere esperando la navette con la que nos ahorraremos unos cuatro kilómetros de caminar por la sartén. Digoooo… de caminar por el GR en el fondo del valle.

Como los rapidillos son más veloces que Speedy Gonzáles, llegamos los veintiséis prácticamente a la vez al Hotel Mont Olán, donde montamos un barullo considerable para repartir las habitaciones. Pasados los primeros minutos de perfecto caos y profunda desesperación, nos vamos tranquilizando, y cada cual termina alojado en alguna habitación (¡olé qué apañaos!). Por descontado, unos más contentos que otros.

La cena: original, e infinitamente más contundente que la de la noche anterior. ¡Qué maravillosa sensación la de quitarte el hambre después de una jornada de montaña!

Satisfechos nos damos los últimos paseos para digerir un poco la cena antes de ir al catre. El calor asfixiante de por la tarde remite, afortunadamente, y permite finalmente dormir a los alojados en el piso más alto del establecimiento, quienes no confiaban mucho en descansar esta noche debido a las altas temperaturas existentes en su piso cuando subieron a dejar sus cosas.

 

Jueves 24

Encantadores los jóvenes que regentan el alojamiento, nos despiden facilitándonos unos últimos consejos para sobrellevar mejor la ruta de hoy.

Salgo la última con casi media hora de diferencia respecto del grupo junto con otro compañero que me ha esperado, pues la tecnología me ha jugado una mala pasada y he tardado mucho más de lo previsto en cancelar nuestras cuentas. Tras conseguirlo, por fin he podido subir a cambiarme y a terminar de preparar la mochila.

La primera parte de ambas opciones es por el valle, en llano, más o menos paralelos a la carretera que podríamos haber aprovechado, pero hoy nadie quiere acortar usando la navette que recorre el valle.

Desde primera hora el sol baña las laderas por las que tenemos que subir, así que hoy no se escapa ni “el Tato” del solazo.  Aprovechamos las primeras horas en las que el camino es plano y el calor no ahoga para avanzar más rápidamente.

En el refugio du Clot – Xavier Blanc, encontramos a un pequeño grupo que nos ha esperado (¡yupi!), y nos unimos a ellos.

 

 

Comenzamos a caminar y de nuevo nos separamos en función de los diferentes ritmos, alargando nuestra particular “serpiente multicolor".

Llegada la bifurcación entre rutas A y B, dos de los participantes de nuestro grupo eligen la opción A, directa por el GR que remonta el valle junto al torrente principal que conforma La Severaisse. Otro participante y yo, a la vista del glaciar cercano, tomamos el desvío hacia el refugio Chaborneau, ascendiendo zeta a zeta en animada conversación.

Sobra decir que, como acostumbra a ocurrir en los caminos que hemos encontrado, ninguna de las opciones presenta ninguna dificultad más allá del desnivel a salvar.

Tengo la impresión de que seguimos muy atrás, así que le voy dando un poco de brío a la ascensión, también para que mi compañero, reconocido “machaka", no se aburra demasiado ni se arrepienta de haber esperado.

En el desvío al refugio descubrimos por delante de nosotros a los que suponemos son los últimos que conforman el grupo principal que tras hacer una parada en el refugio han retomado el camino. Chachi, les hemos pillado. Pues vamos a su caza y captura…

Desde aquí el grado de inclinación es más llevadero, pero aún con esas no resulta fácil alcanzarles. Una bonita travesía en continuo sube y baja, con algunas sirgas puntuales colocadas para quitar miedos, completan este panorámico tramo.

 

 

Por fin, poco antes de llegar al refugio alcanzamos a nuestras “liebres”. Al hablar con ellos descubrimos que nos hemos puesto en cabeza, pues el resto del grupo había hecho una parada más larga en el refugio y en ese impasse, les hemos adelantado. Nos comentan que de hecho algunos se han asomado al circo glaciar, apenas a diez minutos de caminata por encima del Chaborneau.

Nos vamos instalando a cuentagotas en el bucólico y desoladoramente-aislado-del-mundo-digital refugio de Valonpierre, donde el sol se esconde incendiando el cielo para nuestro disfrute, y donde, tras otra breve observación astronómica, unos más plácidamente que otros, dormimos.

 

 

Viernes 25

Otro desayuno tempranero buscando la máxima sombra posible durante el día. Nos dirigimos al primer collado de hoy y en un periquete nos encontramos en él. Muchos dejamos las mochilas para llegar al Pic de Vallonpierre, facilón y con excelentes vistas.

 

 

Un compañero intenta él solo (es guía titulado de montaña) subir al Petit Sirac desde el mismo collado. Pero el terreno no permite progresar cómodamente y se hace peligroso, sobre todo en las bajadas, así que, en un alarde del “menos común de los sentidos”, desiste, para mi alivio. En el siguiente collado finalmente cumple su objetivo.

Los demás nos conformamos con subir los piquitos (Puy des Auberts y/o Puy Rivarol) que hay junto a cada uno de los dos collados que nos quedan subir por hoy. Y tan panchos nos quedamos…

Nuestro grupo va en sentido opuesto a la generalidad, ya se sabe, por llevar la contraria. Hoy me sorprende cruzarnos con muchísima gente, y decido preguntar. En conversación con un catalán que por allí caminaba como el que no está en ningún país, descubrimos que algunos van a doblar dos etapas aprovechando el desnivel de subida “cero”, entre Vallonpierre y La Chapelle. Quizá eso explique por qué la “fiesta” no para… ¡venga a pasar gente!…

 

Nosotros a lo nuestro, seguimos adelante y al llegar al refugio lo primero que nos llegan son malas noticias: una chica francesa que está haciendo el tour en el mismo sentido que nosotros y con la que hemos coincidido antes, se baja a la civilización totalmente amedrentada por recomendación de los refugieros. Según parece mañana va a hacer “malo-malísimo”.

 

Un participante, tras vaciar su mochila, se va a hacer la circular extra propuesta oficialmente. Varios sestean, otros charlan, otros lavan, otros van en busca de una cascada cercana para darse un baño.

Por mi parte trato de informarme sobre las condiciones de mañana y ante la ausencia de cobertura telefónica y de datos en la zona, me veo dependiente totalmente de los comentarios de los guardas. Solicito una definición más concreta de “tiempo malo-malísimo” y lo resumen en: lluvia todo el día.

Hummmm… encuentro la información un tanto deficiente, habrá que esforzarse más… ataco otra vez… “¿vientos y temperaturas s’il vous plait?” Y para mi alivio, me informan de que aproximadamente quince grados y ráfagas de unos 20km/h.

Es decir, que probablemente nos mojaremos, pero tampoco es que haga mucho frío, y menos si tenemos en cuenta que a la velocidad que estamos yendo, podemos hacer la ruta entera en menos de cinco horas casi con toda probabilidad. Otra cosa es que haya que valorar si cae mucha agua, porque puede haber desprendimientos, torrentes descontrolados… en fin, que no tiene por qué pasar nada y hemos salido en circunstancias mucho peores, pero estamos en un macizo desconocido, con unas condiciones climáticas algo anómalas en la zona...Vamos, que yo andaría, pero evidentemente no puedo decidir por todos y no obligaré a nadie a caminar si no lo ve claro.

Consensuando con varios compañeros decidimos esperar a tomar decisiones al día siguiente.

 

 Sábado 26

Abro los ojos de buena mañana y cruzo los dedos, cruzo los dedos, cruzo los dedos… ¡toma ya! ¡ni una nube en el horizonte! ¡no me lo puedo creer! ¡Possshala, a tirar millas!

 

 

Valoro si adelantar la hora del autobús que nos recogerá al final de la ruta, pero la mantengo por si realmente empieza a llover. Me advirtieron los guardas que la primera parte desde el Col de l’Aup Martin hacia Vallouise es empinada y complicada, y no quiero que la gente se sienta presionada a bajar más rápido de lo que debe sólo para intentar llegar al bus a tiempo. Una pareja de españoles que hay en el refugio y que viene de allí, me comentó ayer que en el punto final de nuestra ruta hay un chiringuito, así que, en caso de lluvia, calculo que podremos resguardarnos allí.

Desayunamos animados y empezamos a andar bajo el cielo azul, todo para arriba, en busca del Pas de la Cavale. Por el camino nos encontramos con varios perros pastores y con el pastor humano. En Ecrins tienen la costumbre de identificar a los perros en carteles en los que además se incluyen consejos para que los senderistas no se asusten y sepan tratar a los perretes en caso de encontronazo con ellos. Me parece una iniciativa muy práctica, sí señor.

Tomamos buena nota del nombre de los canes que custodian las ovejas en estos prados y seguimos observando la fauna autóctona. En el camino se cruza una pequeña comadreja (según opinión de los más entendidos) que sale corriendo en dirección opuesta a nosotros como alma que lleva el diablo.

El camino comodísimo nos hace llegar muy alto en muy poco tiempo. Lo malo es que las nubes que surgieron de ninguna parte allá en el horizonte hace escasos minutos, son arrastradas hacia nosotros a una velocidad muy parecida a la de la huidiza comadreja.

Superado el Pas de la Cavale, podemos acelerar. En el Col d l’Aup Martin, caen unas gotas. La vista desde el collado es estupenda, pero no la disfruto tanto como debería, pues me ocupan otros menesteres; al ver que lo que hay al otro lado del collado no tiene ninguna dificultad ni seco ni mojado para el montañero medio, intento contactar con el autobús para adelantar la recogida, pero (ditasea!) no hay cobertura. Pregunto a dos franceses que han subido con nosotros pero ellos tampoco tienen. Durante todo el camino de bajada voy comprobando periódicamente y no hay forma.

 

 

Parece que la lluvia aún no es inminente. Todos vamos bajando a nuestro ritmo, disfrutando del bonito valle y en algunos casos atrochando en las zetas que ya resultan francamente excesivas…

Últimos metros que se hacen bajo una arboleda de ribera en la confluencia entre el torrente de La Selle y el des Bans, y empieza a tronar… y a caer agua, aunque aún no muy intensamente. Allí están las casas… Nos acercamos y… el ¡¡¡chiringuito está cerrado!! ¡no me jorobes!!! Y en el techito que hay no cabemos los veintiséis, más los dos franceses, más los otros posibles inconscientes que anduvieren por el lugar…

 

 

Una amable familia británica que ha subido en su coche se ofrece a bajarnos hasta el pueblo (evidentemente no a todos, pero puede servirnos para contactar con nuestra empresa de transporte Resalp y adelantar el servicio). Así que subo desde el parking hasta el chiringuito a recoger mi mochila y en los treinta metros que hay hasta el coche termino completamente calada.

En el trayecto hasta el pueblo que dura unos veinte minutos, tras la charla informal, “nosotros hacemos esto, y vosotros, y donde os alojáis… “, por fin el móvil parece tener cobertura. ¡Yuju!

Llamo entusiasmada, y salta un contestador con un mensaje en francés. Me concentro intentando pillar algo de lo que dice ese señor y de pronto el móvil deja de emitir sonido. Lo miro atónita. ¡Se ha apagado! Parece que se ha mojado en el chaparrón. ¡Y no se vuelve a encender! ¡Nooooooooo!!!!

Comento a la familia lo que ha ocurrido y ellos me ofrecen también su teléfono, pero la información está en mi mochila que está en el maletero, así que para no molestarles más, les digo que me dejen en la entrada del pueblo para buscar un hotel y pedir allí ayuda.

Los encantadores empleados del Hotel Le Vallois me “salvan el culo” y consiguen, llamando ellos mismos cuando les doy la info pertienente, adelantar el servicio de recogida una hora (¡ains qué poco!). Bueno, algo es algo, y mucho mejor que nada. Como último favor les pido que me consigan un taxi para subir los siete kilómetros y pico hasta Entre Les Aygues donde se encuentran mis compañeros aguantando el chaparrón, pero debido precisamente a la lluvia, no hay nada disponible hasta mucho después por la tarde.

Les doy gracias haciéndome internamente la promesa de alojarnos en ese hotel si volvemos por la zona en alguna ocasión, y como la lluvia calma un poco, me pongo el track B para seguirlo a la inversa y volver para empaparme solidariamente con mi equipazo si es necesario. Calculo que llegaré a la zona de carretera a tiempo para lanzarme dramáticamente delante de las navettes que subirán para que me recojan, y, tras cruzarme con dos participantes que aprovechan la tregua de la lluvia y cansados de esperar se han bajado andando, aparecen los autobuses, que efectivamente me ahorran el último kilómetro y medio de carretera.

Tras estas peripecias de las que uno no puede sacar más que buenas conclusiones acerca de la buena voluntad de los paisanos en Ecrins, conseguimos llegar más o menos secos a nuestro alojamiento, el Chalet Alpin de L’Eychauda, donde la guardesa nos recibe amablemente aunque firme: “¡botas fuera!”.

Con tantas aventuras parece que se hubiese pasado el día entero, pero en realidad es más o menos la hora de comer. Nos instalamos y echamos la tarde hasta la cena en diversas actividades.

Tras cenar nos acercamos a una carpa que han puesto para un festival en el que tocan grupos franceses que tiran tartas al público (¿¿??). Nos animan en la puerta a pagar entrada, pero creo que es la segunda vez (tirando por lo alto) en mi vida que oigo música y no me apetece bailar… Yo me voy para la cama que estos músicos franceses son muy raros y parece que en lugar de hacer música están dando discursos… ¡Me aburren…!

 

Domingo 27

Hoy tocaría Glaciar Blanco, o ferratas, o Pic Condamine, pero llueve. Bastante.

A eso de las once amaina un poco y un participante sale a probar si el Condamine se deja.

Otros muchos nos vamos a comer al pueblo, creyendo que por la tarde abrirá y podremos intentar alguna ferrata. Parece mientras comemos que va a mejorar, y de hecho un buen rato no llueve.

Pero al salir desde el restaurante hacia el refugio junto al río (que da miedo ver con qué violencia baja), comienza de nuevo a llover.

 

 

Un participante decide en solitario y por su propia cuenta, realizar el recorrido de la ferrata “Gorges de l’Alefroide”.

El resto nos entretenemos como podemos, y aproximadamente sobre las seis, los únicos participantes que han salido en busca de aventuras vuelven sanos y salvos.

Tocamos madera a ver si al día siguiente hay más suerte con el tiempo.

 

 Lunes 28

Pooooosssss… regular hoy también. Llueve medio fuerte, pero a su bola, como si no le importase llover…, El suelo, las plantas, los charcos, vibran alegres con las ondas que provocan las gotas.

La previsión es “regular-a-mala” en el valle de destino. Además, hace bastante aire y la sensación térmica prevista es de menos de 0º.

Hummmm… Mi gozo en un pozo. No tengo pantalón de agua así que lo prudente en mi caso es no subir.

Nos organizamos entre las dos navettes que nos envían. Trece personas quieren hacer la marcha, y otras trece directamente decidimos ir a BrianÇon a hacer turismo.

Por el camino los que iban a hacer la marcha, encuentran en medio de la carretera una roca proveniente de un desprendimiento que tienen que retirar de la carretera entre varios para poder pasar, y al llegar al inicio de la ruta el viento es muy fuerte y sigue lloviendo a mares. Ambas circunstancias desaniman a la mayoría de participantes, y el bus de los valientes termina siguiendo los pasos del primer autobús.

 

 

Nos reunimos en BrianÇon y, tras visitar la casa del parque des Ecrins, y la localidad, muchos tomamos un autobús que nos llevará a Le Monetier des Bains sobre las doce. Desde allí solo quedan dos kilómetros de andar para el grupo principal que se aloja en el siguiente pueblo, Le Casset. Los otros seis nos alojamos en el mismo Le Monetier.

Tras haber llovido intensamente parece que el cielo se ha cansado y queda una llovizna meona y perfectamente soportable.

Algunos deciden comer en restaurante, otros ir a los baños termales que hay en la población, mientras dos participantes decidimos hacer la ruta prevista en sentido inverso hasta que nos lo permita el tiempo, sin demasiadas aspiraciones.

La lluvia ya es intermitente y solo a ráfagas intensa, y conseguimos llegar prácticamente a cien metros del Pas de L’Ane, completando algo más de mil metros de subida según lecturas de nuestros GPSs.

Hace un fresco húmedo de esos no molestos mientras subo la cuesta más empinada. Ya cerca del collado, miro a mi derecha, hacia donde se cierra a cal y canto el valle en altas montañas a modo de gendarmes (Pic y Montagne des Agneaux, Pointe des Arcas,…), con los glaciares arropando sus laderas. Parecen querer decir a lo Gandalf: “¡NO!… …¡puedes!… …¡pasar!”.

En el desvío en el que se unen ruta corta y larga las ráfagas de viento son más incómodas. Convenzo a mi compañero de bajar, pues tengo que pasar por el alojamiento del grupo principal para liquidar cuentas, y me gustaría llegar a tiempo de ducharme en mi propio alojamiento.

Bajamos por los prados, siguiendo esta vez el curso del Grand Tabuc por la derecha y bastante más rápido que a la subida, nos encontramos en Les Grangettes. Una hora más aproximadamente de caminar por el bosque y estamos de visita en el alojamiento Le Rebanchon, en Le Casset, saludando a los colegas.

Pago (prefiero ahora que mañana para evitar si hay problemas que me dejen atrás a primera hora del día), y por el GR volvemos a Le Monetier para ducharnos y disfrutar de la primorosa cena que nos sirven en nuestro alojamiento Le FlouRou, que cuenta con una alegre joven vasca entre su plantilla.

 

 Martes 29

La meteo mejora y se prevé que deje de llover desde las nueve de la mañana, así que retrasamos un poco el desayuno a ver si con suerte no nos mojamos mucho.

Los seis de Le Monetier salimos por GR para repetir/completar el tramo llano de dos kilómetros que nos lleva a Le Casset, donde nos juntamos con nuestros veinte compañeros restantes y comenzamos la etapa propiamente dicha. Llueve cero (¡olé olé!)

Hoy las cuestas son más tendidas, o eso me parece. Quizá es que ya nos hemos puesto fuertotes. No es un día súper apacible, pero tampoco es mal día para andar. Muchos lo preferimos al calor sofocante de las primeras jornadas.

 

 

Hay que ponerse la manga larga, sobre todo cuando superamos los 2100 metros de altura, porque además hay algunas rachas de viento, pero aun así el día se deja hacer… y sigue mejorando.

Y los paisajes, con los picos nevados, son muy gratificantes. Llegamos a pisar algo de nieve, pero el GR está limpísimo y rápidamente descendemos a cotas donde la nieve que cayó ya ha desaparecido.

 

Llegando al Col de Arsine muchos se desvían para visitar los lagos glaciares cercanos al GR, algunos persiguen marmotas, y otros continuamos por el camino pacíficamente, cruzándonos como viene siendo acostumbrado, con multitudes que van en sentido contrario.

 

 

El refugio de l’Alpe de Villar d’Arène ofrece un respiro que algunos del grupo aprovechan.

Vamos haciendo y deshaciendo grupos a lo largo del recorrido, desviándonos por alternativas muy cercanas al GR e igual de bien mantenidas, para aproximarnos más, por ejemplo, a las estructuras construidas junto a La Romanche. Aparte de varios desvíos del río intencionados y algún depósito de agua, observamos la boca de un túnel (cerrada), que en el mapa parece atravesar la montaña comunicando el aislado paraje por vía directa con una carretera comarcal. Deducimos un fin de aprovechamiento comercial, quizá hidroeléctrico.

De nuevo nos incorporamos al GR, que en este tramo nos ofrece vistas a una gigantesca turbera, y nos lleva a transitar su parte más baja. Es un tramo precioso.

Pronto llegamos al valle, y caminamos junto al rio en busca de, un sitio para comer algunos, y de la ferrata de “Vilar d’Arsine” propuesta para hoy, los otros.

Pasando sobre un puente llegamos al aparcamiento donde se encuentra el inicio de la misma. Tenemos a dos compañeros nuestros por delante, y al menos a cinco finlandeses detrás de ellos, así que nos tomamos tiempo para cambiarnos, para no hacer tapón.

 

 

Escondemos las mochilas grandes entre la maleza y nos ponemos manos a la obra.

Al igual que la ferrata del primer día es bastante sencilla, pero además mucho más corta. Lo único que la roca está mojada y hay que ir con más cuidado y tiene alguna pancita muy pequeña, sin complicación para cualquiera que mida más de un metro veinte.

Por supuesto, llega un punto más vertical en el que toca esperar y nos vamos amontonando… Pero es el final de la ferrata y tras superar la última pared muy vertical, comenzamos la bajada hasta nuestras mochilas, agradeciendo que el inclinado descenso sea con poco peso.

Ignoramos el track, que continúa por la derecha del río, para seguir las marcas de GR que van por la izquierda, y nos metemos en un precioso bosque en el que se suceden las cuestas arriba y abajo…

Me voy separando del grupo para disfrutar de la calma del bosque unos minutos, pero somos tantos… no hay manera… además la concurrida carretera ya se infiltra entre los sonidos del bosque y ya no apetece tanto.

Llego a La Grave sola, y mi móvil hace un buen rato que se apagó (creo que el problema eléctrico generado por el chaparrón del otro día sigue sin solucionarse). No tengo ni idea de donde está el Gite Le Rocher ni lo pone en ningún cartel, pero cuando estoy a punto de preguntar a un paisano, a lo lejos veo a un grupo de mochilas, y las persigo. Efectivamente son del grupo y me llevan correctamente hasta el final del pueblo, donde se encuentra nuestro ecléctico alojamiento.

Estudiando la ruta y teniendo en cuenta las vertiginosas velocidades alcanzadas por el grupo en jornadas anteriores, decido adelantar la “hora de extracción” de la aventura, definiendo la hora de recogida del bus al día siguiente, a las 16:30. Quedo a la espera de que me confirmen vía email.

También aquí tenemos representante española entre la plantilla. Da la impresión de medio borde al principio, pero nada que ver. Es muy amable y nos trata estupendamente.

La cena “gourmet” digna de mención. Calidad, sabor, presentación… todo buenísimo. Entre lo bueno que está y el hambre que traemos de la montaña, nos quedamos muchos con ganas de repetir.

Música buena y a buen volumen proveniente de la cocina para los últimos momentos de tertulia antes de marchar a la cama.

 

 Miércoles 30

Desayuno completito (con pintoresco hervidor de huevos incluido), y nos dividimos en grupos.

Veintitrés personas irán por la ruta básica, subiendo por GR54 a Le Chazalet hasta el desvío del GR50, que tomaremos más adelante para bajar al lago.

Otras tres personas elegimos una ruta alternativa con la ferrata “Mines du Grand Clot”, que se incorpora al GR54 en su parte más alta.

Desde que me decido a hacer la ferrata, toca darse prisita. Me tomo el café (indispensable para seguir el ritmo de los animalacos con los que voy), pago (no me dejaron pagar anoche), voy al baño, termino la mochila, y salimos pintando. Todo antes de que el resto del grupo ni haya reaccionado. ¡Yuju!

Bajamos por la carretera unos tres kilómetros y medio hasta el inicio de la ferrata, que está muy cerca de la carretera, y nos ponemos los achiperres.

Parece muy chula y efectivamente lo es… larga, pero bonita. Se inicia en una antigua mina de plomo y plata, y en algún tramo vemos algún pequeño filón de lo que parece ser plata. Atravesamos un túnel nada más empezar y encontramos un primer paso “apretao”, pero que tiene su solución por la izquierda, o si no tirando directamente del cable.

La mochila hoy pesa lo suyo, tenemos que subir mochila grande y además algunas partes están mojadas y se nota mucho la diferencia. Hay que estar fino en algunos pasos. Pero paso a paso vamos resolviendo los tramos. Y cuando paramos a esperar para no agobiar al de delante, echamos la vista atrás y La Meije nos saluda animosa, repletita de nieve reluciente.

Arriba ya tiene mucho tramo de sendero (que curiosamente es lo que más me cuesta, como si las piernas se hubiesen quedado vacías de energía), pero en unas dos horas llegamos al final de la ferrata. Parece que hay restos de un poste en el que imaginamos que habría alguna advertencia para no bajar por ese sendero sin material…

Ignoramos el track que retrocede un poco y vamos a la trocha por las praderas hacia el GR. Sin pasar demasiado tiempo encontramos al primer grupete de nuestra expedición que ha parado a descansar, aprovechando las impresionantes vistas.

 

 

Van apareciendo más grupos y empieza el baile, ahora con estos, ahora con aquellos, espera que hago una foto… todo es “bonito-bonito” ahí arriba y tranquilo.

Confirmo vía wasap que el bus se adelanta, y cuento con que el “boca a boca” también cumplirá la función.

Hay muchísima gente por allí, a pesar de ser día de diario. Se nota que es una de las rutas estrella de la zona, y el paisaje lo justifica totalmente. Quizá al fin y al cabo hemos tenido suerte con esos dos días de temporal, porque la nieve lo decora todo con más primor. No sé cómo es en otros momentos, pero hoy está espectacular.

 

 

Tomamos el desvío al GR50 y tras llanear un buen rato entre sendero y carretera, comenzamos una bajada bien empinada. No bajando demasiado, encontramos la cascada de la Pisse junto a su turbera. Sencillamente impresionante. No por su caudal, sino por los colores de la piedra, su textura… es precioso…  Toooodos paramos para hacer fotos allí. Que luego no le hacen justicia, por supuesto, pero lo intentamos.

 

 

Llegamos al Refugio des Clots, ya muy cerca de nuestro destino. Hacemos un alto. Solo dos personas nos compramos un refrigerio cosa que me sorprende. Luego me cuentan que han tenido algún tipo de roce con el guarda, que no quería permitir a la gente sentarse si no consumían (¿?).

Tras descansar un poco en los bancos del refugio, continuamos por el camino abajo, tomando buena nota de que desde allí se puede acceder a la ferrata de la Cascada de la Pisse (para futuras ocasiones), y llegamos prontito al punto de encuentro con el autobús, que NO nos está esperando. Cuando vemos que ya se retrasa mucho intentamos contactar por todas las vías posibles y nos responden únicamente al correo electrónico, en cinco minutos llega.

 

 

Primer retraso acumulado de media hora. Después, antes de entrar en Lyon atasco, otros diez minutos, y en Lyon el chico, con su mejor intención, da vueltas interminables por allí, ante nuestra desesperación.

Bajamos varios a recoger las maletas y nos vamos directos al hotel y aún con esas terminamos esperándoles unos veinte minutos más.

Había conseguido retrasar la cena media hora, pero todo el tiempo extra conseguido se consume en el “tour” del bienintencionado autobusero.

Finalmente conseguimos llegar, algunos tienen tiempo de ducharse, otros no, y corremos a consumir nuestra última cena en Francia por ahora. Algo decepcionante para el precio, sinceramente. No volvería a contratar así, si lo importante fuese comer bien. Pero me ha hecho el apaño evitando problemas de traslados, etc…

El servicio es lento, pero no es tan malo. Me equivoqué contando elecciones (pedimos el menú con antelación), pero ellos reaccionan bien y se adaptan y cada cual termina comiendo lo que pidió.

Algunos finalizan la estancia en la ciudad yéndose de copas y otros nos vamos a terminar de gestionar, adelantar trabajo para mañana, o dormir tranquilamente.

 

 Jueves 31

Desayuno tipo buffet a las ocho treinta y taxi para el primer grupo a las nueve treinta. Se adelanta y no nos da tiempo a despedirnos. Cuando bajo se han marchado… joliiiineeessss….

 

El resto visitamos (o re-visitamos) Lyon, de nuevo agrupándonos según las ganas de turisteo o más de zampa, viendo más o menos, y a las cuatro y media tomamos los taxis que nos llevan puntualmente al aeropuerto para terminar con nuestra aventura este año.

 Tras el vuelo recogemos las maletas repartiendo las comunes, y cada mochuelo a su olivo, con la cabecita llena de recuerdos y experiencias vividos.

  

Agradecimientos

A Luis Cano por todo lo que le he hecho trabajar en la web antes y después de la actividad.

Al grupazo de buena gente en general que se ha montado en esta actividad, por vuestras sugerencias, consejos, buen humor, y colaboración directa o indirecta. Y por vuestras caras de disfrute (que a algunos os he pillado…jejeje).

Como dicen por allí…  À bientôt!

 

Fotos: Luis Cano, Jose Antonio Herrera, Pepe Ferreiro, Eva González, Javier Castaños, Esther Pérez

Coordinadora: Esther Pérez

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Centro Cultural Eduardo Chillida (mapa),
C/ Arroyo Belincoso, 9 - 28030 Madrid (metro Vinateros)
 
HORARIO:
18:30h. a 21:00h. 
(Sólo días concretos, cuando hay reunión presencial) 
 
 

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